Una mujer hispana está ayudando a menores rescatados de la explotación sexual infantil a ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y México, a transformar sus vidas para reintegrarse a la sociedad de una forma positiva.
Alma Tucker, fundadora de la Red Binacional de Corazones, es una psicóloga con más de 25 años de experiencia en la protección de los Derechos Humanos y fundadora de una organización sin fines de lucro en uno de los principales focos rojos de la trata de personas.
En entrevista con The Epoch Times, Tucker relató que la Red Binacional de Corazones inició su labor en 2010 en San Diego, California, y en 2011 en Tijuana, Baja California Norte.
Tucker cuenta que en ese entones, no existía ninguna organización que se dedicara a la protección de las niñas y niños rescatados de la explotación sexual en México. Sin embargo, en Estados Unidos ya se veía un avance tanto en la concientización como en la prevención.
La psicóloga relata que existía mucho temor de apoyar a las víctimas por posibles represalias del crimen organizado. También existía un clima de desconfianza hacia el trabajo de las autoridades, ya que la gente percibía que no hacían nada al respecto.
“Cuando iniciamos esta asociación pensábamos hacer tanta prevención para que ningún niño, ninguna niña tuviera que ser víctima de la trata de personas”, dijo Tucker.
Cómo nace la Red Binacional de Corazones
Alma Tucker dice que una de las cosas que le inspiraron a iniciar su organización fue el ejemplo de sus padres, que siempre trataron de ayudar a su comunidad.
Luego de casarse, se fue a vivir a Estados Unidos y su esposo, que fue adoptado luego de quedar en la orfandad, siempre le decía que quería hacer algo para devolver lo mucho que sus padres adoptivos le habían dado.
Antes de iniciar con su organización, Tucker fue canciller del Servicio Exterior Mexicano. En su trabajo en el área consular tenía que atender a gente que pasaban por situaciones difíciles, lo que le permitió entrar en contacto con casos de trata de personas.
«En particular me llegó muy fuerte con una niña que la ingresaron por las montañas los traficantes […]. Le dicen que sus padres no pagaron la mitad del costo de ingresarla sin documentos y que ahora ella tenía que pagar con su cuerpo. Entonces, la estuvieron violando por toda la noche. Y en la mañana, afortunadamente, la rescató la patrulla Fronteriza».
Los médicos y trabajadores sociales que estaban atendiendo a la adolescente no hablaban español, por lo que el hospital solicitó la ayuda de Tucker.
«Después de haber pasado esta horrible, horrible, horrible experiencia, yo encontré una niña en un grito pidiendo su mami», recordó. «Me acerco hacia su cama la veo a sus ojitos y le digo aquí estoy», compartió. «Aquí estoy para ayudarte y no voy a separarme de tu lado hasta que encuentre a tu mami».
«En ese momento vi cómo sus ojitos voltearon», continuó. «Penetraron en mi mirada también. Y respiró. Respiró y hasta me dio la mano».
Tucker se quedó junto a la niña en el proceso de denunciar a los criminales y todo lo que requerían las autoridades, hasta que encontraron a sus padres.
«En ese momento vi la importancia de que una persona se ponga en los zapatos de la niña, del niño —que desafortunadamente no pueden estar ahí sus padres y que necesitan de alguien. Yo me prometí a mí misma, que aunque ya no esté trabajando para el consulado, voy a ver la manera de estar ahí cuando un niño o una niña necesita una madre».
Cuando dejó su trabajo en el consulado, Tucker pensaba en abrir una casa hogar junto con su esposo, para poder contribuir al deseo de él. Pero se dieron cuenta de que era mejor dedicarse a la prevención de la trata porque no había nadie más que lo estuviera haciendo.
Tucker era consciente de que la rehabilitación requería de muchos recursos, por eso no lo consideró en un principio.
Sin embargo, actualmente cuenta con dos refugios para niñas, niños y jóvenes donde reciben rehabilitación con el fin de «parar ese círculo de abuso y darles oportunidades para que vean que la vida puede ser mejor, pueden tener oportunidades para salir adelante y nosotros como sociedad civil los apoyamos», dijo Tucker.
La labor no es fácil, pero es sumamente importante, ya que según ella, «cuando no son atendidos estos niños y niñas se vuelven victimarios».
El viaje no ha sido fácil
Tucker cuenta al principio los menores llegan a su organización con mucho miedo y desconfianza.
“Los niños son las víctimas silenciosas porque les hacen creer que nadie les va a creer, que solo se van a burlar de ellos y con toda la vergüenza no hablan, lo ocultan”, compartió. “Les hacen creer que ellos se la buscaron o que si son rescatados, la autoridad va a actuar en contra de ellos. Así que deben de callar”.
A los menores, les toma tiempo confiar en el equipo, ya que su experiencia previa les ha enseñado que “justo las personas en las que ellos confiaban, son los que los han estado abusando”, dijo Tucker.
