Un paciente extranjero recibe un trasplante de órganos para mejorar su calidad de vida. Se siente agradecido y le pregunta a un empleado del hospital quién había sido el donante para poder agradecerle y recompensarlo.
Pero nadie en el hospital –ni siquiera el médico que realizó el trasplante– conoce la identidad del donante.
Antes de tomar el avión a su país, el paciente recibe un documento oficial de trasplante. Finalmente conoce la identidad de quien le dio una nueva vida: un condenado a muerte de 30 años de edad. Casualmente, todos los otros pacientes de trasplantes habían recibido órganos de presos ejecutados de 30 años de edad. Sólo sus nombres eran diferentes.
Una persona que se identificó como alguien que trabajó en el Primer Hospital Central de Tianjin a mediados de la década del 2000, recientemente relató esta anécdota y otras rarezas en una declaración personal entregada a New Tang Dynasty TV.
Debajo hay una traducción de la declaración, editada para que sea más clara y concisa.
Actualmente vivo en China continental. En un momento trabajé en el centro de trasplante de órganos del Primer Hospital Central de Tianjin. Lo que me enteré quizás sirva como una extraña advertencia contra quienes insisten en perseguir a Falun Gong. También se trata de un relato para despertar a mis compatriotas con conciencia.
El Partido Comunista vende órganos humanos para trasplante
Cuando China estaba recibiendo grandes cantidades de pacientes extranjeros para trasplante de órganos, ingresé al centro de trasplante de órganos del Primer Hospital Central de Tianijn en el séptimo piso. Conseguí un trabajo en el centro de trasplante mediante una recomendación.
En ese entonces, el Primer Hospital Central de Tianjin era conocido como el Centro Oriental de Trasplante de Órganos porque atendía grandes volúmenes de pacientes de trasplante de órganos y estaba ubicado en China. Actualmente, este hospital sigue siendo el centro más grande de Asia.
El mundo del comercio de órganos es una caja opaca –pero debido a mi contacto con el mundo, descubrí que hay varios canales para que la gente se entere o consiga órganos.
Un canal es a través de intermediarios. Un reconocido médico surcoreano en uno de los hospitales más grandes de Corea del Sur les presentaba un intermediario a sus pacientes. Este intermediario luego remitía a estos pacientes hacia el hospital de Tianjin.
No hay un acuerdo diplomático para los trasplantes de órganos entre China y Corea del Sur. En cambio, intermediarios que pertenecen a sindicatos de estilo mafioso cierran tratos por trasplantes.
Muchos de los pacientes extranjeros de trasplante vinieron a China buscando un hígado o un riñón. La mayoría de estos extranjeros eran surcoreanos, mientras que el resto venía de Japón o Taiwán.
Los médicos extranjeros son otro canal para los trasplantes de órganos. Debido a que hay escasez de médicos de trasplante en China, cierto hospital contrató a un médico surcoreano por grandes sumas de dinero. Este médico surcoreano me dijo que sus colegas surcoreanos en China tenían dos credenciales de registro de vivienda (hukou) –una surcoreana y otra china– y que él era un ciudadano chino legal. No sé con cuánta sangre china tienen manchadas las manos estos médicos surcoreanos de doble nacionalidad.
Un tercer canal son las publicidades chinas. Estas publicidades presentan a celebridades chinas y sirven para engañar y atraer a potenciales pacientes. Un paciente surcoreano con el que sigo en contacto dijo que sus compatriotas viajaron en manada a China después de ver una publicidad sobre los trasplantes de órganos protagonizada por el actor chino Fu Biao.
El 26 de agosto de 2004, Fu Biao ingresó al Hospital 309 de Beijing para hacerse un chequeo. Al día siguiente, se le diagnosticó cáncer de hígado. El 2 de septiembre, Fu recibió un trasplante hepático en el Hospital General de la Policía Armada Popular de Beijing.
El cirujano jefe que operó a Fu fue el Dr. Shen Zhongyang, un hombre al que la prensa china denomina “el máximo bisturí” de China. El Dr. Shen dirigió el instituto de trasplante de órganos del Hospital de la Policía Armada Popular y el Centro Oriental de Trasplante de Órganos del Primer Hospital Central de Tianijin.
En abril de 2005, Fu tuvo nuevamente cáncer. El 28 de abril tuvo su segundo trasplante hepático y nuevamente fue operado por el Dr. Shen, aunque esta vez en el Centro Oriental de Trasplante de Órganos.
Sin embargo, el 30 de agosto Fu Biao falleció.
