La madre de Gerardo Ortiz le enseñó a ayudar siempre a los más necesitados. Por eso, cuando una noche apareció en su restaurante, Ajilalo, una perra callejera hambrienta que esperaba un trozo de comida, Ortiz hizo lo que muchas otras personas no harían.
En lugar de ahuyentarla, el joven peruano dio de comer a la alegre perra. Como era de esperar, el animal callejero apareció la noche siguiente, y muchas otras más después.
Debió de correr la voz sobre las sabrosas comidas gratuitas. Desde aquella primera noche de hace seis años, otros perros han aparecido en ese bondadoso lugar en la ciudad de Lima, y Ortiz no deja de alimentarlos y darles agua.
«Me encanta ayudar a los animales y a las personas —me llena el alma», dice. «No nos llevaremos nada cuando dejemos este mundo, así que compartamos lo poco o lo mucho que tengamos—y respetemos a los animales, acabemos con el maltrato animal».
(Cortesía de Gerardo Reyes Ortiz)
«Mi inspiración siempre fue mi madre y lo sigue siendo», dijo. «Ella hace lo mismo con las personas y los perros. También traemos a personas sin hogar a nuestro local y les damos comida».
El pequeño restaurante hace un buen negocio de platos típicos peruanos a base de carne, como el anticucho, el rachi y las mollejitas, además del pan dulce. «Compartimos con ellos la comida que vendemos, y a veces hay gente que dona croquetas y también las compartimos», dice Ortiz.
Para este apasionado chef y pequeño empresario, compartir lo que tiene con los demás es la mejor sensación.
Con el creciente número de perros callejeros en las calles de Perú, una de las clientas del Restaurante Ajilalo ha adoptado seis perros. Cuando Ortiz y su equipo tienen suficiente, también le donan comida.
Ortiz, que aspiraba a tener su propio negocio desde joven, dice que su madre le animó a ayudar debido a su propia preocupación por los perros abandonados en la capital del país.
«Desde pequeño me gustaban los animales, mi madre me lo inculcó. De niño, daba de comer a los perros que pasaban por nuestra casa», explica.
Princesa, la primera perra con mirada hambrienta que apareció hace seis años, murió tristemente de cáncer. Pero no antes de que fuera adoptada por un amante de los animales del barrio, y se le diera un acogedor hogar.
«Siempre llegaba a la misma hora», dice Ortiz al recordarla. «Era prácticamente la que nos recibía, y todos nuestros clientes la conocían».
Los actos de bondad de Ortiz y su personal han atraído a seguidores en las redes sociales deseosos de acercarse y elogiar sus buenas acciones. Incluso sus clientes no dejan de felicitarlos al ver cómo el personal del restaurante alimenta a los hambrientos visitantes caninos.
«Gracias a Dios siempre hemos tenido el apoyo total de nuestros clientes», dijo.
Por el momento, el Restaurante Ajilalo se queda sin local alquilado, pero Ortiz está trabajando poco a poco para comprar su propio local.
«Con esfuerzo y dedicación, sé que lo conseguiré», dijo Ortiz con determinación.
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