Gary Leon Ridgway es un sujeto que en 2003 se transformó en el mayor asesino en serie de Estados Unidos, luego de reconocer haber sido el autor de 48 asesinatos entre 1982 y 1998.
De aspecto sencillo, y con semblante de buena persona, Ridgway se salvó de la pena de muerte gracias a sus confesiones, y fue sentenciado a cadena perpetua.
Sin embargo, cabe precisar que el originario de Salt Lake City, Utah, no solo saltó a la fama por sus cruentos y brutales crímenes cometidos contra mujeres, sino que además porque rompió en llanto luego que el padre de una de sus víctimas le dedicara unas palabras durante el juicio.
Conocido como el asesino de Green River, Ridgway nació el 18 de febrero de 1949. Su infancia estuvo marcada por un férreo control de su madre, quien solía humillarlo en público por orinarse en la cama.
En su juventud, entró a la Marina de su país. En esa misma época comenzó a mantener relaciones sexuales con prostitutas y se contagió de enfermedades venéreas.
Quienes lo conocieron señalan que en su vida adulta mantenía un carácter amistoso y tranquilo. Asistía a la Iglesia Pentecostal y mantenía buenas relaciones con sus vecinos. Pero detrás de esta “máscara”, Ridgway desarrollaba una obsesión por las prostitutas, al mismo tiempo que su comportamiento sexual se volvía cada vez más extraño.
Tuvo dos matrimonios, aunque ninguno resultó debido a las múltiples infidelidades que cometió. Se sabe que sus primeros impulsos violentos comenzaron durante su adolescencia, cuando estuvo cerca de asesinar a un menor de seis años. A pesar de su ataque con puñaladas, el niño sobrevivió. “Quería saber lo que se siente al matar a alguien”, admitió posteriormente.
Tal como recoge el portal del canal A&E, sumamente molesto por las enfermedades de transmisión sexual que había contraído, Ridgway decidió asesinar a las prostitutas con las que se reunía. Una vez que intimaba con ellas, procedía a estrangularlas, apuñalarlas y finalmente se deshacía de los cuerpos.
Gary cortaba las uñas de sus víctimas para evitar eventuales rastros de ADN, además de eliminar cualquier rastro que pudiera facilitar la identidad del cadáver. En algunas ocasiones, regresaba al lugar en el que había dejado el cuerpo para volver a mantener relaciones con él, sin importar el estado en el que se encontrara.
El 30 de noviembre de 2001, y tras haber cometido diversos asesinatos, se disponía a dejar la ciudad de Renton, Washington, cuando fue detenido por la policía, siendo acusado del asesinato de cuatro mujeres. No obstante, posteriormente se fueron confirmando muchas más muertes.
Finalmente llegó el día de su juicio, el 5 de noviembre de 2003, donde fue condenado a 48 sentencias consecutivas de cadena perpetua sin derecho a acceder a la libertad condicional por el asesinato de 48 mujeres. Eso sí, luego afirmó: “Maté a tantas mujeres que ya ni podía llevar la cuenta”.
Un momento que nadie olvidará
Pero esa jornada estuvo marcada además por otro impactante momento. En aquella oportunidad, familiares de las víctimas tuvieron la oportunidad de contar lo que pensaban acerca de Gary. Uno a uno fueron pasando padres, hermanos y parejas de las mujeres a las que él asesinó.
Bajo completa calma el asesino fue escuchando –con total frialdad– las palabras de odio e insultos que los acongojados familiares le dedicaban.
Pero su rostro inexpresivo cambió radicalmente cuando el padre de una de las víctimas tomó el micrófono, y en un verdadero acto de compasión, perdonó al asesino, haciendo que Ridgway llorara frente a todos.
“Señor Ridgway. Aquí hay gente que lo odia. Yo no soy uno de ellos. Ha hecho que sea difícil cumplir con mis creencias. Dios dice que debemos perdonar, y usted está perdonado”, enfatizó Robert Rule.
El inusual momento quedó grabado por las cámaras, y puedes verlo en el siguiente video (a partir del minuto 1:58).
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