Cuando una erupción volcánica sepultó la antigua ciudad de Pompeya, los últimos momentos desesperados de sus habitantes quedaron preservados en piedra durante siglos.
Los observadores ven historias en los moldes de yeso que luego se hicieron de sus cuerpos, como una madre sosteniendo a su hijo y dos mujeres abrazándose mientras mueren.
Sin embargo, nuevas pruebas de ADN sugieren que las cosas no eran como aparentaban —y que estas interpretaciones predominantes provienen de mirar el mundo antiguo con ojos modernos.
«Fuimos capaces de refutar o desafiar alguna de las narrativas previas construidas sobre cómo estos individuos fueron encontrados o relacionados unos con otros», dijo Alissa Mittnik, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Alemania. «Esto abre diferentes interpretaciones sobre quiénes pudieron ser estas personas».
Mittnik y sus colegas descubrieron que la persona que presuntamente era una madre en realidad era un hombre no relacionado con el niño. Y al menos una de las dos personas abrazadas —de las cuales se asumió desde hace mucho tiempo que eran hermanas o madre e hijas— resultó ser un hombre. Su investigación fue publicada el jueves en la revista Current Biology.
El equipo, que también incluye a científicos de la Universidad de Harvard y la Universidad de Florencia en Italia, se basó en material genético preservado durante casi dos milenios. Después de que el monte Vesubio entrara en erupción y destruyera la ciudad romana en el 79 d.C., los cuerpos enterrados en barro y ceniza eventualmente se descompusieron, dejando espacios donde antes estaban. Se crearon moldes a partir de esos vacíos a finales del siglo XIX.
Los investigadores se centraron en 14 moldes que se encontraban en proceso de restauración, extrayendo ADN de los restos óseos fragmentados que se mezclaron con ellos. Esperaban determinar el sexo, la ascendencia y las relaciones genéticas entre las víctimas.
Hubo varias sorpresas en «La casa del brazalete de oro», la vivienda donde se encontraron la supuesta madre y el niño. El adulto llevaba una intrincada pieza de joyería, que le dio su nombre a la casa, lo que reforzaba la impresión de que la víctima era una mujer. Cerca de allí se encontraron los cuerpos de otro adulto y un niño, que se pensaba formaban parte del resto de su núcleo familiar.
El ADN evidenció que los cuatro eran hombres y no estaban relacionados entre sí, lo que demuestra que «la historia conocida durante tanto tiempo, tejida alrededor de estos individuos» era incorrecta, dijo Mittnik.
Los investigadores también confirmaron que los ciudadanos de Pompeya provenían de diversos orígenes, pero en su mayoría descendían de inmigrantes del este del Mediterráneo, lo que subraya un patrón amplio de movimiento e intercambio cultural en el Imperio Romano. Pompeya se encuentra a unos 240 kilómetros de Roma.
El estudio amplía una investigación realizada en 2022, cuando los científicos secuenciaron por primera vez el genoma de una víctima de Pompeya y confirmaron la posibilidad de recuperar ADN antiguo de los restos humanos que aún existen.
«Ellos tienen una mejor visión general de lo que sucedió en Pompeya porque analizaron diferentes muestras», dijo Gabriele Scorrano, de la Universidad de Roma Tor Vergata, coautor de la investigación, quien no participó en el estudio actual. «Nosotros, en realidad, tuvimos un genoma, una muestra, una sola oportunidad».
Aunque queda mucho por aprender, dijo Scorrano, esos trazos genéticos pintan poco a poco una imagen más fiel de cómo vivían las personas en el pasado distante.
Por Laura Ungar.
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