No temas
No temas; la isla está llena de sonidos
y músicas suaves que deleitan y no dañan.
Unas veces resuena en mi oído el vibrar
de mil instrumentos, y otras son voces
que, si he despertado tras un largo sueño,
de nuevo me hacen dormir. Y, al soñar,
las nubes se me abren mostrando riquezas
a punto de lloverme, así que despierto
y lloro por seguir soñando.
El misterio y el asombro están en la raíz misma de la existencia humana. Sin ellos, nuestras vidas serían estériles. Nos encanta desentrañar misterios, y si los perdiéramos todos, nuestras vidas serían terriblemente tristes, cuando no carentes de sentido. Necesitamos creer en lo imposible.
Tal vez, la belleza del misterio nunca haya sido mejor expresada que en este pasaje de la obra de Shakespeare «La Tempestad». En este punto de la escena, uno de los personajes describe a un grupo de nobles náufragos sus impresiones sobre su mágica isla natal.
Al leer estas palabras de forma aislada, podríamos pensar que el orador es un niño o un rey. En realidad, es un monstruo. Esta criatura, Calibán, ha sido esclavizada por Próspero, un mago varado en la isla con su hija Miranda. Próspero tomó a Calibán a su cargo, hasta que el demonio intentó abusar de Miranda. Ahora, sometido a la esclavitud, planea su venganza.
Pero de repente, de la nada, pronuncia este sorprendente discurso, mostrando una inesperada ternura. A menudo, Shakespeare pone la mayor sabiduría en la boca de un tonto, o una frase memorable en la boca de un torpe. Pero aquí va más allá: pone el famoso mandato de Cristo «No tengáis miedo» en la boca de un aparente diablo. ¿Por qué? Quizá para indicar que todos llevamos dentro una chispa de divinidad.
Las palabras de Calibán parecen llevarnos a un nivel de conciencia preverbal, el nivel de un bebé que se encuentra con el mundo por primera vez: un lugar de cálida bruma dorada e inocencia, de zumbidos y sonrisas, de dulzura infinita. O podemos estar en el cielo rodeados de filas de ángeles y arcángeles. A nuestro alrededor hay ruidos, voces y música, nada distinto. Bajo el hechizo de los «instrumentos que tintinean» como el arpa, nos derretimos en un asombro y una reverencia con los ojos bien abiertos. Por un momento, entramos en un mundo de aturdimiento y milagro.
Pero luego llega el final. Como relata Calibán, las nubes celestiales de su sueño desaparecen cuando se despierta; las riquezas nunca se materializan. Y, sin embargo, están ahí: en el aire, en la tierra y en los sonidos que le rodean. La isla está encantada. De una manera extraña, el espíritu del misterio nos da esperanza porque siempre permanece ligeramente fuera de nuestro alcance.
Este es un pasaje para recitar cuando sentimos que el mundo ha perdido su magia. Cuando todo parece demasiado sencillo, rutinario y aburrido. Cuando está desprovisto de sorpresa. Escuchar el silencioso asombro de Calibán nos transporta a un lugar donde el sueño y la realidad se unen. Levantamos la vista de la página y lloramos, renovados y extrañamente felices.
William Shakespeare (1564-1616) fue un poeta y dramaturgo inglés, ampliamente considerado como el mejor escritor en lengua inglesa.
Christopher Nield es un poeta que vive en Londres.
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