Tres clanes de familias libanesas y sirias, vinculados a Hezbolá, son parte esencial de la economía “ilícita” con base en el narcotráfico, lavado de dinero y el contrabando de toda índole del régimen de Nicolás Maduro, en Venezuela, según una investigación independiente publicada esta semana.
El informe del centro de pensamiento estadounidense Atlantic Council, titulado ‘El nexo Maduro Hezbolá: cómo las redes apoyadas por Irán apuntalan al régimen venezolano’ pormenoriza cómo se han enmascarado las relaciones entre el grupo terrorista libanés y el poder ejecutivo del país sudamericano.
Joseph Humire, experto en seguridad global y autor del informe, destacó a la Voz de América que nunca se había logrado aportar detalles sobre las entidades e individuos que alimentan los nexos entre Maduro y Hezbolá.
“Hezbolá ha ayudado al régimen de Maduro a convertirse en el eje central para la convergencia del crimen organizado transnacional y el terrorismo internacional en el hemisferio occidental, multiplicando los beneficios logísticos y financieros para ambos”, indica la investigación del Atlantic Council.
La base logística que brindan los clanes mencionados por Humire permite que Maduro y sus grupos criminales asociados, como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), “expandan sus operaciones” en Venezuela, señala Humire en su documento.
Su investigación concluye que la “dependencia” de redes ilícitas de parte del régimen madurista es “mejorada” por la naturaleza transregional de Hezbolá, mientras el grupo terrorista libanés se beneficia del apoyo del Estado venezolano para “mover sus fondos ilícitos y personal dentro y fuera de la región”.
“Redes de apoyo”
La publicación apunta a tres clanes familiares que se integran a la “economía ilícita” que controlan el régimen y el aparato burocrático de Nicolás Maduro. Denuncia que estas redes gozan de protección del poder ejecutivo venezolano.
“Todos estos clanes son redes de apoyo. No podemos decir que son miembros del Hezbolá, sino que son redes de apoyo”, explica Humire a la VOA.
El primero de los clanes es el de los Saleh, con operaciones en Maicao, Colombia, y Maracaibo, capital del estado venezolano de Zulia. Lo lideran los hermanos Ali Mohamad y Kassem Mohamad Saleh, ambos sancionados por Estados Unidos como financistas del terrorismo en 2012.
A Ali Mohamah, Humire lo describe como un “prominente empresario chiíta y operador de Hezbolá” que lideró una red de crimen y terror que cruzaba fronteras entre Colombia y Venezuela, según comprobaron investigadores de Washington y Bogotá en 2011 durante una operación conocida como Titán.
De acuerdo con el autor, el clan Saleh estaría cooperando en Maracaibo, Venezuela, con otro clan libanés prominente incrustado en el aparato burocrático del madurismo.
“Este clan tiene muchas conexiones en el Líbano, con su propia cancillería, el servicio exterior, con parlamentarios y diplomáticos. Reaparece en Maracaibo cuando hace el registro de una empresa, entre 2013 y 2014. Tiene vinculaciones con el régimen de Maduro”, apunta Humire a la VOA.
Otro clan, el Nassereddine, es “el más clave”, dice, porque tiene integrantes dentro del mismo régimen de Maduro. Ghazi Nassereddine, sancionado por la OFAC de Estados Unidos en 2008 por sus vínculos con Hezbolá y designado como “persona de interés” por el FBI en 2015, es su cabeza.
Cercanos al madurismo
Ghazi, puntualiza Humire, formó parte del ministerio de relaciones exteriores de Venezuela y logró, incluso, obtener su estatus oficial de diplomático.
Su hermano, Abdallah, un prominente empresario que es propietario de centros comerciales e inmuebles en la isla de Margarita, se convirtió en una figura de alto perfil del Partido Socialista Unido de Venezuela en Nueva Esparta.
“Ghazi Nassereddine sigue trabajando con el régimen de Maduro. Es alguien que tiene una relación muy fuerte con Hezbolá. Organizó reuniones en Siria para la entrega de armas por cocaína”, asegura Humire, especializado en amenazas trasnacionales en el hemisferio occidental.
En su artículo, Humire refrenda que Ghazi todavía es un “socio cercano” de Maduro y dirige actualmente el centro de pensamiento Global AZ.
“Se sospecha que otros miembros del clan Nassereddine realizan adoctrinamiento político, entrenamiento paramilitar, y contrabando de armas y drogas en Venezuela”, publica en su investigación.
El tercer clan es el Rada. Sus miembros no tienen sanciones, ni juicios formales. “Ha sido desapercibido. Lo nombro porque hay investigaciones en Argentina donde sospechan de ellos por el atentado a la AMIA”, en 1994, expone.
Esa red familiar estaría involucrada en la industria de la criptominería en Venezuela, controlada por el madurismo y que el Departamento del Tesoro ha vinculado en lo político, social y económico con capos del narcotráfico.
Humire concluye que los clanes Rada, Saleh y Nassereddine son parte de una “red ilícita global mucho más grande de operadores, financistas y facilitadores de Hezbolá, que operan fuera de Venezuela con protección del régimen de Maduro”.
“Cobertura” de Ilícitos
Humire advierte que el puente aéreo y marítimo establecido entre Irán y Venezuela durante la pandemia es un “apoyo logístico” de comida y combustible que serviría de “cobertura” para otras actividades ilícitas en las que estarían involucrados los tres clanes mencionados.
“Ese puente replica lo que Irán ha hecho en Siria”, afirma, en referencia al respaldo del régimen iraní y de Hezbolá al presidente sirio Bashar al-Assad.
Acota que aún están por determinarse las responsabilidades de cada clan en las operaciones vinculadas a ese puente que conecta a Irán, Siria y Venezuela.
Humire adelanta que futuras investigaciones revelarán otras redes y familias inmersas en actividades criminales en el país petrolero.
Maduro, remarca Humire, brinda “protección de movimiento” a los integrantes de esas redes criminales.
“Cuando están en Venezuela, están completamente protegidos. No se tienen que preocupar por algún policía. Es más allá de dar un pasaporte, es construir una identidad falsa. Es completamente diferente”, comenta a la VOA.
Al final de su documento, Humire aporta cinco estrategias para detectar y neutralizar las redes criminales que denuncia. Las principales son la cooperación multinacional y la identificación de sus mecanismos financieros.
“El financiamiento es la sangre que los une”, concluye.
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