Los cuentos de asesinos chinos tratan sobre los hombres cuya extrema determinación y fidelidad les valió un lugar único e influyente en la historia de China. Llevando a cabo sus misiones fatídicas como ejércitos individuales, estos combatientes endurecidos del Reino Medio sirvieron a una variedad de amos con diferentes motivaciones.
En sus compilaciones de más de 2000 años de historia china, el erudito de la dinastía Han, Sima Qian, también conocido simplemente como «el Gran Historiador», incluyó una sección llamada «Crónicas de los Asesinos» en su obra monumental.
A continuación se presentan las historias de tres de estos individuos, el niño de mamá, un traidor enano y un asesino tan bueno que podía matar sin matar.
Zhuan Zhu elimina a un usurpador
En el siglo VI a. C, China consistía de varios reinos que luchaban por el dominio. Allí vivía un hombre en el reino de Wu llamado Zhuan Zhu. Era fuerte como un buey y tenía un gran sentido de la justicia. Pero a pesar de que a menudo se metía en peleas callejeras por varias malas acciones, era tan grande el respeto que Zhuan sentía por su madre que una sola palabra suya era suficiente para detenerlo de cualquier actividad.
En ese tiempo, Wu estaba en una crisis de sucesión. El pretendiente Guang había sido sacado de su trono legítimo por el pretendiente Rey Liao, y quería recuperar su corona. Nada se podía hacer para convencer al usurpador de dimitir voluntariamente, así que algo más drástico había que hacer.
El ministro y general del príncipe Guang, Wu Zixu conocía al hombre adecuado para el trabajo. Ese era Zhuan Zhu, cuya historia se detalla en la novela histórica de la Dinastía Ming, «Romance de los Estados en Zhou del Este».
Al principio Zhuan era escéptico, pero pronto se dio cuenta de que King Liao era un hombre que no cedería a nada más que a la fuerza. Además, el príncipe Guang dio su palabra de que si Zhuan tenía éxito en matar al rey, su madre iba a vivir como una reina por el resto de sus días. Zhuan aceptó alegremente la petición de Wu.
Mientras Zhuan se preparaba para su misión, su madre se despidió de él y luego, mientras estaba distraído, se ahorcó. Ella creía que la misión de su hijo solo podía tener éxito si estaba completamente enfocado. Si ella todavía estaba en su mente, ¿no pondría en peligro sus posibilidades? Zhuan, al ver la devoción que su madre tenía por él, ahora sabía que no podía fallar.
Pero King Liao era cauto. A cualquier lugar al que se dirigía, iba con su ejército y estaba constantemente bajo la protección directa de un centenar de guardaespaldas cualificados. En todo momento se puso un traje blindado de tres capas. Incluso un hombre tan gigante como Zhuan Zhu nunca podría propinarle un golpe.
Zhuan sabía que tenía que hacer lo inesperado. Se transformó en un chef y preparó un plato de pescado tan delicioso que King Liao no sería capaz de resistir.
Efectivamente, el usurpador pronto celebró un gran banquete. En presencia de los guardias, Zhuan se puso ropa nueva y buscó cuidadosamente. Nada estaba fuera de lugar. En tanto se puso de rodillas ante el rey y presentó la sabrosa comida, dos soldados armados estaban justo detrás de él.
Mientras King Liao recibió el delicioso aroma, Zhuan saltó de sus rodillas, metió un brazo en el pescado y sacó de sus entrañas una daga reluciente. En un abrir y cerrar de ojos y con todas sus fuerzas hundió la hoja a través de las tres capas de la armadura del rey directo hacia su corazón. Toda esa protección no fue suficiente después de todo.
Decenas de guardias descendieron instantáneamente sobre Zhuan, convirtiéndolo en picadillo. Pero ya era demasiado tarde. King Liao estaba muerto y pronto tropas leales al legítimo heredero, el príncipe Guang tomaron el control de la corte real.
El sacrificio de Yao Li
El registro de Yao Li, otro asesino del reino Wu, no está incluido en las crónicas de Sima Qian, pero aparece en el texto del siglo III a. C. «Estratagemas de los Reinos Combatientes».
Poco después de la muerte de Kinf Liao, el príncipe Guang, ahora coronado como Rey Helú de Wu, estaba preocupado de que el hijo de Liao, Qing Ji, podría tratar de tomar venganza. Una vez más acudió a Wu para obtener ayuda.
Cuando Helú vio a quién recomendó Wu, de igual modo, estaba consternado. Ante él, de pie apenas de 1.21 metros de altura, estaba el débil y grotesco Yao Li.
Sin embargo, Wu aseguró al rey que a pesar de su físico, Yao era perfecto, ya que poseía un carácter absolutamente estoico, incluso, en un momento de extremo peligro y dificultad.
