Expertos en temas de la familia hablaron sobre la creciente tendencia de los jóvenes que muestran poco interés en casarse o tener hijos, durante el Congreso Internacional de las Familias (CIFAM) en Guadalajara, México.
“Nadie no cree en el matrimonio”, asegura Sixto Porras, originario de Costa Rica, conferencista y autor de diferentes libros sobre la familia.
“Las personas que dicen ‘yo no quiero casarme’, no es que no quieran casarse, es que tienen miedo”. El conferencista asegura que todos tenemos en esencia un anhelo de vivir en familia, de amar y de ser amado, y viajar por el mundo, «hacer lo que yo quiera», no lo sustituye, reflexiona el autor.
“Es decir, todos necesitamos un lugar al cual volver, un lugar al cual pertenecer y la necesidad de construir algo”.
Para el experto, el temor que tienen los jóvenes es fruto de los errores que los padres han cometido, y de situaciones de abandono, insultos y malos tratos. Sin embargo confía en que los jóvenes pueden escribir su propia historia si perdonan su historia pasada.
“No tengan miedo a casarse, no tengan miedo a decir voy en contra de la moda. Si tus amigos dicen ‘yo no quiero casarme’, lo dicen en grupo, pero cuando su cabeza se recuesta en la cama, anhelan construir una historia”, destaca el autor.
El Dr. en Filosofía y Ciencias de la Educación, Tomás Melendo, está de acuerdo en que mucha responsabilidad sobre la apatía de los jóvenes frente al matrimonio es por los adultos.
“El más obvio, somos los adultos, que no les damos un ejemplo de lo que es un auténtico matrimonio. Ese es el punto de partida”. El doctor, originario de España, también reflexionó sobre la sociedad actual que lamentablemente ya no se “comunica” sino que se “conecta” y cuando te conectas, te puedes desconectar cuando se quiera. Para el experto en trabajo con familias, así de superficial es el amor hoy en día.
“Todo eso hace que sea un mundo no solo líquido, sino que ya gaseoso”, reflexionó el también filósofo y asegura que para la juventud es muy difícil entender para qué comprometerse. Él dice que la respuesta es fácil: “porque has venido para aprender a amar”.
Considera que cuando alguien se entrega a la otra persona, en matrimonio, se coloca «en el aprendizaje del amor de una manera única, por lo tanto la felicidad depende ahora en buena medida del compromiso de amor que establezcas con otra persona».
El Padre Adolfo Güemez, especialista en la formación de matrimonios, coincide en que gran parte de la responsabilidad es de los adultos y de la manera en que presentan el matrimonio. Hay que ser propositivos, explica, y presentar testimonios hermosos sobre los matrimonios, que aunque no son perfectos, están viviendo con felicidad y superando sus problemas.
“Yo tengo el gusto y la gracia de compartir con matrimonios en renovación matrimonial, y se juntan matrimonios de más edad y otros que llevan a veces unos meses, unos años», relató el sacerdote, y agregó que a veces tenía temor de juntarlos, «porque decía, ‘no van a compartir lenguaje’. Y al final de las renovaciones, siempre los grandes dicen, ‘qué bonito ver que hay jóvenes que siguen casando’, y los jóvenes dicen, ‘qué hermoso ver que sí se puede’”.
Con este ejemplo, el Padre Güemez asegura que los matrimonios más viejos animan a los más jóvenes a esforzarse. Por eso cree en la importancia de multiplicar ese tipo de testimonios por todas partes.
Por otro lado, Mark Regnerus, catedrático de Sociología en la Universidad de Texas en Austin, y miembro principal y cofundador del Instituto Austin para el Estudio de la Familia y la Cultura, coincide en que los adultos son los que deben guiar a los más jóvenes para descubrir qué es lo que realmente quieren. Reflexiona que si los jóvenes son honestos con los adultos, evidentemente dirán que quieren cosas buenas, que quieren estabilidad y se preocupan de no poder conseguirlo, de no saber cómo conseguir esas cosas buenas e incluso de creer que no es posible, así que es primordial que los adultos ayuden a los jóvenes a encontrar el camino.
Al hablar con varios jóvenes sobre el tema del matrimonio, muchos coincidieron en que quieren casarse y que gracias a que tienen matrimonios saludables a su alrededor es que se motivan a seguir creyendo en el mismo.
“Yo tengo muy buenos ejemplos de matrimonios. Tanto mis padres como mis abuelos tienen años de casados y ver eso lo hace como un anhelo, una aspiración a decir ‘pues si ellos lo pudieron hacer ¿por qué yo no?’, expresó Paulina Sapien una joven asistente al congreso.
Sin embargo, Paulina reflexionó que debe ser más difícil para los jóvenes que no tienen ni un solo ejemplo de un buen matrimonio alrededor de ellos. “Ni tíos, ni abuelos, ni sus padres… eso puede ser un poco menos creíble para ellos, que sea posible lograrlo, entonces creo que si no tienes un ejemplo que te ayude a percibir, a concebir que es posible [lograr un buen matrimonio], sí puede ser un poquito más complejo”.
El joven Juan Carlos Ayala también cree que influye el ambiente en el que se crece, los valores y las prioridades al formar una familia. Ver cómo están los padres, los abuelos, tíos y cuáles de ellos logran tener un buen matrimonio y si son felices.
“Obviamente el hecho de ver un ejemplo con el cual tú creces influye en tu forma de pensar; y se puede atribuir [esa falta] a que no crean en esa forma de vida”, dice Juan Carlos.
El profesor Regnerus reflexionó que los jóvenes se pueden comprometer totalmente y decir «soy tuyo, eres mío, nos perdonaremos una y otra vez», y eso refleja «el amor perdurable de Dios por nosotros. Así que en la medida en que no creamos en el amor perdurable de Dios por nosotros, entonces no lo vamos a creer para los demás”.
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