Un estudio australiano encontró información valiosa sobre cómo las diferentes condiciones de iluminación pueden afectar nuestro estado de ánimo, reforzando la investigación y la innovación para reducir los síntomas de enfermedad mental.
Dirigido por la científica psicológica Elise McGlashan, del Instituto Turner para el Cerebro y la Salud Mental de la Universidad de Monash, el equipo descubrió que la presencia de luz cambia nuestra neurobiología de forma que nos hace sentir más seguros.
«Todos hemos experimentado lo diferente que se siente al estar en una oficina con grandes ventanales, en comparación con una poco iluminada», dijo McGlashan.
Descubrieron que esto se debe a que la luz mejora la conexión entre la amígdala y el córtex prefrontal del cerebro y disminuye la actividad de la amígdala, y «la disfunción de este circuito se asocia a una mayor ansiedad».
La luz suprime la amígdala, el centro del miedo del cerebro, ayudándonos a relajarnos. La reducción de la actividad de la amígdala se asocia con un estado de ánimo positivo y una menor ansiedad.
El instituto ha utilizado este tipo de investigación para crear tratamientos alternativos contra la depresión.
«Sabemos que la terapia de luz en dosis altas y controladas es un antidepresivo eficaz», dijo McGlashan.
El profesor asociado Sean Cain, de la Universidad de Monash, prepara actualmente la producción en serie de un sensor de luz para llevar puesto, con el fin de alejar a los usuarios de la iluminación artificial, como la luz azul de los LED de ordenadores y teléfonos, que puede ser perjudicial para nuestra salud física y mental.
Según los expertos en salud mental, los extensos cierres de COVID-19 tanto en Nueva Gales del Sur como en Victoria, pueden estar provocando en los australianos niveles récord de síntomas de enfermedad mental.
La línea telefónica de salud mental y prevención del suicidio Lifeline Australia registró un aumento del 40% en la demanda de llamadas.
Cain dijo que «en un impulso evolutivo, los humanos han tomado el control de su entorno lumínico con la luz eléctrica» y como resultado, «ahora parece que vivimos en una especie de zona crepuscular».
«Vivimos en interiores, por lo que no estamos tanto tiempo a la luz del día. Y en la noche, ya no estamos en la oscuridad», dijo Cain.
Un estudio reciente de Cain, publicado en Scientific Reports, descubrió que las personas que tenían una mayor exposición a la luz por la noche tenían más problemas para conciliar el sueño debido a la supresión de la melatonina.
La melatonina es una hormona que el cerebro produce cuando se expone a la oscuridad. Ayuda a regular los ritmos circadianos (el reloj interno de 24 horas) y favorece la capacidad de una persona para conciliar el sueño. La exposición a la luz por la noche puede bloquear la producción de melatonina.
«Los días luminosos y las noches oscuras que ayudaban a nuestro organismo a organizar los ritmos de actividad y reparación en todo el cuerpo han sido sustituidos por un crepúsculo irregular que afecta a nuestros relojes internos, contribuyendo a la aparición de enfermedades crónicas», afirma Cain.
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