La gente suele utilizar la frase: «la mente sobre la materia» para describir situaciones en las que los dolores del cuerpo se anulan con la mente.
Por ejemplo, un jardinero llega de su trabajo y se sorprende al descubrir un corte desagradable en la mano, algo de lo que no era consciente mientras estaba concentrado en sus plantas, o un soldado en Afganistán es herido por una bala, pero siente poco dolor hasta que está a salvo en la enfermería. Si el dolor estuviera directa y enteramente relacionado con las lesiones corporales, estos ejemplos serían imposibles. Un corte siempre provocaría un dolor leve, mientras que una herida de bala causaría inmediatamente un dolor intenso. Pero no siempre es así.
Los científicos del dolor tienen cuidado de distinguir entre un estímulo dañino (nocivo) y el dolor. En el caso del soldado, su estímulo (una herida de bala) es nocivo, pero no doloroso. Las investigaciones han demostrado que el cerebro tiene la capacidad de atenuar la intensidad de un estímulo dañino. Este proceso se conoce como «modulación del dolor» y es la forma en que nuestro cuerpo nos permite poner la mente por encima de la materia en algunas situaciones.
Para entender la modulación del dolor, necesitamos entender cómo los pensamientos y los sentimientos influyen en el dolor. En los últimos dos años, un proyecto en el que participaron psicólogos y filósofos de la Universidad de Reading y médicos y pacientes del NHS Royal Berkshire Hospital ha explorado esta cuestión. Nuestra idea es que las personas tienen opiniones sobre el dolor —algunas de las cuales puede que ni siquiera sean conscientes de que las tienen—que influyen en la forma en que experimentan el dolor y, quizás más importante, en cómo se benefician con ciertos tipos de tratamiento del dolor.
¿Dónde lo siente?
Estamos investigando si la gente intuitivamente ve el dolor como algo en la mente o en el cuerpo. La gente habla del dolor en ambos sentidos, haciendo hincapié en el aspecto corporal al decir cosas como: «El dolor está en mi dedo» y enfatizando el aspecto mental al decir: «El dolor se siente como una tortura».
¿Pero la gente tiene una posición predeterminada? ¿Una persona tiende a pensar en el dolor como una experiencia corporal, mientras que otra lo piensa como un estado mental? Para averiguarlo, diseñamos una serie de breves escenarios hipotéticos que sondearon la visión de la gente sobre el dolor. Descubrimos que las personas pueden adoptar una visión más corporal o más mental del dolor y que sus puntos de vista pueden cambiar, dependiendo del contexto.
La siguiente pregunta, y quizás la más importante, es si estos puntos de vista afectan a la atención médica que reciben las personas para el dolor. El dolor crónico es una condición debilitante, que conlleva enormes costos personales, sociales y económicos. También es una condición muy difícil de tratar, ya que los enfoques quirúrgicos y farmacéuticos a menudo tienen malos resultados.
Las intervenciones psicológicas, como la terapia cognitiva-conductual (TCC), han demostrado ser una alternativa efectiva y tienen pocos efectos secundarios. Sin embargo, lo más importante es que estos tratamientos no funcionan para todo el mundo. Algunas personas con dolor crónico encuentran que estos tratamientos no son de ninguna ayuda, o lo abandonan sin siquiera darle una oportunidad. Así que la pregunta es: ¿por qué estos tratamientos funcionan para algunas personas y no para otras?
Nuestra investigación se centra en si las suposiciones de una persona sobre el dolor, que los llevan a la clínica, pueden determinar si un tratamiento como la TCC funcionará para ellos.
Después de todo, si usted fuera un paciente con dolor de espalda baja como una característica de su columna vertebral, en lugar de una combinación de su columna y su mente, ¿no se sentiría confundido o molesto de ser enviado a una terapia para alterar su forma de pensar?
Vivir con el dolor puede ser una carga constante. Si usted cree que le dieron el tipo de tratamiento equivocado, abandonarlo o no participar en él, puede ser una respuesta lógica. Si podemos demostrar que las creencias existentes sobre el dolor influyen en la forma en que la que se accede y se beneficia de los tratamientos psicológicos, podemos trabajar en la alteración de estas creencias para permitirle obtener el máximo beneficio. Para ello, vamos a diseñar y probar un programa mejorado de TCC que ayude a las personas a reconocer el papel de la mente en la experiencia del dolor. Esperamos que este tipo de programa mejorado pueda ayudar a más pacientes a beneficiarse de las intervenciones basadas en la mente, haciendo que la mente sobre la materia sea una realidad para más pacientes.
Rich Harrison es un investigador post-doctoral del dolor en la Universidad de Reading en el Reino Unido. Este artículo fue publicado por primera vez en The Conversation.
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