La Agencia de Investigación de Internet de Rusia recientemente fue destacada en las acusaciones del fiscal especial Robert Mueller por sus operaciones para «interferir con las elecciones y los procesos políticos».
No obstante, según un nuevo libro, las operaciones rusas son solo una pequeña parte de un panorama mucho más grande. Grupos de interés, gobiernos y grandes empresas están intentando alterar la forma en la que percibimos la información con el objeto de influenciar la cultura y formar la base de valores de nuestras sociedades.
El libro «Guerra de información: el meme es el embrión de la ilusión narrativa» por James Scott, fundador del Centro para Estudios de Operaciones de Ciberinfluencia, explica las estrategias de la «guerra de memes» y revela los grupos que utilizan este sistema para lograr sus fines.
Un meme es una idea que puede «evolucionar» en el tiempo y eventualmente influenciar la cultura. Los memes suelen estar asociados con imágenes graciosas revestidas con un texto. Sin embargo el concepto es mucho más profundo y puede ser cualquier cosa: desde música hasta películas, palabras y la percepción de sus significados.
La guerra de memes es la utilización de memes como armas para introducir ideas intencionalmente en la sociedad, empaquetadas de una forma que les permite difundirse con el objetivo de alterar la cultura y las percepciones de la población a la que se dirige.
El objetivo de la guerra de memes no es alterar la realidad, sino alterar la manera en que se percibe la realidad.
Según el libro, «el arma más profunda que una nación o un grupo de interés puede poseer es el ‘control’ de la información. Esto contribuye a controlar la narrativa y el meme es el embrión de la narrativa».
Otras entidades juegan el rol de ayudar a moldear las ideas y controlar la exposición de la gente a las ideas que no encajan con el objetivo.
«Los propagandistas corporativos estatales de la nación, tales como Google, Twitter, YouTube y Facebook, perpetúan la amalgama sintáctica de ideas censuradas, de ilusiones narrativas y de la percepción, al conducir iniciativas que incapacitan y encarcelan la mente», afirma.
Agrega que «la censura se trata de lo que no ves, más que de lo que ves. Los guardianes digitales proveen a los usuarios solo del contenido que quieren que vean».
Pensamiento manufacturado
Como señala el libro, la naturaleza de la guerra ha cambiado. La guerra ya no es simplemente matar al enemigo o capturarlo y ocupar territorio. La guerra de los mensajes tomó el control y «la guerra híbrida emergente depende de la lealtad de las poblaciones civiles y del control sobre el discurso».
Citando al filósofo francés René Descartes:»Pienso, luego existo» el libro agrega una pregunta «¿pero en quién se convierte uno cuando el pensamiento es controlado por otros?».
Plantea la siguiente cuestión: mientras las organizaciones políticas, las empresas de redes sociales, los medios de comunicación y otros grupos poderosos trabajen juntos para manufacturar ideas con el objetivo de alterar las percepciones de un país, ¿cómo puede la gente reconocer cuáles son sus propios pensamientos y cuáles han sido plantados?
En el mundo actual, «Guerra de información» afirma: los sitios web como Facebook son casi tan relevantes como Naciones Unidas; el sitio web de filtración de información WikiLeaks tiene analistas de inteligencia similares a la CIA y «el algoritmo de vigilancia y censura de Google se ha convertido en el nuevo guardián de la información crítica que podría guiar a la sociedad a un nuevo renacimiento».
Tuvo lugar un «cambio en el poder» hacia una batalla por el núcleo psicológico de la población mundial.
«Las operaciones de influencia digitalizadas se han convertido en la nueva norma para el control del proceso electoral, la opinión pública y la narrativa», afirma el libro. «La guerra cibernética trascendió el campo de batalla hacia una lucha omnipresente en economía, política y cultura, junto con la confrontación física de la vieja escuela».
Entre sus ejemplos, «Guerra de información» advierte que algunas protestas violentas están siendo usadas por grupos de interés para avanzar con sus narrativas claves. Por ejemplo: el grupo comunista extremista Antifa, conocido por sus seguidores enmascarados y vestidos de negro, catalogan a casi todos los conservadores como «fascistas» y a menudo intensifican los conflictos hasta la violencia.