En marzo del año siguiente, se reveló la sustracción de órganos de practicantes vivos de Falun Gong en el distrito de Sujiatun, ciudad de Shenyang. Se dice que el pico de la campaña de sustracción de órganos dirigida por el ex cabecilla del Partido Comunista, Jiang Zemin fue entre los años 2002 y 2005. Más tarde, un artículo reveló que el Dr. Shen Zhongyang realizó experimentos con trasplantes hepáticos usando sujetos vivos, muchos de los cuales “murieron durante el experimento”.
Luego, una persona dio un dato sobre la fuente de los hígados trasplantados al actor Fu Biao: dos practicantes de Falun Gong de la provincia de Shandong. El Dr. Shen había asesinado a los practicantes por sus órganos.
Aunque Fu vivió apenas un año más después de sus dos trasplantes hepáticos, sus publicidades sobre los trasplantes de órganos siguieron transmitiéndose en Corea del Sur. Entonces, en 2006 los surcoreanos todavía visitaban China para operarse porque, a diferencia de los chinos, no sabían que Fu Biao ya estaba muerto.
Quienes necesitaban un trasplante hepático en todo el mundo han sido víctimas de un enorme engaño del Partido Comunista Chino.
El banco de órganos humanos más grande del mundo
Un paciente surcoreano una vez me contó que los médicos chinos aprendían técnicas de trasplante de órganos de los médicos japoneses, que técnicamente son superiores.
Cuando yo estaba en el centro de trasplante de órganos de Tianjin, los empleados del hospital conocían bien al profesor Zheng, un especialista en trasplante hepático, y al profesor Song, especialista en trasplante renal. Se los consideraba los mejores cirujanos de trasplante en sus respectivas especialidades, y ambos se habían capacitado en Japón. Los profesores no parecían trabajar sólo para un hospital –un día operaban en China, y al día siguiente se iban para Japón o algún otro lugar.
En el Primer Hospital Central de Tianjin, los médicos realizan las cirugías de trasplante en grupos de a tres. No sé exactamente cuántos grupos de cirujanos hay. Estos médicos trabajan noche tras noche, mientras traductores del hospital esperan con los familiares de los pacientes en los pasillos. Un trasplante hepático puede llevar hasta 10 horas.
¿Por qué los extranjeros, particularmente surcoreanos y japoneses, viajan a China para hacerse un trasplante?, le pregunté a los profesores Zheng y Song. Me dijeron que aunque allí las habilidades técnicas son superiores, en esos países no pueden encontrar donantes de órganos en un corto periodo de tiempo. Por ejemplo, el tiempo de espera para un órgano en Japón o Corea del Sur podría llegar a los 10 años, o entre cinco y seis años en el mejor de los casos. Algunos pacientes mueren mientras esperan por un órgano porque conseguir uno no es fácil.
Los profesores agregaron que todos los integrantes de sus equipos médicos y sus pacientes saben del tiempo de espera para los órganos. Entonces, muchos pacientes extranjeros terminan viajando a China porque parecen haber muchos donantes chinos.
Pacientes impactados y consternados
La mayoría de los pacientes que conocí en el Primer Hospital Central de Tianjin necesitaban un hígado o un riñón. Excepto cuando los pacientes sufrían un rechazo del órgano, recibían el alta después de una corta internación. En circunstancias normales, los pacientes recibían un órgano en dos días, mientras que algunos esperaban entre 10 días y medio mes –los pacientes decían que esto era muy rápido.
Un paciente surcoreano fue el que tuvo el mayor tiempo de espera entre los que conocí: un mes entero. Y resultó estar en el centro de trasplante de Tianjin cuando se expuso el escándalo de la sustracción de órganos de personas vivas cometido por el Partido Comunista Chino.
Después de pasar un mes en Tianjin, el hospital le dijo al paciente que viajara a la ciudad de Wuhan, al centro de China, para realizarse el trasplante, y volamos allí inmediatamente. Yo no sabía que realmente existía una red de trasplante de órganos.
La cirugía en Wuhan fue un éxito, y el paciente y su familia estaban muy satisfechos con el resultado. Antes de regresar a Corea del Sur, el paciente y su esposa –una persona creyente– preguntaron quién había sido el donante. El paciente dijo que el trasplante hepático le había costado dinero (entre 300.000 y 500.000 yuanes, equivalente a U$S 45.000 – 75.000), pero que había sido el donante el que le había permitido recuperar su salud y extender su vida.
“Quiero saber quién donó el hígado, así podré agradecer a su familia y darles dinero o lo que necesiten. Realmente estoy muy agradecido”, dijo el paciente.
