La primera caravana de hondureños migrantes del año, que ingresó a Guatemala por el departamento caribeño de Izabal, fue obligada a retornar este jueves a la frontera de ambos países para regularizar su situación, por orden de policías guatemaltecos y del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE.UU. (ICE, en inglés).
La Policía Nacional Civil de Guatemala y los funcionarios estadounidenses, vestidos de civil con camisa de botones, lentes oscuros y pantalones de comando, revisaron a decenas de hondureños que habían ingresado, en su mayoría, sin registro a Guatemala el pasado miércoles.
Las autoridades retuvieron a los migrantes a la altura de la aldea Entre Ríos, del departamento de Izabal, y los devolvieron en microbuses hacia la frontera del Corinto, desde donde habían ingresado como caravana.
La Agencia Efe pudo constatar la desesperación de la mayoría de los hondureños que fueron obligados a retornar a la frontera para identificarse y poder así continuar con su camino rumbo a Estados Unidos.
Una familia de tres niños, compuesta por un adolescente y dos mujeres, lloraba este jueves por tener que regresar a la frontera, pues aseguraron a EFE que son objeto de amenazas de la «Mara 18», una de las pandillas más temibles de la región.
Antes de ser ingresados a los microbuses -aptos para 10 personas-, los migrantes comenzaron a rezar guiados por Jorge, otro hondureño que condujo la oración «para tomar fuerza».
Solo algunos cuantos inmigrantes, en su mayoría hombres, consiguieron registrarse en la frontera para seguir su camino dispersos.
Tal y como lo anunció el presidente guatemalteco, Alejandro Giammattei, en su primer día en el cargo, las autoridades de Guatemala fueron más severos con quienes llevaran a sus hijos a pesar de que existe un acuerdo para el libre tránsito -con previo registro con documento de identificación-.
El convenio exime a los menores de edad, quienes sí deben presentar pasaporte e ir acompañados de sus padres o ellos contar con un permiso de alguno de los dos.
Elementos de la Cruz Roja llegaron para atender a los inmigrantes con problemas de salud, algunos por heridas en los pies y con deshidratación tras más de cinco horas de haber caminado sin descanso hasta ser interceptados por los policías guatemaltecos y los funcionarios estadounidenses, que asesoran a los locales por un acuerdo entre ambos países en 2019.
Los policías detienen cada transporte público, bajan a los tripulantes y los revisan. Incluso algunos hombres que se registraron en la frontera sin problema, decidieron retornar a Honduras al viajar con menores de edad que no son admitidos por las autoridades guatemaltecas.
Además de los cientos de hondureños que cruzaron el pasado miércoles la frontera del Corinto, en el caribe, otros miles pasaron la frontera de Agua Caliente e ingresaron a Guatemala para seguir su camino por el mismo rumbo que el caminado por la caravana inmigrante que salió de la clandestinidad en octubre de 2018 y que llegó a México por la frontera guatemalteca de Tecún Umán, en el departamento de San Marcos (oeste).
Ambos grupos, tanto el que ingresó a Guatemala por la frontera de Corinto como la de Agua Caliente, partieron de Honduras el pasado martes por la noche.
El Ministerio de Gobernación (Interior) guatemalteco confirmó mediante una nota de prensa que «realiza operativos de seguridad» en la frontera de Corinto y también en Agua Caliente, donde «se verifica que las personas de origen hondureño que integran una caravana cumplan con sus trámites migratorios».
Guatemala y Honduras forman parte del denominado Triángulo Norte de Centroamérica, junto a El Salvador. La región es considerada una de las más violentas del planeta y de acuerdo a organismos internacionales, cada año al menos medio millón de ciudadanos de los tres países emigra a Estados Unidos de manera ilegal en busca de mejores oportunidades de vida.
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