PARÍS— Antes de estar de pie abrazándose en una hermandad grabada para siempre en la historia olímpica de Estados Unidos, Brody Malone, Frederick Richard, Asher Hong, Paul Juda y Stephen Nedoroscik eran estudiantes universitarios.
Sí, los sueños que los miembros del equipo masculino de gimnasia de Estados Unidos habían fomentado desde la infancia comenzaron en pequeños gimnasios repartidos por todo el país. Pero se hicieron tangibles en Stanford, Michigan y Penn State.
Entonces, cuando llegó el momento de que esos sueños se hicieran realidad plena y vívidamente dentro de un ruidoso Bercy Arena el lunes por la noche, se apoyaron en las experiencias que adquirieron durante todos esos encuentros en todos esos gimnasios a veces escasamente llenos que les enseñaron sobre la presión, el trabajo en equipo y la fe.
Sí, la medalla de bronce que los estadounidenses ganaron con tanto entusiasmo puso fin a una sequía de 16 años en el escenario más importante del deporte.
Sin embargo, también fue un mensaje a los directores deportivos de las doce escuelas que aún tienen gimnasia de División I —y, para ser honestos, también a las que no la tienen— de que vale la pena salvar el deporte.
«Si quieren seguir viendo a USA Gymnastics y al Team USA en un podio de gimnasia, al menos en el lado masculino, van a tener que darnos más oportunidades de competir en la universidad», dijo Juda, quien está en la escuela de posgrado en Michigan.
Esas oportunidades corren el riesgo de desvanecerse velozmente, gracias a la rápida evolución del panorama deportivo universitario. Los cinco hombres que subieron al podio abrazados son conscientes de ello.
Richard, estudiante de tercer año en Michigan, convirtió en la misión de su vida acercar a más gente a una faceta del deporte que —al menos en Estados Unidos—permaneció durante mucho tiempo en el anonimato.
Y aunque se labró un nicho de rápida expansión en las redes sociales, Richard es lo suficientemente inteligente como para comprender que lo único que garantiza atraer a la gente a la gimnasia masculina no es un video viral, sino un trofeo como la medalla que no paraba de agarrar en el vertiginoso periodo posterior.
«Mi objetivo aquí era dejar claro que Estados Unidos es cada vez más fuerte y que sólo vamos a subir», afirmó Richard. «Y creo que hoy lo conseguimos. Creo que muchos chicos jóvenes que nos ven se sienten inspirados por nosotros».
Así era para Richard cuando era niño en los suburbios de Boston. En la pared del gimnasio había fotos de los equipos olímpicos masculinos de Estados Unidos que ganaron medallas en 2004 y 2008. Richard miraba las fotos y se preguntaba cómo hicieron aquellos equipos para encajar todas las piezas.
«Parece como si todos se hubieran reunido el mismo día y hubieran hecho rutinas perfectas», dijo Richard. «Y uno se pregunta cómo es posible».
Richard lo descubrió de primera mano.
Los estadounidenses no registraron ninguna caída importante en ninguna de sus 18 rutinas de la final y terminaron más cerca del segundo clasificado, China, que del cuarto, Gran Bretaña. Se apoyaron en la energía de un ruidoso contingente de aficionados estadounidenses que les ofreció una pista de lo que podría ser Los Ángeles dentro de cuatro años.
Pero, sobre todo, se apoyaron los unos en los otros y en sus experiencias para sacudirse de encima una accidentada sesión de clasificación el sábado, en la que terminaron en un flojo quinto puesto.
«Nos dijimos que íbamos a tomárnoslo como un campeonato de la NCAA porque todos habíamos estado allí», dijo Malone. «Es una gran presión competir por un equipo. Y no es diferente [en] esta competición. Quiero decir, sí, ésta es un poco diferente, un poco más grande. Pero el mismo concepto». Con un resultado quizás mucho más impactante.
Nedoroscik tiene 26 años, Malone tiene 24, Juda tiene 23, Hong y Richard tienen 20. Por primera vez en mucho tiempo, hay una sensación de verdadero impulso en el programa masculino de Estados Unidos. Sin embargo, para mantenerlo en marcha, es necesario que la cantera siga creciendo.
En la década de 2010 se tenía la sensación de que Estados Unidos se había estancado, en parte porque el grupo principal de la cima se sentía muy cómodo y confiado, debido en parte a la falta de competencia de los que intentaban alcanzarlos.
Sam Mikulak fue a tres Olimpiadas con equipos que tenían un talento considerable. Nunca volvió a casa con una medalla, aunque el lunes por la noche estuvo charlando con Nedoroscik mientras se preparaba para su serie en el caballo con arzones (rutina de gimnasia que se baza en el movimiento de las piernas) que sirvió como punto de gran expectación.
Mientras hablaban, Mikulak le dijo a Nedoroscik que mantuviera la calma, que con un 80 por ciento de su mejor marca sería suficiente. Que disfrutara del momento con el que Mikulak siempre soñó, pero que nunca había comprendido hasta ahora.
Y cuando Nedoroscik pasó con gracia de un extremo del caballo al otro, sus manos trabajando obedientemente en tándem en una prueba que dio problemas a los estadounidenses durante años, ganó el bronce, que en cierto modo parecía oro.
Allí de pie, Mikulak no pudo evitar especular sobre lo que les espera.
«Creo que los chicos van a tener ganas de más», afirmó. «Y espero que esto estimule la gimnasia masculina en Estados Unidos como nunca antes».
Por Will Graves.
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