En Reino Unido, se estima que el 86% de las personas que acceden al tratamiento por alcoholismo experimentan problemas de salud mental. De forma similar, el 70 por ciento de las personas que reciben tratamiento para la drogadicción también tienen una enfermedad mental. En el caso de las personas que reportan problemas de salud mental coexistentes, los síntomas depresivos y de ansiedad tienden a ser los más comunes.
En Estados Unidos, el Instituto Nacional de Abuso de Drogas (NIDA) estimó que casi la mitad de las personas que padecen un trastorno por consumo de sustancias también tienen una enfermedad mental y viceversa. Las dos condiciones contribuyen entre sí: los que consumen drogas pueden desarrollar una enfermedad mental y los que tienen una enfermedad mental pueden recurrir a las drogas.
A menudo, las personas con problemas de consumo de sustancias consideran que es difícil y frustrante obtener ayuda para su salud mental, porque los profesionales de la salud mental suelen considerar que los pacientes deben dejar de consumir drogas o alcohol antes de acceder al tratamiento.
Pero aquí radica el problema porque, para muchas personas, el consumo de una sustancia puede ser la forma de enfrentar —u ocultar los problemas de salud mental—. Pedirles que dejen de consumir drogas o alcohol significa quitarles su estrategia de supervivencia y, sin apoyo inmediato, es probable que la persona vuelva a consumir sustancias para enfrentar la angustia psicológica.
Esto a menudo conduce a un escenario sin salida, en el que la persona pedirá apoyo a los servicios de salud mental solo para que le digan que deje de consumir. Aunque la persona deja de consumir sustancias, puede que no obtenga apoyo durante meses gracias a las largas listas de espera, así que termina volviendo a consumir sustancias para enfrentar a la situación.
En Estados Unidos, el NIDA determinó que las personas con trastornos de drogas y enfermedades mentales concurrentes también luchaban por obtener el tratamiento que necesitaban. Para un poco más de la mitad de ellos, el costo fue la mayor barrera. De los que recibieron tratamiento, el 34% recibió solo atención de salud mental, el 9% recibió doble atención y solo el 4% recibió tratamiento por uso de sustancias.
«Doble diagnóstico»
Se considera que alguien con una enfermedad mental y un trastorno por consumo de sustancias tiene un «doble diagnóstico», un concepto que surgió en 1990. En 2002, el Departamento de Salud del Reino Unido reportó que el apoyo a las personas con doble diagnóstico fue uno de los mayores desafíos que enfrentaban los servicios de salud mental en la primera línea.
En el reporte se destacó la forma en que la atención fragmentada hace que las personas caigan entre las grietas de los servicios. Advertía que «los pacientes no se deben desviar entre diferentes conjuntos de servicios ni correr el riesgo de abandonar completamente la atención».
En el reporte también se afirmaba que las personas con doble problema merecen una atención de alta calidad, centrada en el paciente e integrada, la cual se debe brindar dentro de los servicios de salud mental. Pero 18 años después de estos hallazgos, tristemente nada ha cambiado, incluso las cosas han empeorado.
Tratamiento y recuperación
Como parte de la investigación de mi doctorado en curso, envié una solicitud de libertad de información a todos los organismos de salud mental de Inglaterra. Quería saber si existe una atención integrada y de alta calidad para las personas con un diagnóstico dual.
Los resultados muestran que solo el 58 por ciento de los fideicomisos del NHS registran datos sobre personas con doble diagnóstico y que solo el 28 por ciento de esos fondos tienen equipos específicos que ofrecen tratamiento. El resto de los fideicomisos subcontrataron el tratamiento a servicios voluntarios o del sector privado para el uso de sustancias. Esto significa que el lugar donde usted vive afecta el tipo de atención que recibirá, creando una lotería de código postal para las personas que tratan de acceder al apoyo y al tratamiento.
De los datos que recopilé, solo 11,486 pacientes del Reino Unido se registraron con un doble diagnóstico. Sin embargo, se estima que 586,780 personas son dependientes del alcohol en el Reino Unido, por lo que es probable que la cifra real sea mucho más alta.
Una crisis en primera línea
Hay varias razones por las que los datos reunidos no son un reflejo fiel de la prevalencia del doble diagnóstico, y una de ellas es el propio término. No hay una definición clara de «doble diagnóstico» y los servicios a menudo desarrollan su propia palabra local o usan el término «enfermedad mental y uso de sustancias co-ocurrentes» en cambio.
Otra razón es que las personas con dependencia a las sustancias pueden no acudir a los médicos para que les ayuden con su salud mental por miedo a ser rechazados. Escuchando las palabras: «No podemos tratar su salud mental si está consumiendo sustancias», se está convirtiendo en la norma para las personas que consumen sustancias. Esta discriminación y estigmatización pone en peligro la vida de las personas.
COVID-19 ha presentado importantes desafíos a los sistemas de atención de la salud y a las políticas de salud pública del Reino Unido. La interrupción ha llevado a que los servicios comunitarios se detengan debido a la redistribución de los trabajadores de la salud y las restricciones de cuarentena. Las personas con doble diagnóstico no solo sufren de su salud mental y del uso de sustancias, sino que la mayoría tendrá múltiples necesidades. Algunas habrán experimentado traumas importantes, vivirán en la pobreza, podrán ser conocidas por el sistema de justicia penal y tendrán poco o ningún apoyo en la comunidad.
Las investigaciones han demostrado cómo las crisis pasadas han afectado a los más vulnerables de la sociedad significativamente, lo que ha dado lugar a un incremento en el uso de sustancias. Por lo tanto, sería negligente pensar que los problemas de salud mental y el uso de sustancias no aumentarán a raíz de la pandemia. De hecho, se corre el riesgo de abrumar a un NHS ya agotado.
Por eso se necesita un enfoque integrado para la atención, así como un cambio de cultura en cuanto a la forma en que los profesionales de la salud trabajan y tratan a las personas con problemas de salud mental y consumo de sustancias. El estigma se debe desterrar ahora, antes de que sea demasiado tarde.
Simon Bratt es un trabajador social de salud mental y candidato al doctorado en la Universidad de Staffordshire en el Reino Unido. Este artículo se publicó por primera vez en The Conversation.
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