Corría el año 1585, más concretamente el día 7 de diciembre, cuando cerca del pueblo de Empel en la antigua Flandes, el Tercio Viejo de Zamora se enfrentaba a la rendición o a la derrota.
Algo más de 4.500 combatientes hambrientos, empapados, con ropas raídas y mal pertrechados al mando del Mestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla habían sido emboscados en la isla holandesa de Bommel por soldados protestantes.
El Conde de Holak, comandante de las fuerzas holandesas compuesta de cien barcos, ofreció a los españoles una rendición honrosa. La respuesta española fue clara: «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos».
Ante esa respuesta, el holandés ordenó abrir los diques de los ríos con la intención de inundar el campamento de los españoles, que tuvieron que replegarse en un montículo de tierra firme, el de Empel.
Durante toda la noche fueron cañoneados con fuego de artillería y arcabucería que los españoles aguantaron con decisión y coraje durante horas. Haciendo acopio de la valentía que caracterizaba a los Tercios españoles, los soldados devolvieron el fuego y lograron poner en fuga a sus enemigos.
En medio del fuego, un soldado que cavaba una trinchera encontró una tabla flamenca con la imagen de la Inmaculada Concepción.
El Maestre Bobadilla, considerando el hallazgo como una señal divina, ordenó colocar la imagen en un improvisado altar y animó a sus soldados a luchar encomendándose a la Virgen Inmaculada y a cantar la Salve.
El milagro de Empel
Aquella noche se desató un inusual viento helado que congeló las aguas del río Mosa. Al amanecer, los holandeses perplejos por el súbito giro de los acontecimientos tuvieron que abandonar el asedio para evitar que sus naves quedaran encalladas en el hielo.
El 9 de diciembre, tras ocho días de asedio, los españoles se prepararon para atacar de nuevo a los holandeses, pero estos huyeron despavoridos. Mientras huían cuenta la crónica que el almirante Hohelohe-Neuenstein, conde de Holak dijo:
«Tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro».
«Bobadilla actuó con serenidad y esperanza, infundió en sus hombres fe en que vendría ayuda del Cielo. La Sagrada Escritura dice que el miedo no es otra cosa que la falta de confianza en el auxilio divino, y Bobadilla le supo transmitir esta convicción a sus hombres, que estaban al borde de soluciones extremas. Un gran jefe y un gran creyente -con razón-, como se vio», explicó el el historiador y militar José María Sánchez de Toca y Catalá al Diario ABC.
Desde ese día, la Virgen de la Inmaculada Concepción fue proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia. Desde el 12 de noviembre de 1892 y por Real Orden de la Reina Regente doña María Cristina de Habsburgo, es patrona de la Infantería española y cada 8 de diciembre en España se conmemora la efeméride de este suceso histórico.
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