Todo el mundo experimenta dolores de cabeza. Desde las cefaleas punzantes por deshidratación hasta las migrañas incapacitantes, el dolor de cabeza es un problema muy común. Esto es quizás especialmente cierto en este momento.
El COVID-19 puede provocarlos, al igual que estar sentado en el escritorio durante demasiado tiempo y no salir de casa lo suficiente.
Cuando los dolores de cabeza aparecen, la reacción de muchas personas es recurrir a un analgésico. Y estos pueden funcionar. Pero la mejor solución suele ser indagar en las razones del dolor, sobre todo si se padecen a menudo tipos similares de dolores de cabeza.
Aunque todos ellos conllevan dolor, el lugar donde se produce este puede darnos una pista sobre el tipo de dolor de cabeza que estamos experimentando. El dolor en el rostro y la frente son indicadores de un dolor de cabeza relacionado con los senos paranasales, mientras que la sensación de un taladro neumático en alguna parte de nuestro cráneo suele ser una migraña.
Pero, en última instancia, todos los dolores de cabeza están causados por la vasodilatación en la cabeza, es decir, el ensanchamiento de los vasos sanguíneos cerca del cerebro. Esto estira los receptores sensoriales en la pared del vaso y sentimos esa sensación como dolor.
Para entender por qué sentimos este dolor, tenemos que pensar en las limitaciones con las que trabaja el contenido de nuestra cabeza. La sangre es tóxica para el tejido cerebral y por eso se mantiene separada a través de la barrera hematoencefálica. Si un vaso sanguíneo tiene una fuga o se rompe, se produce una hemorragia y la muerte del tejido cerebral al que llega la sangre. Por lo tanto, si nuestros vasos sanguíneos se dilatan más allá de los límites cómodos, los receptores sensoriales emitirán señales al cerebro, que interpretamos como dolor.
Los dolores de cabeza son un sistema de alerta temprana. La mejor manera de contrarrestarlos es averiguar sobre qué nos están avisando.
1. Piense más allá de su cabeza
Es una vía de doble sentido. La causa de los dolores de cabeza puede venir a veces de nuestro cuerpo o comportamiento. Y, por supuesto, los dolores de cabeza afectan tanto a nuestro cuerpo como al comportamiento. Si vemos el dolor de cabeza como algo aislado de nuestro cráneo, nunca entenderemos realmente su causa, nuestra experiencia con él o cómo podemos mitigarlo mejor. Esto significa pensar más allá de la cabeza. Sí, el dolor de cabeza se genera en alguna parte de nuestra cabeza y lo sentimos en ella, y por eso se llama dolor de cabeza. Pero el dolor de cabeza es mucho más que eso; por eso me fascinan, los he estudiado durante los últimos 20 años y recientemente publiqué un libro sobre el tema.
Las personas que sufren migrañas con frecuencia lo entienden perfectamente y a menudo hacen un seguimiento religioso de su consumo de alimentos, actividades y el clima para averiguar qué las desencadena. Sin embargo, las personas que padecen dolores de cabeza normales suelen estar menos al tanto de las causas de su dolor.
El dolor de cabeza por tensión es un buen ejemplo de cómo funciona esto. Se siente como una banda apretada alrededor de la cabeza con un peso encima. Todos somos conscientes de que se producen en momentos de gran estrés emocional (¿alguien se encarga de la educación en casa?), pero también pueden estar causadas por el estrés al que sometemos a nuestro cuerpo, con una mala postura, por ejemplo, o la recuperación de una lesión.
Ambas cosas implican un exceso de actividad de la musculatura que rodea la cabeza y el cuello, lo que pone en marcha una respuesta inflamatoria en la que intervienen las prostaglandinas y el óxido nítrico, sustancias químicas que actúan para ensanchar los vasos sanguíneos. Las sustancias químicas inflamatorias también activan directamente el nervio trigémino, el más complejo de los nervios craneales y el responsable de la sensibilidad y el movimiento de la cara.
Asumir demasiadas cosas, ir de un lado a otro con prisas tratando de hacer las cosas en un tiempo récord y tratar de hacer de todo para todos, son marcadores de comportamiento comunes que predicen una cefalea tensional. Eso y las acciones que realizamos cuando empieza el dolor.
2. Escuche el dolor
Si tiene un dolor en la pierna, es posible que le impida jugar ese partido de tenis o presentarse al fútbol-sala. Es consciente de que si juega con él, puede hacerse más daño y su recuperación será más larga. Pero no solemos hacer eso con un dolor de cabeza. Nos tomamos un analgésico o un antiinflamatorio y seguimos con normalidad aunque nuestros receptores del dolor nos griten que algo va mal.
Tomar paracetamol o ibuprofeno actuará para alejar el peligro, reduciendo la inflamación, la dilatación y la percepción del dolor, pero el dolor de cabeza volverá a aparecer a menos que podamos abordar la causa. A veces es obvio —si tenemos un dolor de cabeza por sinusitis tendremos que esperar a que los senos paranasales se despejen, por lo que tomar un analgésico o un descongestionante puede ser un buen enfoque—, pero a veces nuestra estrategia de afrontamiento puede empeorar las cosas.
Puede que decidamos que una botella de vino y una cena para llevar es justo lo que necesitamos para relajarnos y desestresarnos. Pero ambos conducen a la deshidratación, otra causa omnipresente del dolor de cabeza. Dado que el cerebro está compuesto por más de un 70% de agua, si los riñones necesitan tomarla prestada para diluir el alcohol o las sales y especias, suele proceder de este oasis. El cerebro pierde agua de tal manera que, literalmente, reduce su volumen, tirando de las membranas que lo recubren y desencadenando el dolor.
3. Utilice los analgésicos naturales del cerebro
¿Qué más podemos hacer? Una forma es recurrir al sistema analgésico natural del cerebro y potenciar los neuroquímicos asociados a la felicidad (como la serotonina y la oxitocina) y la recompensa (dopamina). Reírse en una comedia, disfrutar de la compañía de un buen amigo o disfrutar de un poco de intimidad con la pareja potenciarán estas hormonas en distintos grados.
Cada una de ellas bloquea las señales de dolor procedentes del cuerpo, lo que no solo le ayuda a controlar su dolor de cabeza, sino también a restablecer el equilibrio de los neuroquímicos que fueron el mecanismo de su estado emocional alterado.
El conocimiento de que podemos aprovechar nuestro comportamiento y cuerpo para mantener los neuroquímicos de nuestro cerebro en equilibrio nos da una forma de romper el ciclo del dolor de cabeza. Así que la próxima vez que le duela la cabeza sin que las causas sean evidentes —no está enfermo y se ha mantenido hidratado—, analice su vida y vea qué puede cambiar en ella.
El dolor, después de todo, está tratando de decirte algo.
Amanda Ellison es profesora de neurociencia en la Universidad de Durham (Reino Unido). Este artículo se publicó por primera vez en The Conversation.
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