Un elemento clave del adoctrinamiento socialista es creer que el individuo no debería considerarse separado del Estado, y que a través de la absoluta responsabilidad del Estado sobre cada aspecto de nuestras vidas, ningún asunto queda libre de causa política.
En parte, esto se relaciona con la creencia en la intervención estatal. La gente ya no está dispuesta a manejar los asuntos por sí mismas. Cualquier asunto personal, cualquier conflicto entre individuos, o cualquier incomodidad en la vida ya no se ve como algo que el individuo deba resolver o aguantar, sino como un asunto que el Estado debe resolver con regulación.
Es a través de este proceso de crisis y respuesta que el poder del gobierno suplanta al poder individual. Termina en regulaciones que de a poco remplazan las tradiciones de autosuficiencia con la tiranía del socialismo.
Los verdaderos objetivos del socialismo
El socialismo a menudo se malentiende como un simple sistema económico, la creencia en compartir, o como una alternativa al capitalismo. Pero nada de eso es verdad.
El socialismo, como imaginaron Karl Marx y otros, era meramente la etapa inicial de desarrollo del comunismo. Era donde el Estado se hace del control de los medios de producción y los mecanismos de poder, y los usa para dirigir a la sociedad hacia los objetivos finales del comunismo: la destrucción de la moral, la tradición, la familia, y todas las estructuras sociales.
El socialismo es lo que Vladimir Lenin llamó en 1917, el sistema del «monopolio del capitalismo de Estado». En vez de remplazar los sistemas de comercio, el Estado simplemente se apropiaba de todos los negocios y regulaba toda forma de comercio. Los derechos a intercambiar eran expropiados de los individuos, luego caían en manos del todopoderoso Estado burocrático.
Aún así, el socialismo no termina en el control de los negocios y las finanzas. Es también una ideología cultural, social y atea que busca de igual forma apropiarse y dominar estos aspectos en cada individuo.
Es debido a esto que tenemos cosas como la «corrección política» de Mao Zedong en 1967, que buscaba suplantar la moral tradicional con una nueva moral dictada por políticas de Estado.
Desconfianza hacia el prójimo
Como escribió el famoso ensayista G.K. Chesterton el 21 de marzo de 1925, los entonces emergentes sistemas socialista y comunista no fueron una rebelión contra una «tiranía anormal», como en las rebeliones anteriores en la historia. Fueron en cambio un nuevo tipo de rebelión «contra lo que ellos pensaban que era la tiranía normal—la tiranía de lo normal».
«No han hecho una revuelta contra el rey», escribió Chesterton. «Están en revuelta contra el ciudadano».
Y Chesterton tenía razón. El socialismo no se trata de poner fin al control que el rey tuvo alguna vez en la sociedad. Se trata en cambio de expandir el alcance de su control, hasta dominar cada elemento en la vida de cada persona.
El enemigo del socialismo no es la fuerza tiránica que domina a los individuos—porque este dominio es lo que las políticas del socialismo promulgan. El enemigo del socialismo es el individuo.
Como hizo notar Chesterton: «Lo que hay detrás del bolcheviquismo y otras cosas modernas es una nueva duda. No es meramente una duda sobre Dios; es especialmente una duda sobre el Hombre».
Es debido a esta creencia—que la gente es incapaz de la libertad sin la completa intervención estatal—que tenemos nuevas teorías socialistas para interpretar las relaciones entre Estado y ciudadano. En Estados Unidos, esto surgió en los 30 con la «teoría crítica» de la Escuela marxista de Frankfurt, y luego en los 60 con el nuevo eslogan: «lo personal es político».
Una cosmovisión de lucha
La teoría critica actúa como un nuevo lente con el cual la gente interpreta al mundo. Motiva a la gente a considerar la historia y todo lo que existe en la sociedad de hoy usando el concepto marxista de lucha de clase. Todo asunto se reduce al «oprimido» luchando contra el «opresor». Este sistema de conflicto dialéctico, la «lucha de los opuestos», es la que sostiene el marxismo como herramienta de «evolución» social hacia el comunismo.
¿Pero a qué se traduce realmente la teoría crítica? Se traduce a la idea de que toda dinámica social es tiránica, y que así ha sido durante toda la historia. Por eso, busca destruir toda la historia, toda la cultura, todos los valores y todo lo demás que alguna vez existió.
¿Y qué propone como remplazo de esta tiranía histórica? Su respuesta es un Estado socialista de tiranía absoluta, capaz de dominar cada persona hasta sus pensamientos, su habla, su salud, sus creencias, y las mínimas elecciones de la vida diaria.
Esta tiranía socialista, en su camino al comunismo, ha producido más de 100 millones de muertes no naturales en el último siglo. En su lucha contra la «esclavitud», ha esclavizado a toda la sociedad. En su puja contra la «opresión» ha establecido un sistema de opresión que fue más lejos que los reyes más tiránicos de la historia.
Dominación del Estado
La gente que estudia teoría crítica leerá un libro clásico pero llegará a una interpretación radicalmente diferente de la que alguien que no fue adoctrinado por el pensamiento marxista. En vez de leer lo que la historia es, la interpretarán a través del lente de la lucha—a través del lente de un individuo oprimido o un grupo oprimido luchando contra un opresor.
Las historias ya no son más sobre heroísmo, crecimiento personal, o elección moral. En cambio, todo se vuelve una historia sobre la cosmovisión marxista-leninistas de lucha. Y la conclusión que se ofrece para resolver esta lucha es darle al Estado el poder absoluto.
El sistema de auto lavado de cerebro bajo la teoría crítica se ha vuelto la piedra angular de la educación moderna. Es la implantación internacional de nociones, la alteración de conclusiones y cambiar la manera en que la gente percibe la información.
De igual modo, el concepto de que «lo personal es político», juega con la misma idea. Esta creencia, en el corazón de cosas como la «política de identidad», sostiene que una persona ya no es responsable por los asuntos personales. En cambio, los asuntos personales se convierten en el negocio de la política—el control estatal.
Como escribió el autor y economista francés Frédéric Bastiat en su libro «La ley» en 1850, «los tiranos socialistas se perciben por encima de toda la humanidad, y sostienen que su trono de poder les da el derecho a dictar sobre cada individuo como una persona se dicta a sí mismo. Esto conduce a la ingeniería social, y a jugar con las libertades y vidas de todos en la sociedad».
Él escribió: «Pero piensa sobre la diferencia entre el jardinero y sus árboles, entre el inventor y su máquina, entre el químico y sus substancias, entre el agricultor y su semilla. El socialista piensa, con toda sinceridad, que la misma diferencia existe entre él mismo y la humanidad».
Joshua Philipp es un periodista de investigación senior para La Gran Época.
Las opiniones expresadas en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de La Gran Época.
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A continuación
Cómo el comunismo busca destruir la humanidad
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