Opinión
En la actual elección presidencial en Estados Unidos lo que está realmente en juego no es tanto la oposición de programas de gobierno o liderazgos contrastados, sino fundamentalmente el predominio de dos visiones culturales distintas.
Se trata de la confrontación entre una cultura considerada progresista por parte de los demócratas y otra cultura que reacciona contra lo que considera antivalores y que es por ello definida como conservadora y es defendida por los republicanos.
En el terreno internacional, Kamala Harris tiene una postura llamada globalista, donde el libre comercio es exaltado radicalmente junto con nuevos valores culturales como el aborto, la causa LGBTT+, la transculturización de las sociedades y la pérdida de identidades nacionales.
En contraste, Donald Trump reivindica un capitalismo comercial más tradicional, con la idea de que Estados Unidos defienda sus plazas de trabajo. En este sentido, un tema fundamental suyo es oponerse a China y su práctica de aprovechar el tratado de libre comercio con México para introducir mercancías con precios abatidos que perjudican a la industria estadounidense, particularmente en ramos como el automotriz o el acero.
Y en lo que se refiere a lo que considera antivalores, Trump es opositor del aborto, no apoya la agenda transgénero ni LGBTT+, ni que los niños sean educados con estas ideas disolventes de la familia tradicional.
En el fondo, la clave fundamental de esta elección es si el globalismo sigue avanzando, o surge un freno al imponerse una agenda conservadora en la mayor potencia mundial.
Por eso Elon Musk, el empresario de las innovaciones tecnológicas, es un ferviente partidario de Donald Trump, mientras que George Soros, el especulador financiero, enemigo del Estado Nacional y promotor de la nueva cultura globalista, es parte de la causa demócrata, además de ser un impulsor de las migraciones y abolición de fronteras.
El progresismo demócrata de Kamala Harris tiene una identificación con el izquierdismo woke, mientras que el conservadurismo republicano de Donald Trump sustenta una reacción contra esa cultura de antivalores.
Es evidente que el triunfo de uno u otro va a influir internacionalmente en este aspecto y si fuera Harris habría un impulso notable de la agenda progresista y si fuera Trump, de la conservadora que actualmente constituye la resistencia a un modelo de vida que destruye los cimientos de las sociedades tradicionales, e incluso se puede decir, de la civilización occidental.
Habría también efectos en Europa, donde Estados Unidos apoya actualmente a la OTAN y mantiene un apoyo incondicional a Ucrania contra la invasión rusa. En tanto que Trump ha prometido empeñarse en lograr un cese al fuego e influir en que se lleven a cabo negociaciones de paz lo más pronto posible, siendo un crítico de la administración de Biden que ha proporcionado armamento al gobierno ucraniano.
Un cómico cometió un severo error en un acto republicano al querer hacer un mal chiste sobre cómo se ve Puerto Rico en el mapa, como un basurero. Pero esto quedó atrás cuando el presidente Biden llamó basura a los partidarios de Trump.
Si bien puede hablarse de una elección cerrada, los últimos sondeos muestran una tendencia ascendente de Donald Trump. Sin embargo, esto no es significativo todavía, aunque ha servido para que el candidato republicano declare que no va a tolerar un fraude electoral.
Hacia el cierre de las campañas Kamala Harris realizó un acto donde participaron Jennifer López y el conjunto de música mexicano, los Tigres del Norte. Su intención fue buscar el voto latino, que según algunos estudios se reparte 52 por ciento demócrata y 42 por ciento republicano.
Quizás no fue buena idea este acto y es posible no incida favorablemente para la causa demócrata. Y es que la actriz Jennifer López se encuentra actualmente relacionada con un escándalo que implica pedofilia, drogas, abusos sexuales y que produjo su divorcio del actor Ben Afleck.
Respecto a los Tigres del Norte es un conjunto musical muy célebre en el norte del país, que canta narco corridos. Su popularidad no evita que en el propio México sea mal visto porque auspicia una subcultura que legitima a los Cárteles de la droga. Su mayor éxito comercial es una canción titulada Jefe de Jefes, un especie de himno que enaltece a los narcotraficantes poderosos.
En México, el establishment cultural e intelectual simpatiza con Kamala Harris por su progresismo. Paradójicamente este establishment es opositor de la actual presidenta Claudia Sheimbaum, quien comparte ideológicamente con la candidata demócrata su inclinación hacia la agenda progresista pro aborto, LGBTT+, la educación de los niños en esos anti valores etcétera.
Un eventual triunfo de Donald Trump puede influir indirectamente en México, en el impulso de un movimiento conservador que actualmente no existe, pues el partido que supuestamente representa esta postura, el Partido Acción Nacional, está en manos de un grupo que promueve la causa progresista contra los valores conservadores tradicionales de ese partido.
Recientemente uno de sus líderes, Ricardo Anaya, habló abiertamente de su identificación con el progresismo y una diputada panista se pronunció públicamente porque el aborto hasta las 36 semanas sea legal, cuando el bebé en el vientre de la madre ya está completamente formado.
Y es que la confrontación entre el globalismo progresista y el conservadurismo nacionalista es lo que define al mundo ahora, es lo que va decidirse en la elección estadounidense y es lo que va a emerger también en México. Así se escribirá la historia de esta región del mundo y del mundo mismo del siglo XXI.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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