En su primer discurso desde su puesta en libertad, el fundador de WikiLeaks, Julian Assange, destacó el preocupante precedente sentado por los países que persiguen a periodistas extranjeros y la erosión de la libertad de expresión alrededor del mundo.
En una intervención ante la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (APCE), Assange relató el largo intento del gobierno estadounidense de procesarlo por filtrar información clasificada.
Assange detalló un complejo recorrido jurídico que comenzó cuando el expresidente Obama cerró una investigación sobre sus acciones, que fue reabierta por el fiscal general de Estados Unidos, lo que dio lugar a una nueva detención de Chelsea Manning.
La Sra. Manning, exanalista de inteligencia del Ejército de Estados Unidos, fue coaccionada para que prestara testimonio contra Assange y se enfrentó a importantes presiones legales, incluido más de un año de encarcelamiento y angustia psicológica, que finalmente la llevaron a intentar suicidarse.
«Manning ya no era solo una denunciante. Ella se convirtió en una fuente obligada a testificar contra el periodista», declaró Assange.
En diciembre de 2017, Estados Unidos emitió una orden para extraditar a Assange desde el Reino Unido, una medida que se mantuvo en secreto durante dos años mientras tanto el gobierno estadounidense, como el ecuatoriano, trabajaban entre bastidores para sentar las bases políticas, legales y diplomáticas para su eventual arresto.
Tras 14 años de batalla legal, Assange regresó a Australia como hombre libre en junio de 2024.
En 2010, la difusión por parte de WikiLeaks de un vídeo militar estadounidense en el que se veía cómo se mataba a civiles en Bagdad, junto con miles de documentos confidenciales, que revelaban muertes de civiles no denunciadas durante la guerra de Afganistán, se convirtió en un elemento central de su caso.
Estas revelaciones provocaron indignación en todo el mundo y pusieron bajo la lente las acciones militares estadounidenses en conflictos en el extranjero.
El Sr. Assange hizo hincapié en las implicaciones más amplias de su caso, señalando que naciones poderosas como Estados Unidos están haciendo valer cada vez más un peligroso precedente legal.
«Solo los ciudadanos estadounidenses gozan del derecho a la libertad de expresión en virtud de la legislación estadounidense, mientras que los ciudadanos de otras naciones siguen estando sujetos a las leyes de confidencialidad de Estados Unidos», afirmó Assange.
Este giro, argumentó, ha puesto a los periodistas europeos y de otros países en riesgo de ser extraditados y procesados por informar sobre actividades del gobierno estadounidense.
«Los europeos deben obedecer las leyes de secreto de Estados Unidos sin defensa alguna», advirtió a continuación.
Describiendo su caso, como «represión transnacional», Assange hizo saltar las alarmas en Europa, donde la guerra en Ucrania ya ha visto cómo se criminalizó a los periodistas en Rusia.
El Sr. Assange advirtió que, sin salvaguardias sólidas, otras naciones podrían seguir el ejemplo de Estados Unidos en la persecución de periodistas extranjeros y en el recorte de la libertad de prensa.
También condenó los esfuerzos del gobierno estadounidense por socavar el papel del periodismo de investigación.
«Fui condenado por una potencia extranjera por recibir y publicar información veraz mientras estaba en Europa. El periodismo no es un delito», alegó Assange, advirtiendo de que la criminalización de las actividades de recopilación de noticias supone una amenaza global para la libertad de prensa.
En su discurso de clausura, el Sr. Assange hizo un llamado a las naciones europeas para que tomen medidas.
«Si Europa quiere tener un futuro en el que la libertad de decir y publicar la verdad no sean privilegios, sino derechos, debe garantizar que lo que me ha ocurrido a mí no vuelva a suceder».
«No me declaré culpable de nada más que de periodismo. Nunca se trató solo de mí: se trata del derecho de todo periodista a hacer su trabajo sin temor a represalias», dijo Assange.
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