Los migrantes hondureños pueden decir: “Estamos huyendo del crimen y la violencia”. Sin embargo, la caravana de migrantes procedió a derribar una puerta fronteriza, apartó a la policía e irrumpió en un puente.
Los participantes de la caravana dicen: “Estamos orgullosos de ser hondureños”, mientras ondean banderas y luego salen a declarar que la nación es tan insoportable que el pueblo debe huir permanentemente.
Dicen: “Queremos trabajar duro y desarrollar la libre empresa”, sin embargo son miembros del partido socialista de Honduras, liderado por Manuel Zelaya, un viejo amigo de Hugo Chávez y su grupo antiestadounidense, la Alianza Bolivariana.
La explicación para los mensajes contradictorios es simple: la migración coordinada desde Honduras, conocida como “la caravana”, no tiene intenciones nobles. Mientras que muchos de los miles de participantes son peones desventurados, los organizadores están involucrados en una maniobra política, en el colmo de la hipocresía.
Cuáles son los orígenes de la caravana de migrantes
Los elementos socialistas y criminales de la caravana fueron evidentes desde el principio. El principal instigador es Bartolo Fuentes, excongresista del Partido Libertad y Refundación (Libre). Estos ardientes socialistas afirman que “la revolución es inevitable” en el camino hacia la “igualdad económica y social”.
El candidato Libre en las elecciones presidenciales de 2017 fue Salvador Nasralla. Nasralla no solo es un gran fanático de la caravana de migrantes, sino que también tiene debilidad por la dictadura en Venezuela y por los terroristas de las FARC en Colombia. Durante su campaña, afirmó que las protestas masivas en Venezuela fueron un “invento de los medios de comunicación”, mientras que más de 100 agentes venezolanos estuvieron en Honduras para que lo eligieran.
La ministra hondureña de Asuntos Internacionales, María Dolores Agüero, agregó que los organizadores de la caravana están trabajando en conjunto con el crimen organizado. Los organizadores engañaron a los participantes, afirma la ministra, prometiéndoles viaje seguro, sin visado y documentación para el asilo en Estados Unidos, todo demasiado bueno para ser verdad, pero mucha gente se creyó la mentira. Dos ya murieron en el camino.
No debe sorprendernos que los participantes no tuvieran la paciencia necesaria para pasar por el proceso de asilo legal ofrecido por el gobierno mexicano. Tal era su número que la única manera de detenerlos habría sido que las fuerzas del orden mexicanas abrieran fuego, una medida drástica que no estaban dispuestas a tomar.
Motivos políticos
Fuentes declaró a La Tribuna, un periódico hondureño, que todo comenzó con un grupo de WhatsApp de 160 miembros. Como por arte de magia, 1200 personas comenzaron la marcha en Honduras, y muchas más se unieron antes de que el grupo cruzara a Guatemala.
No está claro quién financia esta operación. La conocida ONG Pueblo Sin Fronteras, que promueve la inmigración abierta de América Latina a Estados Unidos, expresó su apoyo pero rechaza la idea de su implicación. De hecho, el grupo recomienda no realizar estas migraciones de grupo en este momento.
Una explicación posible es que Libre quiere sumar puntos políticos, obtener patrocinio a través de las remesas (una quinta parte del PIB hondureño) y tal vez ganarse el favor del Partido Demócrata de Estados Unidos. El presidente hondureño Orlando Hernández y su Partido Nacional afirman que este es un truco político violento de Libre y que dañará la reputación de la nación.
El analista político hondureño Jorge Yllescas puede ver por qué la gente quiere emigrar: la pobreza, el desempleo y el crimen organizado se encuentran en niveles extremos. Un tercio de los hogares hondureños, por ejemplo, sobrevive con menos de 240 dólares al mes, y ese porcentaje aumenta a más de la mitad en las zonas rurales.
Nada de esto es nuevo, y el temor de Yllescas es que la difícil situación de los pobres haya sido politizada por Libre. Duda de su sinceridad, debido a su falta de interés por el enorme éxodo de Venezuela, algo que le sucede a su aliado.
La Embajada de Estados Unidos en Honduras advirtió que a los migrantes no se les permitirá la entrada a Estados Unidos y que los participantes se están arriesgando a ser víctimas de los traficantes de personas. Eso no es ninguna sorpresa y es probable que sea la confrontación que los organizadores de Libre querían desde el principio. Los problemas para los que no lo lograrán fomentará el deseo de Libre de autopromocionarse y presentarse como los defensores de los oprimidos de Honduras.
Hernández tiene sus propios problemas y solo está en el cargo debido a una peculiar decisión judicial de desestimar el límite de su mandato. Sin embargo, como no es un ardiente oponente del presidente Donald Trump y de Estados Unidos, Libre busca hacerlo parecer un apologista del supuesto imperialismo estadounidense. El enfrentamiento de la caravana busca dividir a los involucrados y a sus simpatizantes de Hernández y Trump, para el bien de nadie más que de Libre.
Cómo Honduras puede ponerse de pie
Ni abandonar a Honduras ni culpar a Estados Unidos –como es la intención de Libre– sirven de nada para resolver los problemas subyacentes de los «catrachos«. Por el contrario, los hondureños y su gobierno deberían hacer todo lo posible para fomentar el estado de derecho y una relación comercial sana con Estados Unidos. Más allá de los beneficios inmediatos para ambas partes, vínculos más estrechos y previsibilidad jurídica fomentarían la inversión extranjera y la educación allí donde se necesita con tanta urgencia.
Hacer estragos en Estados Unidos no es una forma prudente de lograrlo. Aunque algunos pueden escurrirse ilegalmente y lograrlo, harán más daño que bien a sus compatriotas en casa.
Para los hondureños que señalan con el dedo al grande y malo Estados Unidos, este puede ser el momento de enfrentarse a problemas que se crearon en su propia casa. Los estadounidenses no corrompieron a Honduras; no contaminaron la costa caribeña; ni tampoco sostienen a las maras (pandillas) que plagan América Central. En cambio, la mayor parte de la actividad de las pandillas está relacionada con la guerra de las drogas y depende de la extorsión de empresas y actividades informales como la prostitución y la trata de personas.
Un artículo de un antiguo colega revela lo que sucede cuando las cosas se invierten. Elena Toledo, directora del centro de estudios clásico-liberal Eléutera en San Pedro Sula, abogó por la apertura de las fronteras hondureñas a los venezolanos. Su artículo generó quejas sobre la falta de suficientes empleos y servicios sociales para los hondureños, y mucho menos para los extranjeros. ¿Suena familiar?
Una Honduras más próspera sería una victoria tanto para los locales como para Estados Unidos, el antídoto contra la retórica de Libre y el éxodo a largo plazo. Eso solo ocurrirá al enfrentar los problemas en casa y adoptar una economía transparente y abierta que recompense el espíritu empresarial honesto y la inversión por un cimiento que perdurará.
Fergus Hodgson es el fundador y editor ejecutivo de la publicación de inteligencia latinoamericana Antigua Report.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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