«En realidad, la abrumadora mayoría de los manifestantes y contramanifestantes son pacíficos; no obstante ellos –y en la mayoría de los casos– sus causas no ganan la atención de los medios de comunicación porque las facciones radicales relativamente minúsculas pueden robarles el protagonismo fácilmente», afirma el libro.
En algunos casos la verdadera intención de los «revolucionarios» no es solo protestar, sino estropear un evento o restarle valor a una causa alterando la percepción pública y polarizando asuntos basados en políticas partidarias».
Debido a que los miembros de Antifa llevan máscaras, cualquiera puede infiltrarse en el grupo para intensificar los conflictos, lo que luego puede ser usado por los medios de comunicación y grupos políticos para formular nuevas narrativas.
Esto es un fenómeno común afirma el libro, señalando que «las operaciones de bandera falsa y las operaciones patrocinadas por grupos de interés son tanto efectivas como predominantes en este espacio».
Guerra de la percepción
El término «meme» fue acuñado por el ateo militante Richard Dawkins, que comparaba la difusión de ideas y sus efectos en la sociedad con los «virus».
No obstante, el concepto es muy anterior a Dawkins y está ligado a sistemas más amplios de propaganda y guerra psicológica –un método de guerra diseñado para alterar la forma en que las personas interpretan la información.
Los propagandistas, tales como aquellos de las dictaduras comunistas, intentan controlar la exposición de la sociedad a ideas a través de la censura, mientras que al mismo tiempo inoculan ciertas ideas a través de medios de comunicación estatales y otros canales –de forma similar a los métodos utilizados por los guardianes de información de hoy en día.
Entre los métodos utilizados para inocular ideas están la mala información y la desinformación. Mientras que las mala información es la simple afirmación de falsedades, la desinformación es mucho más compleja.
Una campaña de desinformación puede tomar la forma de operaciones de bandera falsa, tales como eventos fabricados y protestas, o estudios científicos y artículos de investigación falsos. La desinformación luego puede ser empujada por los medios de comunicación o a través de otros canales para ayudar a formar una narrativa. La regla es que la desinformación necesita un grano de verdad que el propagandista puede señalar para desestabilizar a los críticos durante un debate.
Otro uso de la desinformación es citar información verdadera, pero fabricar una conclusión falsa, usando el concepto propagandista de «uno más uno es tres». Esto puede incluir citar una serie de medias verdades y luego afirmar que la evidencia lleva a algo que no es. Desmentir este método requiere de un disidente que desacredite cada pieza de evidencia, lo que raramente puede hacerse lo suficientemente rápido como para lograr el debate público.
Estas herramientas todavía son muy usadas. Como señala el libro, la guerra psicológica es parte del sistema de las «tres guerras» de las fuerzas armadas del Partido Comunista Chino, que también incluye la «guerra legal» para manipular a los tribunales y la «guerra de los medios de comunicación» para controlar las noticias y la cobertura de redes sociales.
La desinformación aún está siendo activamente utilizada por la Agencia de Investigación de Internet de Rusia, que según el libro incluye «una colección de trolls online empleados por el gobierno dirigidos a difundir propaganda, incitar divisiones en comunidades extranjeras y también sembrar el caos y desestabilizar las plataformas democráticas».
«Los propagandistas de Rusia, China y otras naciones normalmente consienten memes a ambos lados o a múltiples facciones sobre conflictos delicados en un intento de sembrar discordia, capitalizar a partir del caos, desbaratar el debate productivo, distraer investigaciones inminentes, reducir recursos valiosos o polarizar poblaciones susceptibles», así lo afirma «Guerra de información».
El panorama general es que numerosos grupos, tanto públicos como privados, están usando la guerra de memes para atacar las percepciones de individuos. Algunos están interesados en empujar sus agendas políticas, otros trabajan para desestabilizar Estados Unidos.
El libro declara: «las naciones deben decidir cómo defender mejor a su gente contra las operaciones de influencia extranjera mientras lanzan sus propias campañas contra los adversarios emergentes en el hiperdinámico y confuso campo de batalla para controlar el meme, controlar la narrativa y controlar la percepción de la realidad».
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