WASHINGTON – Compradores chinos cancelaron los pedidos de soja estadounidenses y cambiaron sus compras a Sudamérica en los últimos meses para evitar las nuevas tarifas entre ambos países. Sin embargo, China aún depende de los suministros de Estados Unidos y tendrá que recurrir a los agricultores estadounidenses después de septiembre, según Morgan Stanley.
Los precios de la soja en Chicago han caído un 16 por ciento desde el comienzo de las disputas comerciales a principios de abril, lo que ha perjudicado a los agricultores.
«Si bien las reordenaciones del comercio mundial pueden suavizar el impacto en los precios para los consumidores locales, creemos que China terminará pagando la factura», dijeron analistas de Morgan Stanley en un informe.
China aún depende de la soja de Estados Unidos en el mediano plazo y, por lo tanto, los precios en Chicago pronto comenzarán a recuperarse, indica el informe.
«China necesita que los productores estadounidenses sean rentables para mantener el equilibrio en el mercado», escriben los analistas.
China es el mayor consumidor mundial de soja y representa más de la mitad de las importaciones mundiales. Estados Unidos es el mayor productor de soja del mundo. Casi el 40 por ciento de la soja importada por China proviene de los productores estadounidenses, según Morgan Stanley.
A principios de julio, China implementó un impuesto de importación del 25 por ciento sobre varias materias primas, incluida la soja de Estados Unidos, en respuesta a los aranceles estadounidenses sobre los productos chinos. Los productores de soja han sido uno de los más afectados, ya que la soja representa por si sola el 10 por ciento del total de las exportaciones estadounidenses a China.
Los precios en Chicago cayeron cuando los consumidores chinos cambiaron sus compras de Estados Unidos a Brasil y Argentina ante la noticia de los aranceles de importación. China, sin embargo, no puede depender únicamente de estos países, según Morgan Stanley.
«Brasil y Argentina no pueden satisfacer todas las necesidades de China, especialmente después de una sequía que provocó una caída interanual del 40 por ciento en la producción de Argentina y los problemas de transporte en Brasil», advierte el informe.
Brasil ocupa el segundo puesto y Argentina el tercero entre los productores de soja de todo el mundo.
De acuerdo con el informe, China importó 97 millones de toneladas de soja, en comparación con los 76 millones de toneladas producidas en América del Sur, durante la temporada 2017-2018. Debido a esta brecha en la oferta, China aún depende de la producción de Estados Unidos para mantener el equilibrio entre la oferta y la demanda a nivel mundial.
«Creemos que el actual entorno incierto y los precios de las materias primas no incentivan una apertura de nuevas áreas en Brasil y Argentina», dijo el informe. «Por lo tanto, en el mediano plazo, es probable que China continúe dependiendo de las importaciones estadounidenses y el descuento [de los precios] de Chicago en relación a Sudamérica debería reducirse en el futuro».
Por otra parte, la temporada brasileña de comercialización de soja finaliza cuando la temporada de cosecha de soja en Estados Unidos comienza en septiembre. Por lo tanto, se espera que los compradores internacionales, incluida China, recurran a los suministros estadounidenses, ya que la mayoría de las cosechas brasileñas habrán sido ya exportadas para ese entonces.
Para el cuarto trimestre, «China tendrá que comprar soja de Estados Unidos y esto probablemente empujará los precios en Chicago por encima de los USD 9.5 por bushel», dice el informe de Morgan Stanley.
En julio, China y Estados Unidos comenzaron a imponerse aranceles mutuos sobre productos por un valor de USD 34.000 millones, y se espera que la administración Trump implemente más aranceles para otros bienes chinos por valor de USD 16.000 millones.
Además, la Casa Blanca está considerando aumentar los aranceles en productos valorados en USD 200.000 millones a un 25 por ciento, por encima del 10 por ciento anunciado a principios de julio. En respuesta, Beijing anunció el 3 de agosto tarifas de represalia por valor de 60.000 millones de dólares estadounidenses en productos agrícolas, metálicos y químicos.
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