En un mundo sin problemas y con satisfacción garantizada, no necesitas ser creativo.
En un mundo donde los deseos se cumplen y las metas se logran sin esfuerzo, no necesitas ser creativo.
En un mundo donde nuestros sueños se realizan instantáneamente con solo desear que las cosas existan, no necesitas ser creativo.
En un mundo en el que se puede hacer una fiesta, hacer arte, reír con los amigos o simplemente pasar un día sin tener que negociar un solo elemento que es impredecible, no deseado o no cooperativo, no es necesario ser creativo.
No vivimos en ninguno de esos mundos.
Vivimos en un mundo donde el tiempo y el espacio a menudo se sienten como tercos guardianes que nos separan de las cosas que queremos y necesitamos.
Vivimos en un mundo donde nuestros objetivos son constantemente desafiados por las realidades de la inercia y los inconvenientes.
Vivimos en un mundo donde el éxito y la satisfacción dependen de la imaginación y la innovación.
Vivimos en un mundo que requiere creatividad.
La creatividad nos da placer, pero se hace necesaria por las cosas que retrasan, disminuyen o niegan nuestro placer.
Cuando nos sentimos decepcionados con el mundo, no es una razón para renunciar a la creatividad. Es un recordatorio de por qué la necesitamos.
La gente me pregunta: «¿Por qué debo esforzarme en vivir creativamente cuando las cosas van mal?»
Porque esa es realmente la principal razón para ser creativo. Los desafíos no son un argumento en contra de ser creativo. Los desafíos son la razón por la que necesitamos ser creativos en primer lugar.
Si las cosas ocurrieran naturalmente según tus deseos, ¿de qué serviría la creatividad? Si tus anhelos pudieran cumplirse sin compromisos y sin costes, ¿por qué necesitarías ser creativo? Ninguna obra de arte o acto de bien ha surgido nunca de un estado que carece completamente de esfuerzo o que no necesita lidiar con alguna forma de resistencia o dificultad.
La creatividad no es solo jugar a juegos de teatro o ponerse pintura en la cara. Se trata de tener metas, encontrar obstáculos y soportar la carga de tener que idear estrategias contraintuitivas para sortear esos obstáculos.
No hace falta ser creativo para recostarse y esperar pasivamente que las cosas buenas sucedan por sí solas. Necesitamos creatividad precisamente para esos momentos en los que el camino a seguir parece poco claro o imposible.
La creatividad no es solo para los buenos momentos. Es para los desafíos que se interponen en nuestro camino cuando estamos ocupados tratando de disfrutar o perseguir los buenos momentos.
La creatividad puede servir para divertirse, pero es necesaria por el hecho de que uno no puede divertirse sin la capacidad de innovar e improvisar en torno a lo inoportuno e inesperado.
Si tenemos más problemas que nunca, no puedo pensar en un mejor momento para ser creativo.
Al menos así es como yo lo veo.
T.K. Coleman es el director de educación empresarial de la Fundación de Educación Económica y cofundador y director de educación de Praxis. Este artículo fue publicado originalmente en FEE.org
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