Kimberly Jenkins, una enfermera de cuidados intensivos que presta sus servicios en el Banner Health Center de Phoenix, Arizona, sabe que pronto podría quedar sin trabajo a menos que cumpla con el programa de vacunación contra COVID-19 antes del 1 de noviembre, ordenado por su empleador.
Eso no va a suceder, dijo Jenkins, que tiene sus esperanzas puestas en una exención religiosa de la vacuna.
«Si me la deniegan, no volveré a trabajar para Banner», dijo la enfermera a The Epoch Times.
Vestidas con batas de hospital, Jenkins y varias otras enfermeras con atuendo hospitalario se manifestaron frente al edificio del Senado de Arizona el 24 de septiembre, para protestar contra la orden de vacunación.
«No me importa cómo conseguiré que me paguen [pero] tengo que dar un paso atrás por mi propia salud mental», dijo Jenkins, sosteniendo un cartel con un dibujo del virus del PCCh (Partido Comunista Chino), causante de COVID-19.
«Este parece que está mutando en una dictadura», se leía en el cartel.
Al otro lado de la calle del Capitolio de Arizona, más de 1000 personas se reunieron en una manifestación por la libertad médica patrocinada por más de una docena de organizaciones que se oponen a la vacuna de COVID-19.
Entre los patrocinadores estaban las organizaciones Arizona Coalition for Medical Freedom, America’s Frontline Doctors, America’s Healthcare Workers for Medical Freedom, Arizona for Medical Freedom y el Partido Patriota de Arizona.
Jenkins, de 41 años, se encogió de hombros cuando se le preguntó qué hará para trabajar si la despiden de su empleo.
«Otras organizaciones están contratando en Arizona. El mayor problema es el personal y tener que lidiar con el hecho de que nosotros perderemos muchas enfermeras» por las órdenes de vacunación, dijo Jenkins.
«Así que ahora se tienen a nuevos graduados trabajando en áreas de alta seguridad [en lugar de enfermeras experimentadas]. No tenemos personal para formar a las nuevas enfermeras».
Desde que la Administración Biden anunció las órdenes de vacunación para los empleados federales y las empresas con 100 empleados o más, los centros sanitarios de todo el país sufrieron pérdidas.
A principios de este mes, Novant Health Inc. anunció que 375 empleados fueron suspendidos por no cumplir con el programa contra COVID-19 de la empresa.
Por su parte, el Hospital General del Condado de Lewis, en Lowville, Nueva York, cerró este mes su sala de maternidad cuando decenas de empleadas decidieron abandonar sus puestos de trabajo en lugar de aplicarse la vacuna.
En la institución de salud Indiana University Health, 125 empleados dimitieron este mes tras rechazar la vacunación.
Aunque Jenkins dijo que no está segura de cuántos puestos de trabajo de enfermería de su centro de salud están en el punto de mira, «es suficiente para hacer una gran diferencia en una atención adecuada».
El estándar de atención en las Unidades de Cuidado Intensivo ( UCI) es de tres enfermeras especializadas por paciente. Ahora, es común ver a dos enfermeras por cada paciente de cuidados críticos, añadió.
«No me gusta que se ignore la ciencia», dijo otra enfermera no vacunada que participaba en la manifestación del 24 de septiembre. Ella trabaja en Common Spirit Health en Phoenix. «Yo he visto [efectos secundarios] adversos en mis compañeros de trabajo», después de recibir la vacuna.
«La vacuna fue totalmente acelerada. Se aceleró incluso cuando estábamos en estado de pandemia», dijo a The Epoch Times.
La ironía, añadió, es que durante la pandemia de 2020 «éramos héroes. Ahora, somos ceros». A pesar de ello, destacó, «yo no voy a renunciar. No me preocupan sus calendarios».
«No diría que tengo miedo [de perder mi trabajo]. Yo diría que es un error lo que están haciendo», dijo a The Epoch Times bajo condición de anonimato, otra enfermera registrada en la manifestación que también trabaja en Common Spirit Health.
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