Costosa diplomacia pública de Beijing en Asia produce resultados mixtos, dice informe

Por Eva Fu
16 de diciembre de 2019 5:43 PM Actualizado: 16 de diciembre de 2019 5:43 PM

El régimen chino ha estado invirtiendo miles de millones para atraer a sus vecinos asiáticos, pero los resultados hasta ahora no han sido tan favorables para Beijing como se deseaba, según un estudio realizado el 10 de diciembre por un grupo de expertos.

En el período de seis años, el régimen chino duplicó su presupuesto del Ministerio de Relaciones Exteriores, que pasó de 30,000 millones de yuanes (4,260 millones de dólares) a 60,000 millones de yuanes (8,520 millones de dólares), en un intento por reforzar su imagen mundial.

Beijing también invirtió unos 126,000 millones de dólares en 13 países de la región central y meridional entre los años 2000 y 2017, la mayor parte de los cuales, 120,000 millones de dólares, se destinaron a la construcción de infraestructuras, según el estudio de AidData, un laboratorio de investigación con sede en Virginia de la Universidad William & Mary. Alrededor del 5 por ciento se gastó en ayuda humanitaria, apoyo presupuestario y alivio de la deuda.

Los resultados del estudio se basaron en más de 200 entrevistas con funcionarios gubernamentales, académicos, periodistas, diplomáticos extranjeros y otras personas prominentes de la región.

«La diplomacia pública es un ingrediente crítico en el conjunto de herramientas de Beijing para neutralizar las amenazas potenciales, superar las desventajas internas y superar a los competidores regionales que podrían competir con el gobierno chino por influencia», señala el informe.

Diplomacia financiera

La colección de instrumentos de la «caja de herramientas de la diplomacia pública» de Beijing incluye controvertidos Institutos Confucio —patrocinados por el Estado en universidades extranjeras que promueven una imagen positiva del régimen, así como ciudades hermanas, becas, visitas diplomáticas, diplomacia militar, préstamos del gobierno y operaciones de los medios de comunicación estatales.

«Las aspiraciones de Beijing pueden ser globales, pero se necesita un interés especial en cultivar relaciones más estrechas con la ‘mayor periferia’ de China», dice el informe. Señaló que «convencer a los líderes [de Asia Central y del Sur] para que se alineen con ella en los organismos internacionales de toma de decisiones es también crítico para que el gobierno chino proyecte fortaleza cuando se trata de votos cruciales sobre sus temas prioritarios».

Dos países que captaron más de la mitad de los 126,000 millones de dólares en inversión financiera fueron Pakistán y Kazajstán, ambos socios clave en la iniciativa de La Franja y la Ruta (OBOR, por sus siglas en inglés), el proyecto de financiación de infraestructura del régimen chino de un billón de dólares.

Beijing también intensificó sus esfuerzos diplomáticos para «presentar su versión de la historia» y suprimir la publicidad negativa. El estudio reveló que, con la excepción de Tayikistán y Bhután, todos los países de la región albergan al menos una forma de medios de comunicación controlados por el régimen chino, como la Radio Internacional de China, la emisora CCTV, los periódicos Xinhua o China Daily.

El Ministerio de Relaciones Exteriores y las embajadas chinas organizaron 61 viajes de intercambio para periodistas de Asia meridional y central entre 2004 y 2017. Las entrevistas con periodistas que participaron o tienen conocimiento de tales viajes «mencionan repetidamente que los anfitriones chinos pagaron la cuenta entera (o al menos subsidiaron fuertemente los costos)», según el informe.

En cuanto al intercambio de estudiantes, el número de estudiantes internacionales en China se multiplicó por diez hasta alcanzar los 500,000 entre 2000 y 2018, mientras que el número de becas gubernamentales para estudiantes extranjeros también aumentó 12 veces. Los de Asia meridional y central recibieron un total de 10,000 becas de las autoridades chinas.

«Sentimientos mixtos»

A pesar de la importante cantidad de recursos financieros y humanos invertidos por Beijing para ganar el favor de los líderes y ciudadanos del sur y centro de Asia, las actividades «pueden no ser igualmente adecuadas para realizar los logros que se esperan», dice el informe.

La preocupación por la corrupción, el problema de la deuda y la falta de transparencia han seguido alimentando el debate público en la región, mientras que las aperturas han llevado a una disminución de la opinión pública de los dirigentes chinos.

En Kazajstán, el «cierre» de la ambiciosa iniciativa de La Franja y la Ruta, el público es «generalmente escéptico respecto a Beijing» debido a la desconfianza en la inversión china, el maltrato de Beijing a las minorías musulmanas y el miedo a la posible afluencia de inmigrantes chinos.

El papel del régimen como socio económico también ha suscitado «sentimientos encontrados», probablemente porque la oferta es a menudo vinculante con el uso de empresas y mano de obra chinas, «con un derrame limitado hacia la economía local».

Los avances de Beijing con los ciudadanos comunes en la región son «superficiales en el mejor de los casos», siendo el activo más fuerte su «influencia económica, más que el atractivo intrínseco de su cultura, idioma o valores», según el estudio. No obstante, señaló que las reuniones informativas para la prensa y los artículos de opinión de altos funcionarios, así como de los Institutos Confucio, se han correlacionado con opiniones públicas más favorables hacia los dirigentes chinos.

«Los entrevistados a menudo describieron el compromiso de Beijing con el público en general como mínimo y dijeron que la gente en su país pensaba principalmente en China en el contexto de proyectos de infraestructura a gran escala como carreteras, ferrocarriles, puertos y centrales eléctricas», dijo.

A pesar de la voluntad de los países de aceptar dinero chino, los investigadores no encontraron indicios de un mayor respaldo público a la postura de Beijing sobre cuestiones polémicas ni de una mayor alineación de las votaciones en la Asamblea General de las Naciones Unidas.

«Incluso entre los líderes que están generalmente entusiasmados por asociarse con Beijing (…) hay un creciente estribillo de que quieren evitar la dependencia excesiva de cualquier socio financiero», señaló, citando varios factores en juego, como el énfasis en la autonomía política, la presión de las relaciones públicas y el apalancamiento en la negociación.

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