Hoy en día nadie quiere ser anfitrión de los Juegos Olímpicos de Invierno: son caros y no ayudan mucho a la economía. Pero el Partido Comunista Chino, que se aseguró ser el candidato ganador para recibir a los Juegos en Beijing en 2022, está dispuesto a abrir los cofres de la nación para continuar con su tradición de mega-proyectos para mantener las apariencias.
Delegados del Comité Olímpico Internacional (COI) no tuvieron muchas opciones para elegir este viernes en Kuala Lumpur. Oslo, Estocolmo, Leópolis y Cracovia abandonaron su candidatura debido a preocupaciones por los costos excesivos, el poco apoyo de la población y consideraciones políticas.
Al final, sólo quedaron Beijing de la China comunista y Almatý del autoritario Kazajistán. A pesar de ser el favorito, Beijing lo logró apenas con un margen de 44 a 40.
Beijing es una “opción segura”, dijo el presidente del COI, Thomas Bach. “Sabemos que China cumplirá sus promesas”.
El régimen chino tiene un montón que cumplir para 2022. A diferencia de Almatý, una ciudad compacta con mucha nieve, Beijing no puede alardear sobre “Hacerlo real” –el slogan de los Juegos de Invierno de Kazajistán.
Habrá que construir 145 km de vías de tren de alta velocidad desde Beijing a Zhangjiakou, fuera de los límites de la ciudad. Y los organizadores de las Olimpiadas de Beijing tendrán que encontrar la manera de producir suficiente nieve, ya que no nieva mucho en la ciudad.
Y también habrá que controlar los legendarios problemas de contaminación del aire de Beijing. Durante los Juegos de Verano de 2008, se cerraron fábricas y se prohibió que más de un millón de automóviles salieran a las calles para evitar el smog, lo que resultó en sólo dos días de clima “dañino”. Hay planes para 2016 de cerrar cuatro plantas que funcionan a carbón, aunque puede ser difícil convencer a los ciudadanos de apagar sus generadores y usar ropa de abrigo en sus casas en pleno invierno.
El apoyo a la candidatura olímpica fue mucho más silencioso que para los Juegos de 2008 –la mayoría de las celebraciones se realizaron en el estadio Nido de Pájaro, en un evento en el que participaron unos 500 invitados preseleccionados, y no hubo gente celebrando en las calles. Esto puede deberse en parte a que en Beijing hay poco interés en los deportes de invierno dada las temperaturas relativamente templadas durante dicha estación.
Para financiar esto, el régimen chino probablemente tendrá que superar el presupuesto propuesto de U$S 3.900 millones –el cual no incluye el costo del tren de alta velocidad– y no puede esperar un gran beneficio económico. Las Olimpiadas de 2008 costaron U$S 40.000 millones, pero las ganancias generadas por los derechos de transmisión, souvenirs y boletos, venta de acciones y patrocinio alcanzaron los U$S 3.300 millones, según la publicación estatal China Daily.
Pero el Partido Comunista Chino está dispuesto y es capaz de gastar mucho en un evento que carece de popularidad y de un verdadero invierno porque en última instancia –al igual que otros países comunistas en casos anteriores– le preocupa más levantar su imagen.
Represas, aeropuertos, puertos, rascacielos y los puentes más largos del mundo son algunos de los muchos mega-proyectos que el régimen comenzó en los últimos años. La deuda nacional alcanzó los U$S 27,7 billones en 2014, según la agencia estatal de noticias Xinhua citando al Instituto Global Mckinsey. En contraste, el producto bruto interno de China fue de U$S 10,2 billones en 2014.
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