Los buscadores de fósiles de Australia descubrieron la historia de una colosal ave prehistórica, tan grande que sus garras podrían haber matado a un canguro.
En 1956 y 1969, unos espeleólogos recogieron los huesos de un ave gigante en la cueva de Mairs, en el sur de Australia. Tras largos años de espera, una nueva investigación llevada a cabo por científicos de la Universidad de Flinders determinó la especie del ave, haciendo por fin «oficial» el descubrimiento.
Han bautizado a la rapaz como dynatoaetus gaffae, o águila poderosa de Gaff.
El águila está estrechamente emparentada con los buitres del Viejo Mundo de África y Asia, como el águila monera o águila filipina. Los investigadores afirman que, con su enorme envergadura y sus poderosas garras, la extinta águila era uno de los principales depredadores aviares del Pleistoceno final.
La Dra. Ellen Mather, investigadora en paleontología, realizó en 2021 una visita de campo a la cordillera Flinders de Australia, donde los exploradores habían extraído décadas antes cuatro huesos de gran tamaño.
«Después de medio siglo, y de varios retrasos causados por la pandemia, la expedición con voluntarios de la Sociedad Espeleológica de la universidad encontró otros 28 huesos dispersos en las profundidades de las rocas en el lugar que indicaba una de estas reliquias de museo», declaró Mathers en un comunicado de prensa.
Hicieron el descubrimiento repitiendo las mediciones tomadas 60 años antes, cuando los espeleólogos descendieron por primera vez a un montón de rocas y descubrieron el gran fósil de un águila en unas grietas.
Con el nuevo hallazgo, los investigadores pudieron hacerse una idea más clara de la anatomía del ave.
Los fósiles recién desenterrados se compararon con restos históricos de otras colecciones del Museo de Australia Meridional y del Museo Australiano, lo que ayudó a completar el rompecabezas.
Estas piezas de museo adicionales procedían originalmente de lugares que abarcaban desde la cuenca del lago Eyre, en Australia Central, hasta el complejo de cuevas de Wellington, en Nueva Gales del Sur.
Gracias a la «investigación osteológica» de los investigadores, se confirmó el tamaño y otros detalles del ave gigantesca.
«Era gigantesca, más grande que cualquier otra águila de otros continentes y casi tan grande como las águilas más grandes del mundo que se encontraban en las islas de Nueva Zelanda y Cuba, incluida la enorme águila de Haast de Nueva Zelanda, extinguida, de 13 kilogramos», declaró el profesor asociado Trevor Worthy, de Nueva Zelanda, que participó en la tarea.
Worthy ha excavado varios restos de águilas de Haast durante sus más de 30 años de investigación.
El Dynatoaetus poseía unas garras gigantescas, de hasta 30 centímetros de largo, añadió Worthy, con las que «fácilmente habría sido capaz de despedazar a un canguro gigante joven, a un ave no voladora de gran tamaño o a otras especies de la megafauna perdida de aquella época, incluidas las crías del marsupial más grande del mundo, el diprotodonte, y de la cabra gigante, el varanus priscus».
La rapaz podría haber cohabitado con especies de aves aún vivas, como el águila de cola de cuña o audaz. Este hecho conlleva interesantes implicaciones.
«Dado que las aves rapaces australianas solían ser más variadas, podría significar que el águila de cola de cuña en el pasado estaba más limitada en cuanto a dónde vivía y qué comía», dijo Mather. «De lo contrario, habría estado compitiendo directamente contra el dynatoaetus gigante por esos recursos».
Junto con el recientemente descubierto cryptogyps, una enorme rapaz parecida al buitre, el dynatoaetus también es único en Australia. Ambos se extinguieron hace unos 50,000 años.
«Estábamos muy emocionados de encontrar muchos más huesos de gran parte del esqueleto para crear una mejor imagen y descripción de estas magníficas aves gigantes extintas hace mucho tiempo», dijo Mather.
«A menudo se ha señalado la escasez de grandes depredadores terrestres que tenía Australia en aquella época, por lo que el dynatoaetus ayuda a llenar ese vacío».
El águila recién encontrada fue bautizada en honor de la paleontóloga victoriana Priscilla Gaff, que describió por primera vez algunos de los fósiles en su tesis de maestría en ciencias de 2002.
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