El famoso ensayo teórico «Sobre la igualdad de las cosas» del antiguo maestro taoísta y filósofo Zhuang Zi, finaliza con un pasaje críptico en el que el sabio relata un sueño donde era como una mariposa y como tal, era «consciente solo de su propia felicidad».
Al despertar, a Zhuang Zi le surge el siguiente dilema: ¿Estaba soñando con ser una mariposa, o la mariposa, ahora dormida, soñaba con él?
Interpretando sueños durante milenios
Carl Gustav Jung, el pionero suizo de la psicología analítica, sostuvo que «la naturaleza es a menudo oscura, pero no es, como el hombre, engañosa. El sueño en sí no pide algo: es un contenido evidente, un hecho natural, llano».
Por lo menos desde la dinastía Shang hace unos 4000 años, los antiguos chinos dieron un gran valor a los sueños como un medio para explorar el mundo de los espíritus. Ya que creían que los sueños reflejan la buena o mala fortuna, la corte y la aristocracia Shang nombraron funcionarios especializados en este campo, quienes actuaban como intérpretes de sueños.
Un clásico de Confucio, «Ritos de Zhou», recopilado durante el Período de los Reinos Combatientes (475-221 a. C.), divide los sueños en seis categorías distintas; otro texto escrito en la dinastía Han del Este (25-220 d. C.), amplió la lista a diez. «Los principios elevados de la adivinación de sueños», una obra del siglo XVI, estableció nueve categorías. Los sueños se interpretan de manera diferente dependiendo del contexto médico o religioso.
Los sueños como lecciones
Los maestros de la escuela de cultivación espiritual taoísta eran conocidos por sus métodos indirectos de instrucción; la iluminación inspiraba a los discípulos de forma natural, a diferencia de la rigidez del dogma. El sueño se presenta comúnmente en el folclore y leyendas chinas como una alegoría de la condición humana en el «mundo real».
«Historia en una almohada», escrita por Li Mi en 719 durante la dinastía Tang, describe un sueño. En ella un hombre joven, frustrado tras no aprobar los exámenes imperiales, se encuentra con un viejo taoísta. Tomando una almohada mágica proporcionada por el sabio, el joven sueña que toda su vida está llena de éxito y fortuna.
Ochenta años transcurren en su sueño, sin embargo, al despertar tiene que hacer frente al mismo viejo taoísta y por lo tanto a la verdad de que el estatus y la riqueza experimentados en el sueño no son diferentes de las recompensas del «mundo real» obtenidos a través de la búsqueda material. Iluminado, el joven erudito consagra su vida a la búsqueda espiritual por sobre las ganancias mundanas.
«El Gobernador de Nanke» escrito también por un autor de la dinastía Tang, Li Gongzuo, habla de un hombre llamado Chun Yufen a quien le sucede una experiencia similar. Después de haber bebido una copa de más, Chun se duerme y en su sueño ve a dos deidades con atuendos púrpura (púrpura es el color privilegiado para los eruditos en la creencia popular china) que lo llevan en su carruaje.
Las deidades conducen a Chun a un mundo contenido en el hueco de un árbol, en el que se le da una vida de felicidad, poder y comodidad, donde llega a ser un funcionario y se casa con una princesa. Aunque el comienzo es auspicioso para Chun, pronto se ensombrece mientras es derrotado en la batalla contra los invasores extranjeros y su mujer sucumbe a la enfermedad. Por último, desfavorecido por el tribunal, Chun renuncia y decide regresar «a casa».
Abordando el carruaje de las deidades, es transportado de regreso a la vigilia, el reino de los mortales y al examinar el árbol hueco encuentra que el mundo en el que soñaba no era más que un nido de hormigas. Toda una vida de fortunas y penas había pasado en el transcurso de una siesta por la tarde. Al ver que los avatares del reino humano no son más importantes que los sucesos de un hormiguero, Chun deja su pueblo para vivir como daoísta recluido en meditación.
Cuántos sueños, tantas realidades
Como se alude al final de «El Gobernador de Nanke», los chinos no tomaban a los sueños como simples invenciones del subconsciente, sino como mundos completos más allá del nuestro.
Teniendo en cuenta estos reinos llenos de existencia, un tema clave en el tratamiento chino de los sueños es la naturaleza, intercambiable en última instancia, de los sueños y la realidad. En la línea de las reflexiones de Zhuang Zi, la vida misma puede ser un reflejo de un mundo mayor, más allá del alcance de nuestras mentes conscientes.
Los más de dos mil años de Budismo en China se entrelazan con el concepto de la reencarnación, uno nace en este mundo en correspondencia con sus actos de vidas anteriores. Este mundo es solo uno de muchos otros, igualmente reales y los sueños son conductos a ellos.
La igualdad de la materia
«Cuando dormimos, el alma se comunica», escribió Zhuang Zi en su obra «Sobre la Igualdad de las cosas.» En un mundo de constante cambio, los sueños se hacen reales y la realidad se desvanece en sueños. Una civilización es un hormiguero, una noche de descanso puede contener toda una vida de experiencias. La belleza y la fealdad, el placer y el dolor; incluso la vida y la muerte se fusionan en el gran continuum de la existencia siempre cambiante.
Zhuang Zi el viajero, en un sueño debate con una calavera y se sorprende al escuchar la descripción que hace la calavera de la muerte como la felicidad real, lo que le permite «tomar la longevidad de los Cielos y la Tierra» como propia. Cuando Zhuang, le pregunta a la calavera si le gustaría volver a la vida como un ser humano, ésta le responde con una mueca:
«¿Cómo podría abandonar las alegrías de un monarca y volver a los afanes del reino humano?».
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