Con la atención psicológica que les brinda el equipo, poco a poco se van abriendo para poder hablar y desarrollar herramientas que les ayuden a superarse.
“Hemos tenido situaciones de niños que llegan con deseos de quitarse la vida por todo eso que han vivido, por toda esa vergüenza», compartió. Dijo que han tratado a menores que presentan bulimia o cuadros psiquiátrico que deben atender.
Es muy importante que logren hablar, ya que sus testimonios pueden ayudar a las autoridades a enviar a prisión a sus explotadores, que muchas veces son personas muy cercanas a ellos, incluso los mismos padres.
La Red les da la oportunidad de rehacer su vida a través de la educación, talleres, terapia de arte y recreación. Tucker lo describe como «un centro integral para su rehabilitación».
Una vez iniciada su labor, se dieron cuenta que estos niños rescatados no tenían a dónde ir, ya que no existía ningún refugio en la frontera especializado para niños y niñas.
Fue así que en 2013 abrieron La Casa del Jardín, su primer refugio para niñas. Cinco años después, abrieron un refugio para niños varones tras percatarse de que también muchos de ellos pasan por este tipo de situación. En los refugios les brindan alojamiento, alimentos, acompañamiento y atención las 24 horas del día.
Los refugios se especializaron en un principio en casos de niñas, niños y adolescentes. Pero más tarde, desarrollaron un programa de reintegración a la sociedad llamado Casa de Transición. Allí, las jovencitas de 18 a 24 años cuentan con un espacio para vivir, se les proporcionan los servicios básicos y también reciben terapia.
Además de esto, tienen el apoyo para poder estudiar una carrera universitarias a través de convenios que la Red ha establecido con importantes universidades que les otorgan becas completas para llevar a cabo sus estudios.
«Ya tenemos casos exitosos que efectivamente han concluido la universidad y pues ya están en trabajos muy muy honrosos, dignos de lo que ellos se merecen», dijo Tucker.
No hay un tiempo mínimo para que los menores estén en los refugios. La organización los acompaña hasta que algún familiar (que no sea el explotador) pueda hacerse cargo de ellos y se reintegran a su familia, o bien, hasta que puedan reintegrarse por sí mismos a la sociedad.
En estos 13 años, han atendido a más de 100 niños y niñas a través de estos refugios. Sin embargo, son conscientes de que aún quedan muchos menores por rescatar.
«Lo sabemos porque cuando llegan los niños o las niñas con nosotros, después de haber sido rescatadas nos dicen: ‘Ahí donde yo estaba había más niñas, todavía hay más por rescatar'», relata Tucker. Algunas veces se trata de sus propios hermanos.
Un apoyo sin fronteras
La organización no solo apoya a los niños y niñas que se encuentran en la frontera, están abiertos a recibir a menores de cualquier parte de México. Les han solicitado apoyo desde la Ciudad de México o el estado de Quintana Roo. Incluso han atendido a niñas estadounidenses, hondureñas o guatemaltecas.
La Red de corazones también trabaja asesorando a mujeres adultas que han sido víctimas de la explotación sexual. Sin embargo, por el momento no cuentan con un refugio para ellas, pero espera algún día poder hacerlo.
Otra de sus labores es educar y capacitar a la comunidad sobre el tema compartiendo su experiencia de más de 30 años en el área. Por ejemplo, acuden a escuelas y trabajan con profesores para que puedan identificar a niños que podrían ser víctimas, lo cual no es tan sencillo.
“Es un modus operandi, es un crimen que opera por las áreas más obscuras y no está a la superficie”, explicó.
En el caso de los estudiantes, los orientan para prevenir que puedan ser enganchados en las redes de trata de personas.
También trabajan con iglesias o empresas como hoteles, donde capacitan al personal de todos los niveles de la organización. De esta manera, pueden aprender cómo detectar casos de trata, también aprenden a identificar los indicadores de riesgo y les instan a reportar cualquier situación sospechosa.
La Red está abierta a trabajar en cualquier lugar en el que les abran las puertas para educar a la comunidad.
Tucker insta al público a denunciar casos de explotación sexual infantil si saben de alguien que está pasando por algo similar. También los invita ayudar a su organización a través de los sitio web de la Red Binacional de Corazones en Mexico e International Network of Hearts en Estados Unidos.
“Es una tarea titánica, no lo podemos hacer solos”, dijo. “La necesidad es inmensa. Y yo los conmino a que hagan algo, porque una vez que ya sabes que esto existe, no podemos nomás voltearnos y decir: ‘Bueno, ¡ay pobrecitos!’. No, hay que hacer algo, porque el no hacer nada nos hace parte del problema. Entonces, no seamos parte del problema, seamos parte de la solución”.
Con información de Mayra Jaime.
Siga a Cristina Bazán en X: @cristinaisbe
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