Las Fuerzas de Defensa de Israel ( IDF) dijeron el el 20 de septiembre que desde el Líbano dispararon 140 cohetes hacia el territorio israelí.
Los cohetes se lanzaron después de los ataques aéreos israelíes contra objetivos del grupo terrorista Hezbolá en el sur del Líbano.
Unos 120 cohetes lanzados desde el Líbano hacieron sonar las sirenas en las zonas de los Altos del Golán, Safed y la Alta Galilea, y parte de ellos fueron interceptados por el sistema de defensa aérea de Israel, dijeron la IDF.
En varias zonas del país las autoridades de Israel enviaron servicios de bomberos y de rescate para extinguir los incendios provocados por los proyectiles caídos. El ejército israelí no precisó si hubo heridos o víctimas como consecuencia del ataque.
También se activaron las sirenas en las zonas de Meron y Netua, dos áreas más cercanas a la frontera, cuando se lanzaron otros 20 cohetes desde Líbano. Las IDF dijeron que la mayoría de ellos cayeron en zonas abiertas, y no se registraron heridos.
Horas antes, aviones de combate israelíes atacaron objetivos de Hezbolá en el sur del Líbano, alcanzando 30 lanzaderas de cohetes con unos 150 proyectiles, una infraestructura terrorista y un depósito de armas.
Las IDF dijeron en una actualización posterior que su fuerza aérea golpeó 100 lanzadores de Hezbolá que consistían en alrededor de 1000 proyectiles, que estaban «listos para ser utilizados en un futuro inmediato para disparar hacia territorio israelí».
El ejército israelí prometió degradar la infraestructura y las capacidades terroristas de Hezbolá y permitir el regreso a sus hogares de los residentes israelíes evacuados de las zonas fronterizas del norte.
El intenso bombardeo surgió tras los ataques que a principios de semana hicieron estallar en el Líbano aparatos de radio y bípers de Hezbolá, matando a 37 personas e hiriendo a unas 3000.
El gobierno libanés y Hezbolá, una organización armada designada como grupo terrorista por Estados Unidos, culparon a Israel de los ataques contra los equipos de comunicación del grupo.
El líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, declaró en un discurso televisado el 19 de septiembre que tales ataques «cruzaron todas las líneas rojas». No indicó cual sería la respuesta del grupo terrorista.
El 17 de septiembre, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, dijo que Washington no estaba implicado en las explosiones de bípers, antes de instar a que se celebraran conversaciones para un alto el fuego entre Israel y Hamás, de frente a un conflicto de casi un año de duración.
El 19 de septiembre, casi dos meses después de que la organización terrorista lanzara ataques con cohetes en los Altos del Golán, que dejaron una docena de niños muertos, el ministro israelí de Defensa, Yoav Gallant, declaró que Israel mantendrá su presión sobre Hezbolá. Gallant no hizo comentarios sobre los ataques con bípers y walkie-talkie.
«En la nueva fase de la guerra, hay importantes oportunidades, pero también importantes riesgos. Hezbolá se siente perseguido por lo que la secuencia de acciones militares continuará», declaró Gallant en un comunicado.
Gallant señaló que Hezbolá «pagará un precio cada vez mayor» a medida que Israel intente alcanzar sus objetivos, entre ellos «el regreso seguro de las comunidades del norte de Israel a sus hogares».
En una muestra de apoyo a Hamás tras los atentados del 7 de octubre de 2023, Hezbolá, grupo respaldado por Irán, comenzó a disparar cohetes contra el norte de Israel, lo que obligó a muchos residentes a huir al centro del país. Desde entonces, Israel y Hezbolá han intercambiado disparos casi a diario.
Con la colaboración de Jack Phillips e información Reuters
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