La galardonada periodista de investigación australiana, Sharri Markson, afirma que existen pruebas convincentes que demuestran que el virus causante de la pandemia de COVID-19 se originó en un laboratorio chino vinculado al ejército del régimen comunista.
Los hallazgos de Markson se publicaron en su nuevo libro «What Really Happened in Wuhan» (Lo que realmente ocurrió en Wuhan) y estas evidencias sugieren que en Beijing se conocía el virus meses antes del inicio de la pandemia.
«Creo que las evidencias apuntan claramente a una filtración (del coronavirus) en el Instituto de Virología de Wuhan, ya sea a mediados de septiembre o, al menos, cuando el Instituto de Virología de Wuhan tuvo conocimiento de ello a mediados de septiembre y luego, después de eso, ocurre la decisión deliberada de las autoridades chinas para encubrirlo», dijo Markson durante una reciente entrevista en el programa American Thought Leaders de EpochTV.
El régimen chino ha negado con vehemencia que el virus del PCCh (Partido Comunista Chino) se haya escapado del Instituto de Virología de Wuhan, a pesar de las pruebas que apuntan a esta conclusión. El instituto lleva más de una década investigando los coronavirus de los murciélagos y está situado a poca distancia de un mercado local de Wuhan, ciudad de la provincia central china de Hubei, donde surgió el primer brote de casos de esta infección.
Lo que aún resulta más importante, una hoja informativa publicada por el Departamento de Estado de Estados Unidos afirmó en enero que varios investigadores del Instituto de Virología de Wuhan enfermaron con síntomas similares a los de COVID-19 en otoño de 2019.
Markson dijo que en su libro presentó más pruebas que implican al Instituto de Virología de Wuhan, incluyendo la existencia de una base de datos del instituto que contenía 22,000 virus fue «desconectada misteriosamente» por primera vez el 12 de septiembre de 2019, tres meses antes de que China advirtiera que el virus era contagioso.
Ese mismo día, el Instituto de Virología de Wuhan publicó una licitación para mejorar su seguridad, añadió. Durante las semanas siguientes, el instituto se dedicó a gastar medio millón de dólares para reforzar su seguridad, incluyendo la compra de nuevos sistemas de circuito cerrado de televisión y la contratación de nuevos guardias.
Finalmente, la compra incluyó también un nuevo sistema de ventilación, un incinerador de aire medicinal y una máquina de pruebas de reacción en cadena de polimerasa (PCR) para analizar la presencia de coronavirus, según Markson.
China estuvo comprando para la provincia de Hubei significativamente más equipos de PCR en 2019 en comparación con los años anteriores, según un informe reciente de la empresa de ciberseguridad Internet 2.0, con sede en Australia.
Se gastaron alrededor de 67.4 millones de yuanes (unos USD 10.5 millones) en equipos de PCR en 2019, un aumento de alrededor del 83 por ciento en comparación con el total de 2018. Basándose en los datos, el informe concluyó: «Evaluamos con alta confianza que la pandemia comenzó mucho antes de que China informara sobre COVID-19 a la OMS [Organización Mundial de la Salud]».
«Luego están las pruebas que siguieron sobre la general Chen Wei. Ella fue la principal funcionaria del ejército que entró y se hizo cargo del Instituto de Virología de Wuhan, de la orden mordaza y el hecho de que [el líder chino] Xi Jinping emitiera entonces una nueva ley de bioseguridad. Así que hay muchas otras pruebas que apuntan a una filtración del laboratorio», dijo Markson.
La ley de bioseguridad se aprobó por la vía rápida en octubre del año pasado, ocho meses después de ser propuesta por Xi. La ley entró en vigor en abril de este año.
Narrativa sobre el origen del virus
Markson dijo que la gente fue muy engañada en 2020 sobre el origen del virus. De hecho, la narrativa de China —que el virus tenía un origen natural— se impuso «a expensas de averiguar la verdad», añadió.
