Un día, mientras un asno paseaba por el prado, encontró unos saltamontes que cantaban alegremente en un rincón cubierto de hierba.
Escuchó con gran admiración el canto de los saltamontes. Era un cántico tan alegre que su corazón, amante del placer, se llenó de deseos de cantar como ellos.
«¿Qué es lo que les ha dado esas voces tan bellas? ¿Hay algún alimento especial que coman, o es algún néctar divino que las hace cantar tan maravillosamente?».
«Sí», respondieron los saltamontes, muy aficionados a las bromas. «¡Es el rocío que bebemos! Prueba un poco y verás».
Desde entonces, el asno solo comía y bebía rocío.
Como era de esperar, el pobre asno no tardó en morir.
Las leyes de la naturaleza son inmutables.
Esta fábula ha sido reproducida del eBook del Proyecto Gutenberg «Esopo para niños» (1919).
Esopo (c. 620-564 a.C.) fue un narrador griego a quien se atribuye una serie de fábulas que ahora se conocen colectivamente como «Fábulas de Esopo». Sus cuentos, con su valor moral, han influido durante mucho tiempo en nuestra cultura y civilización, contribuyendo no sólo a la educación y la formación del carácter moral de los niños, sino también, con su atractivo universal, a la autorreflexión de los adultos que han optado por abrazar las virtudes o prestar atención a las advertencias que contienen.
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