Seis aviones militares chinos transitaron el 11 de abril el espacio aéreo de Turquía y Bulgaria, ambos miembros de la OTAN, para entregar misiles a Serbia, un aliado clave del régimen de Vladimir Putin en Rusia.
Es probable que la medida se considere una demostración de fuerza, ya que el presidente serbio Aleksander Radic había dicho anteriormente que la OTAN se negaba a dejar que los envíos de armas chinas atravesaran el espacio aéreo de sus países miembros.
Los aviones de carga Y-20 entregaron los sistemas de armas antiaéreas a Serbia a través del aeropuerto civil Nikola Tesla en Belgrado.
El FK-3, que es la versión de exportación del misil doméstico HQ-22 de China, es un sistema de misiles tierra-aire que a menudo se compara con el sistema de misiles Patriot de Estados Unidos. Puede alcanzar una velocidad seis veces superior a la del sonido (Mach 6) y tiene un alcance de unas 93 millas. Un sistema incluye 12 misiles dispersos entre tres vehículos de lanzamiento y un vehículo radar independiente.
En particular, los aviones chinos volaron juntos en formación masiva en lugar de uno a la vez, y utilizaron sistemas de seguimiento MLat (multilateración) de última generación en lugar del radar más tradicional. Los analistas de inteligencia de fuentes abiertas también observaron que al menos algunos de los aviones habían retirado las cubiertas de sus contramedidas de bengalas y chaff–sistemas defensivos para ayudar a evadir los ataques con misiles–, lo que posiblemente indica que los aviones chinos anticipaban encontrar cierta resistencia o querían que se viera que anticipaban resistencia.
El envío permitirá a Serbia convertirse en el primer usuario de misiles chinos en Europa, y aumentará un arsenal ya creciente de drones, tanques, y aviones de guerra chinos y rusos adquiridos por la nación en los últimos años.
El incidente subrayó los temores de Occidente de que una mayor acumulación de armas en la región pueda desembocar en un conflicto, ya que Rusia sigue librando su guerra contra Ucrania, y tanto los líderes chinos como los rusos promueven sus propias formas de expansionismo autoritario.
Actualmente Serbia busca ingresar en la Unión Europea, en medio de la preocupación de algunos por estar preparando una guerra con sus vecinos de los Balcanes, en particular con Kosovo.
Serbia y sus vecinos se vieron envueltos en una serie de amargas guerras durante la mayor parte de la década de 1990, en las que fueron muy frecuentes los informes sobre limpieza étnica. Las guerras alcanzaron un crescendo sangriento con el bombardeo de la OTAN sobre Serbia (entonces Yugoslavia) en 1999, que provocó la muerte de unos 500 civiles y la destrucción de infraestructuras vitales y monumentos culturales.
En 2008, Kosovo declaró su independencia de Serbia, y posteriormente expresó su deseo de ingresar en la OTAN. Sin embargo, China, Rusia y Serbia se han negado a reconocer a Kosovo como nación legítima.
Con esta historia en mente, el expresidente de Kosovo, Hashim Thaçi, acusó a Serbia de planear una anexión de partes del territorio similar a la de Crimea en 2017, antes de dimitir para enfrentarse a un tribunal de crímenes de guerra por actos que presuntamente cometió durante las guerras de Yugoslavia.
Sin embargo, la relación de Serbia con China y Rusia sigue siendo algo desigual. Por un lado, la nación votó en la ONU para condenar la invasión rusa de Ucrania, mientras que se negó a sumarse a las sanciones internacionales contra Moscú o a emitir cualquier otra crítica contra las tropas rusas allí.
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