El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se presentó recientemente en Trier, el lugar de nacimiento de Karl Marx, para rendir homenaje a su recuerdo. Luego siguieron una serie de exhibiciones, entre ellas la inauguración de una estatua gigante de Marx, auspiciada por el régimen chino, para conmemorar el aniversario número 200 del creador del comunismo moderno.
Ser originario de un país que experimentó el marxismo en práctica –como yo, que soy de Eslovaquia– implica estremecerse ante tales adulaciones. ¿Qué significa, o qué presagia, que Juncker honre a un arquitecto de la tiranía y la opresión colectivista en tiempos en los que tantas democracias están afrontando dificultades?
Significa que deberíamos estudiar y honrar la historia, por supuesto. Sabemos por la historia que los sistemas basados en ideologías que ponen a un grupo de ciudadanos en contra de otro –la misma esencia de la lucha de clases marxista– se degenera hasta el punto en que se ponen en contra de la humanidad misma.
El argumento de Juncker de que «[Marx] representa cosas por las que él no es responsable y que no causó» es erróneo. El conocimiento y la experiencia del marxismo nos dice exactamente lo contrario. En cuanto a la práctica, no existe ni un ejemplo histórico en el que la teoría marxista aplicada haya tenido resultados positivos. ¿Podrían Juncker y otros hacernos creer que, si solo lo intentáramos más, podríamos algún día «aplicar bien el marxismo» en nuestra política?
Muchos perdieron sus vidas en la batalla contra el comunismo. Rechazaron el marxismo tanto en la teoría como en la práctica y afrontaron las inevitables consecuencias que trajeron aquellos que ingenuamente soñaban con buenas intenciones. Solo por esta razón, la celebración de Marx por Juncker y su mensaje en Trier deshonran otra parte de la historia: las vidas y muertes de aquellos mártires que pelearon por la libertad y la dignidad humana.
Marxismo y Fe
Para aquellos de nosotros que se consideran personas de fe, el afecto de Juncker hacia Marx y el marxismo es especialmente inquietante.
Tal vez el relato más elaborado de por qué el marxismo inevitablemente esclaviza a la persona humana fue provisto por la Iglesia Católica, la iglesia de la que Juncker afirma ser miembro. En sus encíclicas, la Iglesia reconoce «la miseria y desgracia que presiona injustamente a la mayoría de la clase trabajadora» y ofrece una alternativa a la solución esclavizante propuesta por Marx, primero en la encíclica Rerum Novarum (1891) de León XIII, que es considerada un texto fundacional de la enseñanza social católica moderna. Muchas de las posturas sobre los dogmas de Marx fueron añadidas en encíclicas posteriores.
La oportunidad y el contexto también son alarmantes. Es absurdo alabar a Marx mientras Occidente enfrenta dificultades por la pérdida de la creencia y la confianza de la gente en que la democracia liberal puede brindar mejores vidas a todos.
La democracia está haciendo frente a la «competencia» de la demagogia populista y está amenazada por las crecientes campañas de desinformación y propaganda. El gobierno de Rusia es una de las fuentes más grandes de estas campañas.
Encuestas de opinión en el Grupo Visegrád (República Checa, Hungría, Polonia y Eslovaquia) y Alemania, conducidas por el Instituto Republicano Internacional en 2017, indican que el 40 por ciento de los ciudadanos checos, el 36 por ciento de los eslovacos, el 21 por ciento de los húngaros y el 17 por ciento de los polacos creen que la Unión Europea está presionándolos para abandonar sus valores tradicionales. Encima de todo, el 41 por ciento de los eslovacos, el 27 por ciento de los checos, el 20 por ciento de los alemanes, el 18 por ciento de los húngaros y el 14 por ciento de los polacos creen que Rusia tomó el lugar de los valores tradicionales europeos.
El régimen de Putin está intentando activamente revivir el poder de Rusia a través de desdibujar las diferencias entre los regímenes comunistas y las democracias liberales mientras presenta a la Unión Soviética como algo positivo.
Las organizaciones rusas como Memorial, que están tratando de homenajear a los cientos de millones de víctimas del régimen soviético y por lo tanto apoyan la dirección prodemocrática que tomó Rusia inicialmente en los años 1990, son perseguidas, mientras que estatuas de Stalin se erigen a lo largo del país.
Normalizando el comunismo
Los intentos de normalizar el comunismo son exportados a la Unión Europea (UE) con el apoyo tácito de actores como el partido gobernante eslovaco Smer-Sd; el Príncipe de Bélgica Laurent, que regularmente asiste a eventos que celebran a los regímenes chinos, cubanos y otros; muchas universidades occidentales, que reciben generoso «patrocinio» del régimen chino; y ahora Juncker, con su homenaje a Marx.
Por un lado, los europeos están siendo asediados por estatuas de Marx, que están patrocinadas por uno de los regímenes actuales más brutales: el estado unipartidario de China, que asesina a sus propios ciudadanos a escala industrial (vea, por ejemplo, dafoh.org). Por otro lado, estatuas de Stalin son patrocinadas por Rusia, que está llevando a cabo una guerra híbrida y amenazando la integridad misma de la UE.
El año pasado se cumplieron cien años desde la revolución bolchevique. El 7 de noviembre de 2017, la Casa de la Historia Europea, junto con el partido político de Juncker, el Partido Popular Europeo (PPE), organizó un evento para arrojar luz sobre el incidente histórico que desató una de las atrocidades más grandes de la historia y para homenajear a las víctimas del comunismo soviético.
El PPE abarca la mayoría de los partidos de exdisidentes y líderes de la oposición de Estados europeos post-comunistas. Al respecto, el partido tiene un importante rol en salvaguardar la memoria de los horrores del comunismo.
Voces que defienden la ideología marxista con la excusa de que las atrocidades que se cometieron en su nombre no eran una consecuencia inevitable de la teoría de materialismo histórico son peligrosas para las disputadas democracias actuales. El nexo entre las atrocidades y la teoría marxista es claro. Mirar al costado es irresponsable y peligroso.
Tal vez Juncker y la Comisión Europea necesitan una excursión. Podrían comenzar con una visita a los campos de trabajo forzado y prisiones políticas en toda China, cuyo estado unipartidario parece deseoso de fomentar la ingeniudad y la ceguera deliberada.
Miriam Lexmann es una exrepresentante permanente del Parlamento Eslovaco en la Unión Europea, que dejó la diplomacia cuando el actual gobierno post-comunista en Eslovaquia tomó el poder. Ella trabaja en el apoyo a la democracia internacional y sirve como miembro del cuerpo asesor del proyecto COMPASS de la Universidad de Kent.
Las opiniones expresadas en este artículo son del autor y no necesariamente reflejan el punto de vista de La Gran Época.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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