En ese tiempo, no había forma de que los empleados del hospital supiéramos de dónde provenían los órganos. También se nos advirtió antes de ser contratados que no anduviéramos husmeando ni hablásemos demasiado con los pacientes.
Pero yo quise cumplir el deseo del paciente surcoreano antes de que volviera a su país.
Por supuesto, el paciente no sabía que nosotros teníamos prohibido andar husmeando ni que yo no debería hacer preguntas, pero de todos modos hablé con el médico que había operado al paciente.
El médico dijo: “¿Estás preguntando sobre el donante? Ni siquiera nosotros sabemos quién es el donante, no hay manera de averiguarlo. Nadie puede decirte nada, no hay registros”.
Le transmití la respuesta del médico al paciente y su familia, y quedaron estupefactos.
El paciente comentó que la transferencia de los órganos está regulada por leyes internacionales. En base a estas leyes, el donante del órgano y su familia deben firmar documentos sobre los trasplantes de órganos. Sin la adecuada documentación, los médicos que hacen los trasplantes pueden ser sancionados. En Corea del Sur, todos saben quién fue su donante de órganos porque la información tiene que ser pública por ley.
En ese entonces, los empleados del hospital no sabíamos nada sobre las leyes internacionales que rigen los trasplantes de órganos. El paciente surcoreano explicó que sin estas leyes sobre trasplantes, la gente podría ser asesinada en masa por criminales que buscan hacer dinero con sus órganos. (En ese entonces, un órgano podía venderse por entre 300.000 y 700.000 yuanes)
Antes de dejar el hospital, el paciente surcoreano dijo que el hospital tenía que darle un documento oficial que indicara que había sido operado y qué órgano había recibido, junto con la información personal del donante y su firma. Sin este documento, el paciente no podría subirse al avión.
Acompañé al paciente y a su familia hasta el aeropuerto. Ellos y otros pacientes que habían recibido un órgano en un trasplante fueron derivados a un avión especial de dos pisos en vez de a un avión comercial. Finalmente, los pacientes de trasplante de órganos recibieron documentos de trasplantes que decían que habían recibido el órgano de un preso condenado a muerte de 30 años de edad. Sólo los nombres del preso ejecutado eran diferentes.
Todo estaba inventado.
Rarezas postoperatorias
Los trasplantes de órganos no son para cualquiera. Algunos pacientes sufren un rechazo del órgano. Otros mueren durante la cirugía. Y unos pocos tienen reacciones muy adversas después de recibir un órgano.
Un paciente estaba perfectamente normal antes de ingresar al Primer Hospital Central de Tianjin. Pero después de la cirugía de trasplante, este paciente se volvió loco –comenzó a correr desnudo por toda la guardia, saltando y gritando todo el tiempo.
Hubo una paciente a la que después de la cirugía le creció una barba. Su voz se volvió profunda y ronca, y comenzó a comportarse como un hombre.
Estos dos ejemplos no son en lo absoluto incidentes aislados. Durante el tiempo en que trabajé en el Primer Hospital Central de Tianjin, a veces los pacientes se comportaban de manera anormal. Los médicos les decían a los familiares preocupados que su ser querido había sufrido una reacción adversa a los medicamentos para el trasplante.
En ese tiempo, yo no sabía que los órganos por los que estos extranjeros pagaban grandes sumas de dinero eran de practicantes de Falun Gong. Muchos de nosotros éramos muy ingenuos, no nos imaginábamos que el Partido Comunista Chino había lavado el cerebro a aquellos que estaban enceguecidos por el dinero.
Uno tras otro, los ángeles vestidos de blanco se transformaban en demonios asesinos. Yo sabía que no podía permitir que esas cosas continuaran, por eso renuncié a mi trabajo en el Primer Hospital Central de Tianjin.
Luego me enteré de la sustracción de órganos de practicantes de Falun Gong vivos mediante varios canales. Hice lo que debía hacer y expuse la verdad ante el mundo para que las personas con conciencia puedan liberarse de las garras del demonio.
Recientemente, la Cámara de Representantes de los Estados Unidos aprobó por unanimidad la H.Res.343, una resolución que pide al régimen chino que deje inmediatamente de sustraer y traficar los órganos de los practicantes de Falun Gong y otros prisioneros de conciencia.
En los últimos 17 años, los practicantes de Falun Gong –personas que viven en base a los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia– han sido sometidos a cientos de métodos de tortura inhumanos, incluyendo la atrocidad de la sustracción de órganos. Esto debe parar inmediatamente y no debe permitirse que se convierta en cómplice al resto de la humanidad.
Es responsabilidad de cada chino, tanto en China como en el extranjero, ver que la sustracción de órganos de personas vivas llegue a su fin.
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