«Se nos dio la falsa impresión de que había un consenso científico de que se trataba de un virus natural. En la carta de Lancet se nos dijo que era una conspiración sugerir que se trataba de una filtración de laboratorio. Resultó que muchos de los científicos que estaban detrás de esa carta tenían increíbles conflictos de intereses», explicó.
El 19 de febrero de 2020 —menos de un mes después de que Estados Unidos informara de su primer caso local de COVID-19 en el estado de Washington— 27 científicos emitieron una declaración conjunta que fue publicada en la revista médica The Lancet. «Nos unimos para condenar enérgicamente las teorías conspirativas que sugieren que el COVID-19 no tiene un origen natural», declararon.
Sin embargo, se supo que uno de los 27 científicos tenía un conflicto de intereses. En junio, The Lancet actualizó la carta, mencionando que Peter Daszak no había revelado los «conflictos de intereses contrapuestos», un requisito del Comité Internacional de Editores de Revistas Médicas.
La organización de Daszak, EcoHealth Alliance, una fundación de investigación sin ánimo de lucro con sede en Nueva York, recibió millones de dólares en subvenciones del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID) y parte del dinero se envió al Instituto de Virología de Wuhan.
Antes de que The Lancet hiciera la actualización, salió a la luz que EcoHealth había estado trabajando con científicos chinos durante más de 15 años y que la organización sin ánimo de lucro recibía financiación china.
En cambio, dijo Markson, la investigación científica que iba en contra de la narrativa china sobre el origen del virus era rechazada, citando lo ocurrido al inmunólogo australiano Nikolai Petrovsky, quien tuvo problemas para publicar su trabajo.
«Cuando no pudo publicar su trabajo, incluso los servidores de preimpresión lo rechazaron. Los servidores de preimpresión están diseñados para dar a conocer la ciencia mientras se revisa por pares. Incluso ellos lo echaron para atrás», dijo Markson.
«En aquel momento que yo estaba escribiendo el libro, para mí se estaba produciendo esta increíble censura de la ciencia», dijo la periodista.
Petrovsky, profesor de la Universidad Flinders de Australia, terminó publicando su trabajo en el servidor de preimpresiones ArXiv. Después de ello la investigación fue revisada por expertos y publicada en la revista Nature Scientific Reports. Utilizando un modelo informático, su investigación descubrió que la proteína de la espiga del virus del PCCh puede unirse más estrechamente a una proteína llamada ACE2 en las células humanas que a la misma proteína de otras especies examinadas, incluidos los murciélagos y los pangolines.
«Esto argumenta en contra de que el virus se transmita directamente de los murciélagos a los humanos. Por lo tanto, si el virus tiene una fuente natural, solo podría haber llegado a los humanos a través de una especie intermediaria que aún no se ha encontrado», dijo Petrovsky en una declaración.
Para avanzar, Markson sugirió que debería haber un organismo creíble aparte de la OMS para investigar los orígenes del virus. Ella recomendó una comisión presidencial o una investigación bipartidista en el Congreso.
«Aquí hay caminos muy claros para seguir incluso si China se niega a cooperar y no hay ninguna señal de que el régimen del Partido Comunista de pronto se vuelva transparente».
Únase a nuestro canal de Telegram para recibir las últimas noticias al instante haciendo click aquí
Cómo puede usted ayudarnos a seguir informando
¿Por qué necesitamos su ayuda para financiar nuestra cobertura informativa en Estados Unidos y en todo el mundo? Porque somos una organización de noticias independiente, libre de la influencia de cualquier gobierno, corporación o partido político. Desde el día que empezamos, hemos enfrentado presiones para silenciarnos, sobre todo del Partido Comunista Chino. Pero no nos doblegaremos. Dependemos de su generosa contribución para seguir ejerciendo un periodismo tradicional. Juntos, podemos seguir difundiendo la verdad.