El suelo es la capa superficial de la corteza terrestre que tiene «vocación de permanencia en el futuro», puede ser fértil «generaciones y generaciones si se cuida bien» y sin llegar a explotarlo hasta que se destroce, explica a EFE la profesora de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), María José Marques Pérez.
Marques Pérez, experta en Edafología y química agrícola en el Departamento de Geología y Geoquímica de la Facultad de Ciencias de la UAM, subraya que «si se explota el suelo para sacar toneladas por hectárea», y se excava hasta llegar a la «capa de piedra de abajo y se abandona, se destroza».
La experta habla en el marco del Día de la Conservación del Suelo, que se celebra este domingo, y señala que en el sur de Europa, y concretamente en España, el suelo tiene «muy poca materia orgánica, es un suelo que ha perdido la capa más fértil, la que tiene más vegetación y más humedad. Esa capa en los suelos agrícolas se ha perdido por la erosión», subraya.
El suelo agrícola en España supone «ahora mismo un tercio del territorio», dice, (16,8 millones de hectáreas, según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación), es decir, «un tercio del territorio con poca materia orgánica y erosionado, con poca profundidad y un problema enorme de agua», y recuerda que «no hay agua suficiente para mantener los cultivos», una situación «que va a ir a peor».
«Un destino casi inevitable hacia la desertificación como consecuencia de todo esto. Porque se juntan los factores del clima y los factores del suelo», agrega.
Explica que para enriquecer el suelo se puede utilizar compost, estiércol, purines y lodos de depuradora, pero «siempre con un tratamiento adecuado» de cada uno de esos componentes antes de su aplicación y en el caso de los lodos «siempre que no contengan elementos peligrosos o contaminantes como metales».
Sobre el compost, señala que es un material que en sí mismo «no es caro», pero exige espacio, tiempo, transporte, y estiércol «hay poco porque se usa mucho el purín». Además, apunta que se utiliza residuos de celulosa, pero «si bien es cierto que hay que volver a echar todos los residuos al suelo, hay que hacerlo con cabeza y dependiendo del suelo», advierte.
Sobre la protección de los suelos, una manera es el «mínimo laboreo o la siembra directa», es decir, labrar lo menos posible en el primer caso y en el segundo dejar los residuos vegetales de las cosechas y sembrar en medio sin labrar, aunque en este caso «tiene un contrapunto, y es la utilización de pesticidas, entre otros el glifosato, que está muy cuestionado».
Respecto a la agricultura regenerativa, asegura, «se ponen cubiertas vegetales, no utilizan pesticidas» para que el suelo se regenere, haya más biodiversidad, más microorganismos que «puedan hacer todas las funciones que hacían antes». Se pretende que el «suelo viva y tenga toda esa corte de plantas y animales que ayudan a que funcione como un ecosistema de verdad, donde cada uno hace su labor».
En su opinión, mucha gente está migrando desde África porque viene de «zonas muy desérticas», donde la producción de alimentos es muy pequeña o de zonas tropicales que tienen «suelos muy delicados, muy ácidos», pero donde se ha eliminado bosques que tienen «una especie de equilibrio perfecto de funcionamiento», y como se eliminen el suelo queda expuesto y «en tres o cuatro años se convierte en una especie de ladrillo».
Los migrantes climáticos salen de países «donde se ha hecho una sobreexplotación de esos suelos que antes eran bosques y ahora son agrícolas», advierte, aunque aclara, «es muy difícil generalizar porque en cada sitio es distinto».
Sobre los cultivos intensivos en Sudamérica, donde en algunas zonas llevan algunos años de sequía, Marques Pérez señala que en el sur de Brasil y una parte de Argentina «se está haciendo la siembra directa», pero con «la utilización de semillas que están genéticamente modificadas, que en Europa están prohibidas».
En relación a la compra de grandes extensiones de suelo por parte de algunos países o multinacionales en otras zonas del planeta más fértiles, señala que en China «solo el 12 % de su suelo es cultivable, lo demás es desértico»; mientras en Arabia Saudí utilizan agua de desalinizadora y «convierten el suelo arenoso, que no es bueno, en cultivable».
En muchos sitios se «cambia el uso del suelo de un bosque a un cultivo». Por ello, incide, «es fundamental la planificación», porque «hay suelos que sí se pueden transformar a cultivos y otros suelos que como los transformes a un cultivo, los matas».
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