En este momento, Qing Ji estaba acumulando sus fuerzas y recursos humanos para enfrentarse al Rey Helú. Al ver esto, Yao ideó un plan.
Yao Li pidió a Wu Zixu que le cortara la mano y matara a toda su familia. Después de que estos actos drásticos se cometieron, Yao Wu escapó y huyó al campamento de Qing, fingiendo un deseo de servirle contra el rey Helú y Wu.
Qing no estaba seguro al principio, pero pronto sus informantes regresaron de Wu y confirmaron la historia de Yao. Qing estaba convencido de que Yao no podía tener lealtades a Wu después de tales atrocidades y Yao fue contratado.
Algún tiempo más tarde, Qing Ji quien se había aliado con el estado de Wei, estaba listo para volver a tomar el reino de Wu. Mientras él y su flota cruzaban el poderoso río Yangtze, Yao Li estaba a su lado a bordo de su buque insignia, y tenía una lanza en la mano.
Fue un día de mucho viento y mientras Qing cerró los ojos ante el vendaval, Yao no perdió la oportunidad. En una rápida acción empujó su lanza en la espalda de Qing.
Cuando el general abrió los ojos de nuevo, sabía que todo había terminado. Con calma, felicitó a Yao por su atrevimiento y ordenó a sus tropas no castigarlo. Luego sacó la lanza de su carne y murió.
Yao Li, por su parte, sabía el peso de lo que había hecho para llevar a cabo su misión. Enumeró tres pecados mortales: violó el principio de lealtad, ya que declaró su lealtad a Qing Ji solo para traicionarlo; causó que su propia familia fuera asesinada, lo cual había sido poco filial, y se dejó mutilar, lo que en la antigua cultura China era visto como un grave insulto en contra de los propios padres.
Con esto, y con su misión terminada, Yao se arrojó al agua y desapareció en las profundidades del Yangtze.
Cao Mo ‘convence’ al duque Huan
Casi 200 años antes de la época de Zhuan Zhu y Yao Li, a principios del siglo VII a. C, el duque Huan, soberano del estado de Qi y la primera de las «Cinco potencias hegemónicas», estaba logrando que muchos otros territorios se doblegaran a su ambición. Junto con su hábil ministro Guan Zhong, Huan elaboró una serie de alianzas en las que el estado de Qi era el líder indiscutible.
El estado de Lu, lugar de nacimiento de Confucio, estaba ubicado justo al lado de Qi. Una serie de conflictos con Qi llevaron a Lu a perder varias ciudades y una gran extensión de territorio, un hecho que ofendió a su gobernante, el duque Zhuang. Para colmo de males, Huan del estado de Qi ahora quería que Lu entrara en su alianza y estuviera subordinado a sus deseos.
Zhuang tenía a su servicio a un general llamado Cao Mo. Este soldado había perdido tres guerras contra Qi, pero aún era ferozmente leal al estado de Lu.
Los dos duques se reunieron en un pueblo llamado Ke para asistir a una «convención de alianza», conocido en chino como «Huimeng», donde se llevaban a cabo negociaciones entre los líderes feudales. Zhuang trajo a Cao con él.
Durante la comida y bebida, los gobernantes de Qi y Lu discutieron los términos, que por supuesto estaban inclinados a favor de Huan.
Pero a medida que los líderes se preparaban para prometer el juramento de alianza, Cao se precipitó, agarró a Huan y sostuvo una espada en su garganta. Manteniendo a este poderoso hombre como rehén, el general explicó a todos los presentes que Lu había sido intimidado para que se sometiera y que los términos de la alianza eran injustos.
El Estado de Lu, exigió Cao, debía ser devuelto a sus territorios ancestrales antes de poder llegar a cualquier tipo de acuerdo. Huan no tuvo más remedio que aceptar. Sorprendentemente, Cao bajó su espada, Zhuang realizó el juramento y las festividades continuaron como si nada hubiera sucedido.
Después, Huan estaba comprensiblemente enfurecido por su humillación. Planeaba no cumplir su promesa y castigar a Lu por su insolencia, pero su ministro Guan lo detuvo. Aunque el estado de Qi algunas veces fue de hecho un agresor militar, la base de su poder residía en la integridad y los valores sociales que había cultivado con delicadeza.
Huan escuchó a Guan y calmo su ira. Él ciertamente devolvió el territorio conquistado de nuevo a Zhuang del estado de Lu.
Sun Zi, autor del famoso «Arte de la Guerra», consideraba la victoria sin luchar como la forma más elevada de la guerra. Según este principio, aunque Cao en realidad no asesinó al duque de Qi, es lógico que su historia aparezca primero en las crónicas de Sima sobre los grandes asesinos.
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