La Justicia francesa confirmó este jueves la tercera condena a cadena perpetua contra el terrorista venezolano Ilich Ramírez Sánchez, alias Carlos, en esta ocasión por un atentado cometido en 1974 en una galería comercial de París que provocó dos muertes y 34 heridos.
El Tribunal de lo Criminal de París volvió a pronunciar esta condena, como ya se había hecho tres años atrás, después de que el Supremo ordenara revisar la pena al considerar que uno de los delitos no podía ser retenido.
Pese a ello, siguiendo la recomendación de la Fiscalía, no redujo la condena contra el autoproclamado «revolucionario profesional», que con esta nueva pena ve culminado su recorrido jurídico en Francia, donde está encarcelado desde que en 1994 fuera detenido por los servicios secretos galos en Sudán.
A punto de cumplir 72 años, Carlos aprovechó los dos días de vista para negar su participación en aquellos hechos y denunciar «una justicia corrupta» que montó el caso para atribuirle este nuevo atentado.
Camisa blanca, chaqueta azul claro y elegante pañuelo al cuello en esta segunda jornada del juicio, reconoció haber matado en su vida a 83 personas, «muchas, pero no suficientes», en un contexto de guerra y lucha revolucionaria.
Sin embargo, evitó reivindicar el atentado por el que estaba siendo juzgado, por considerar «traidores» a quienes revelan estos hechos cometidos en el marco de una organización, en su caso el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP).
«¿Alguien me vio lanzar esa granada?», lanzó el terrorista, que consideró «una vergüenza para Francia» este caso e interrumpió al fiscal con gritos de «¡Es falso!» cuando repasaba los indicios que llevaron a su condena.
El fiscal consideró que aquel ataque «inauguró una era de atentados ciegos», porque, a su juicio, por primera vez se dirigía contra personas anónimas.
Muy combativo durante los dos días del proceso, Carlos llegó incluso a interrumpir a su abogada, Isabelle Coutant-Peyre, -que también es su esposa, porque contrajeron matrimonio en prisión-, que le reprendió en varias ocasiones.
«Si quiere puede usted hacer el alegato, pero yo pierdo la concentración si me interrumpe», dijo la letrada visiblemente molesta con su cliente y marido.
En su alegato final aseguró sentirse «orgulloso de (su) recorrido revolucionario», pero negó que existan pruebas que le incriminen en este caso y acusó a fuerzas «sionistas» de haber falseado la acusación contra él.
«Francia es un gran país, pero hay gente que sigue poniendo dinero para acusar a gente como yo», culminó Carlos, figura central de la lucha armada comunista de los años 70 y 80.
Ya había sido condenado a la máxima pena permitida por la justicia francesa en dos ocasiones anteriores: en 1997 por el asesinato de dos agentes de los servicios secretos franceses y un confidente; y en 2011 por cuatro atentados cometidos entre 1982 y 1983 en los que murieron once personas y casi 200 resultaron heridas.
Su influjo aparece en otras espectaculares acciones armadas firmadas en nombre del FPLP, como la toma de rehenes en la embajada francesa en La Haya, al mismo tiempo que el atentado que fue ahora juzgado, el intento de ataque contra dos aviones israelíes en Orly de ese mismo año o el secuestro de los ministros del Petróleo del los países de la OPEP en Viena el año siguiente.
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