Un tipo de células producidas por el organismo al combatir los virus del resfriado común brinda protección cruzada a las personas contra la infección por el virus que causa el COVID-19, según un estudio publicado el lunes.
Las células T han sido reconocidas como una medida de protección contra el COVID-19 grave y las investigaciones anteriores indicaban que la recuperación de los resfriados comunes podría proporcionar cierto nivel de protección contra el virus que causa el COVID-19.
Investigadores del Imperial College de Londres descubrieron en el nuevo estudio que la presencia de dichas células también puede prevenir la infección por el virus del PCCh (Partido Comunista Chino), también conocido como SARS-CoV-2, que causa la enfermedad.
Los científicos evaluaron a 52 contactos de casos recién diagnosticados de COVID-19 para determinar cuándo se expusieron por primera vez y determinaron que las personas que dieron negativo en las pruebas de COVID-19 tenían mayores niveles de células T de reacción cruzada. También tomaron muestras de sangre de los participantes en los seis días siguientes a la exposición.
«Estar expuesto al virus del SARS-CoV-2 no siempre da lugar a la infección, y hemos querido entender por qué. Descubrimos que los altos niveles de células T preexistentes, creadas por el organismo cuando se infecta con otros coronavirus humanos como el resfriado común, pueden proteger contra la infección por COVID-19», dijo en un comunicado la Dra. Rhia Kundu, autora principal, del Instituto Nacional del Corazón y el Pulmón del Imperial.
El profesor Ajit Lalvani, otro de los autores, dijo que el estudio «proporciona la prueba más clara hasta la fecha de que las células T inducidas por los coronavirus del resfriado común desempeñan un papel protector contra la infección por el SARS-CoV-2», y añadió que «estas células T proporcionan protección atacando las proteínas del interior del virus, en lugar de la proteína espicular de su superficie».
El descubrimiento podría ayudar a los científicos a desarrollar una nueva versión de la vacuna contra el COVID-19, dijeron los investigadores.
«La proteína espicular está sometida a una intensa presión inmunitaria por parte de los anticuerpos inducidos por la vacuna, lo que impulsa la evolución de mutantes de escape de la vacuna. En cambio, las proteínas internas a las que se dirigen las células T protectoras que hemos identificado mutan mucho menos. En consecuencia, están muy conservadas entre las distintas variantes del SARS-CoV-2, incluida la ómicron», dijo Lalvani. «Por tanto, las nuevas vacunas que incluyan estas proteínas internas conservadas inducirían respuestas de células T ampliamente protectoras que deberían proteger contra las variantes actuales y futuras del SARS-CoV-2».
También instaron a la gente a vacunarse contra el COVID-19 en lugar de confiar en la protección de las células T de reacción cruzada.
Las vacunas actualmente disponibles han demostrado ser menos eficaces contra la variante ómicron del virus del PCCh, incluso contra la enfermedad grave. Aunque las vacunas de refuerzo restauran parte de la protección perdida, los primeros datos señalan que la eficacia del refuerzo contra la infección disminuye rápidamente tras su administración. Se desconoce si los refuerzos duran más tiempo.
El estudio se publicó en Nature y fue financiado por la Unidad de Investigación sobre Protección de la Salud del Instituto Nacional de Investigación Sanitaria y el Consejo de Investigación Médica.
Entre las limitaciones se encuentra el reducido número de participantes y el hecho de que el 88% eran blancos.
El Dr. Simon Clarke, profesor asociado de Microbiología Celular de la Universidad de Reading, que no participó en el estudio, afirmó que las personas que han estado resfriadas no deben dar por sentado que están protegidas contra el SARS-CoV-2, ya que muchos resfriados no son causados por coronavirus y es necesario seguir investigando al respecto.
«Aunque se trata de un estudio relativamente pequeño, contribuye a nuestra comprensión de cómo nuestro sistema inmunitario lucha contra el virus y muestra que las futuras vacunas podrían beneficiarse si se dirigen a otros componentes además de la proteína espicular», añadió.
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