Una pequeña distracción puede tener serias repercusiones cuando se trata de provocar una destrucción accidental de una reliquia, pero también puede generar una gran lección sobre la compasión. Es el caso de Ariel, un pequeño niño de Israel que la semana pasada rompió accidentalmente un jarrón de 3500 años de antigüedad en un Museo de Haifa, tras lo que éste sorpresivamente lo invitó a restaurarlo como un profesional.
La curiosidad de Ariel Geller de 4 años lo llevó a romper el 23 de agosto un jarrón de la Edad de Bronce que formaba parte de la exposición permanente del Museo Hecht de Haifa desde hace 35 años.
Era uno de los únicos recipientes de su tamaño y de esa época que se encontró completo cuando fue hallado. El vestigio probablemente fue usado para contener vino o aceite y data de entre 2200 y 1500 a. C.
«Hoy viernes, exactamente una semana después de la fragmentación de la antigua jarra que estaba colocada en la entrada del Museo Hecht de la Universidad de Haifa, el dulce niño Ariel llegó acompañado de familiares y amigos, para una visita de experiencia restauradora en el museo», escribió el museo a través de un posteo en Facebook.
«La familia estuvo feliz de reunirse con la directora del museo, la Dra. Inbal Rivlin, quien inició la visita y la reunión, y recibió instrucciones especiales de la directora de las colecciones arqueológicas y curadora adjunta del museo, Peri Harel, durante el recorrido», agregó.
Además, la directora del Departamento de Educación, Halva Oued, le regaló a Ariel una camiseta y una gorra del museo.
El museo dijo que dio un entrenamiento de reparación de objetos arqueológicos a la familia y, al finalizar, el pequeño Ariel experimentó un trabajo de restauración museística.
«El museo preparó para él un kit de curación especial, que le permitió montar y restaurar un jarrón, como un auténtico profesional, y similar al proceso por el que pasa el jarrón roto hoy en día», agregó el museo.
Además enfatizó que «lo que comenzó como un desafortunado incidente de mala suerte en el que un niño que visitaba el museo rompió accidentalmente un jarrón antiguo (…) rápidamente se convirtió en algo mucho, mucho más grande».
Así, lo que pudo ser traumático para ambos lados involucrados en este accidente, en cuestión de días se convirtió en una experiencia compasiva, de aprendizaje e innovadora, tanto para la familia de Ariel como para el museo, quien recalcó «que no hay ira en nosotros hacia el niño o su familia».
«Si bien estos accidentes pueden ser angustiantes, quiero compartir que nuestra respuesta estuvo guiada por la empatía y la comprensión», escribió la directora del museo Rivlin en su LinkedIn.
«Ofrecimos un gesto compasivo a la familia: una visita privada diseñada para curar tanto al niño como al jarrón, simbolizando nuestro compromiso con las experiencias positivas incluso en situaciones difíciles».
Incluso la directora fue más allá indicando que el Museo Hecht tiene planes de mejorar la participación e interacción de los visitantes al museo «a través de exhibiciones interactivas utilizando técnicas de vanguardia, como funciones ‘táctiles’ impresas en 3D, entendiendo que la conexión física es parte de la experiencia».
Nahariya, donde vive la familia de Ariel, se ubica en una zona al sur de la frontera de Israel con Líbano, que ha sido blanco de ataques con misiles por parte de Hezbolá durante más de diez meses, en un conflicto vinculado a la guerra en Gaza que comenzó con el ataque de Hamás a Israel el 7 de octubre pasado.
La familia ha estado visitando museos y realizando excursiones de un día por Israel durante el verano para escapar de las tensiones que provoca la guerra, dijo Alex Geller, el padre de Ariel y de otros dos hermanos del pequeño.
Geller dijo que había muchos niños en el museo ese día, y que Ariel, el más pequeño de sus tres hijos, es particularmente curioso, por lo que en el momento en que escuchó el estruendo aquel viernes, el primer pensamiento que pasó por su mente fue: «‘por favor, que ese no sea mi hijo'».
Cuando se dio vuelta y vio que era su hijo, quedó «en completo shock», recordó.
Mientras que su madre, Anna Geller, dijo sentirse avergonzada por el accidente.
«Fue sólo una distracción de un segundo», dijo la Sra. Geller. «Y lo siguiente que recuerdo es un gran boom boom detrás de mí».
«Me da vergüenza», dijo la Sra. Geller, quien comentó que intentó desesperadamente calmar a su hijo después de que el jarrón se rompiera. «Me dijo que sólo quería ver qué había dentro».
El padre se acercó a los guardias de seguridad para informarles lo sucedido con la esperanza de que se tratara de una reproducción y no de un objeto auténtico. El angustiado padre incluso se ofreció a pagar los daños del jarrón quebrado.
«Pero llamaron y dijeron que se encontraba asegurado y después de revisar las cámaras y ver que no se trató de vandalismo, nos invitaron a volver para una visita de restauración», dijo Alex Geller.
El jarrón fue uno de los muchos objetos exhibidos al aire libre, parte de la visión del Museo Hecht de permitir a los visitantes explorar la historia sin barreras de vidrio, dijo Inbar Rivlin, directora del museo.
Los expertos utilizaron tecnología 3D y videos de alta resolución para restaurar el jarrón, que podrá volver a ser exhibido la siguiente semana.
«Esto es lo más interesante para mis hijos mayores, el proceso de restauración y toda la tecnología que están utilizando», dijo Alex Geller.
El museo señaló que desde el día del incidente, el Museo Hecht no ha «descansado ni un momento», informando que ahora el milenario jarrón se encuentra en proceso de restauración por parte de su «talentoso restaruador» Roee Shafir.
Por su parte, Shafir, el experto en restauración del museo, quien se encuentra reparando el jarrón, dijo que las reparaciones serían bastante sencillas, ya que las piezas procedían de una única vasija completa. Los arqueólogos suelen enfrentarse a la difícil tarea de buscar entre montones de fragmentos mezclados de varios objetos para intentar armarlos.
Shafir dijo que los objetos expuestos en el museo debían seguir siendo accesibles al público, aunque se produjeran accidentes, porque tocar un objeto puede despertar un interés más profundo por la historia y la arqueología.
«Me gusta que la gente toque. Que no lo rompa, pero que toquen las cosas, es importante», agregó.
Con información de The Associated Press.
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