Ya que un 68 por ciento de los estadounidenses cree que Hitler asesinó más gente que Stalin, un poco más de la mitad de los Millennials considera al comunismo como un problema, y una parte de la juventud estadounidense recientemente muestra interés por el socialismo, la opinión pública ha pasado por cambios significativos en los últimos años. La Gran Época cree que vale la pena examinar el impacto del comunismo en las artes y la cultura de hoy y a lo largo de la historia, para comprender mejor este desenvolvimiento.
Probablemente, el efecto más desastroso del comunismo marxista en la vida cultural surgió de su epistemología. Hace de la argumentación ad hominem el fundamento de su investigación, negando de este modo la posibilidad tanto de la libertad humana como de la racionalidad misma. No es sorprendente, entonces, que para Lenin, la pregunta más importante siempre fue ‘quién hace qué a quién’. Todo se reduce a una cuestión de poder.
En “Una contribución a la crítica de la economía política”, Marx dice que “No es la conciencia del hombre lo que determina su ser sino, por el contrario, su ser social es lo que determina su conciencia”. Y también dice que su ser social es determinado por sus intereses económicos. En otras palabras, el hombre siempre piensa según su interés económico: no es más que un portavoz de su dinero (o la falta de él). Dime lo que un hombre tiene, y te diré lo que piensa.
Hay dos posibles interpretaciones del dicho de Marx: que es contingentemente cierto o que es necesariamente cierto.
Si se toma como una afirmación sociológica o psicológica, no hay dudas de que hay un elemento de verdad en él. La gente a menudo busca defender sus intereses por medio de racionalizaciones (no obstante también tiene más que intereses económicos para defender).
Sin embargo, si se toma como una verdad necesaria sobre el pensamiento humano, tiene implicaciones desastrosas. El desacuerdo necesariamente se convierte en enemistad, ciertamente del peor tipo, dado que las clases son irreconciliables hasta el momento en que todas las clases son abolidas y subsumidas por la clase trabajadora. Una vez que se haya logrado ese estado feliz, no habrá más desacuerdos porque la base social para el desacuerdo habrá sido eliminada.
Por supuesto, ésto es un sinsentido absurdo–ciertamente no se explica cómo dos burgueses arquetípicos, Marx y Engels, uno de los cuales era dueño de una fábrica, llegaron a creerlo- pero una vez que se acepta como verdad, inevitablemente baja el tono de todo discurso y, donde sea que se convierta en doctrina oficial, lleva a la matanza masiva.
Todos aman los argumentos ad hominem, que son una forma intelectualizada de chisme; pero los intelectualmente escrupulosos están conscientes de su peligro. Marx, no obstante, hizo cualquier otro argumento imposible. Para aquellos influenciados por él, una persona x puede creer la proposición y solo porque es de su interés hacerlo. Es por ello que Marx también pensó que estaba mal que los filósofos sólo hayan buscado entender el mundo, cuando era necesario cambiarlo.
Bueno, sus seguidores sí lo cambiaron –como lo atestiguan decenas de millones de muertos. Fueron víctimas de la epistemología.
Anthony Daniels es doctor, psiquiatra y autor; su último libro es “En elogio del prejuicio”.
Se estima que el comunismo ha matado al menos 100 millones de personas, no obstante sus crímenes no han sido recopilados y su ideología aún persiste. La Gran Época busca exponer la historia y creencias de este movimiento, que ha sido una fuente de tiranía y destrucción desde su surgimiento.
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