Todos los días, estamos expuestos a cosas como la contaminación que pueden aumentar nuestro riesgo de enfermedad. Muchas personas asumen riesgos adicionales, por ejemplo, debido al humo del tabaco, la comida rápida o el alcohol.
Pero hay una exposición menos reconocida que es aún más común que fumar y aumenta el riesgo de enfermedades cardíacas, diabetes, cáncer, enfermedades pulmonares crónicas, infecciones de transmisión sexual, dolor crónico y enfermedades mentales, y que quita al menos 20 años de vida.
Este peligro para la salud pública que se esconde a simple vista es la adversidad infantil: experiencias como abuso físico, abuso sexual y negligencia.
La adversidad infantil es común
En los Estados Unidos, más de dos tercios de los niños reportaron al menos un evento traumático a los 16 años, según la Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias. En Canadá, uno de cada tres niños es abusado física o sexualmente, o es testigo de violencia entre adultos en su hogar. Otras adversidades como la negligencia emocional, vivir en un vecindario inseguro o experimentar prejuicios y acoso son aún más comunes. Los estudios en los Estados Unidos muestran que alrededor del 60 por ciento de los niños y adolescentes tienen estas experiencias infantiles adversas, o ACE por sus siglas en inglés. Cuanto más grave es la exposición, mayor es el riesgo para la salud.
La razón por la que las ACE contribuyen a tantas enfermedades es que están asociadas con muchas cosas que desencadenan otras causas de enfermedad. Piense en las ACE como una «causa de causas».
Comportamientos de riesgo para la salud y cambios fisiológicos
A medida que los niños que han tenido experiencias adversas crecen, es más probable que fumen, beban en exceso y usen medicamentos sin receta. Es más probable que participen en actividades sexuales de riesgo y se vuelvan obesos.
Crecer en condiciones que son constantemente aterradoras o estresantes afecta la biología de los cuerpos en desarrollo, especialmente el desarrollo de los sistemas que regulan nuestras reacciones a las amenazas, desde depredadores hasta virus. Las ACE incluso están asociadas con cambios en nuestros cromosomas que están vinculados a una mortalidad temprana.
Efectos interpersonales y psicológicos
Como psiquiatras de adultos que experimentan una combinación de enfermedades físicas y mentales, nuestros pacientes a menudo nos cuentan el impacto personal de las ACE. Un hombre dijo que «no tenía ni la más mínima duda de que la pérdida de la conexión humana es el impacto negativo más sustancial» de estas experiencias. Los costos de salud de la desconexión humana son profundos. De hecho, la falta de apoyo interpersonal puede acelerar la mortalidad tanto o más que fumar, beber en exceso, la inactividad, la obesidad o la hipertensión arterial no tratada.
Los efectos psicológicos de las ACE pueden ser más obvios y pueden incluir expectativas temerosas, la convicción de que uno no es digno de amor o protección, ira o vergüenza no reguladas y recuerdos desconcertantes de malos eventos.
Aumenta considerablemente el riesgo de depresión, trastornos de ansiedad, trastorno de estrés postraumático y adicciones. Uno de cada tres adultos que experimentó abuso sexual o físico en la niñez o fue testigo de violencia interpersonal en el hogar tiene al menos el doble de incidencia de estos trastornos en comparación con otros.
Y luego cae el dominó: la enfermedad mental aumenta en gran medida la probabilidad, la carga y las consecuencias de la enfermedad física. Para dar solo un ejemplo, en los meses posteriores a sufrir un ataque al corazón, quienes están deprimidos tienen varias veces más probabilidades de morir. Entonces, vemos que las ACE no solo conducen a un tipo de problema, sino a muchos.
Los determinantes sociales de la salud
Finalmente, la carga de la enfermedad no se distribuye de manera justa. Mantener la salud es más desafiante para aquellos que están en desventaja por la pobreza, la falta de educación, las barreras del idioma, la discriminación y que viven con los continuos daños sistémicos de la colonización y el trauma multigeneracional.
El trauma infantil tiene una relación compleja con estos determinantes sociales de la salud. Por un lado, las ACE no son exclusivas de los grupos marginados y pueden ocurrir en todos los estratos de la sociedad. Por otro lado, el riesgo de experimentar ACE puede ser mayor en algunos grupos y las consecuencias de las ACE pueden multiplicarse a medida que interactúan las fuerzas sociales.
Por ejemplo, el trauma infantil está fuertemente asociado con comportamientos que aumentan el riesgo de infecciones de transmisión sexual. Aproximadamente la mitad de las personas que viven con HIV han experimentado abuso infantil.
Una causa de causas
Los eventos que ocurren en la infancia pueden contribuir a una cascada de riesgos para la salud a lo largo de la vida. Hay tantos caminos hacia la enfermedad que interactúan entre sí durante décadas y comprometen la salud de tantas maneras, que no debería sorprender que la adversidad infantil sea un problema profundo de salud pública.
Es hora de que nosotros, como sociedad, reconozcamos a las ACE como la fuerza maligna que son. Los afectados deben ser tratados con compasión y también con conciencia de los efectos duraderos de la adversidad temprana en la salud. La investigación que nos ayuda a comprender el impacto de por vida de las ACE podría ayudar a guiar la prevención de enfermedades crónicas y problemas de salud mental en muchas personas que experimentan adversidad durante la infancia.
Robert Maunder y Jon Hunter son profesores de psiquiatría en la Universidad de Toronto en Canadá. Este artículo se publicó por primera vez en The Conversation.
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