La cueva de Puyil, en el estado mexicano de Tabasco, es un pasadizo que permite explorar el legado prehistórico y maya, pero que a la vez se mantiene como un lugar «vivo» porque sigue siendo escenario de rituales llevados a cabo por los pobladores.
La exposición «La cueva de los ancestros», que presentó hoy el Museo Nacional de Antropología en Ciudad de México, hace un repaso de los hallazgos encontrados en Puyil, una formación con unos 75 metros de largo en la que se han encontrado 29 osamentas de diferentes periodos históricos.
El enclave, que se ubica cerca de la comunidad de Puxcatán, en el sureste del país, fue utilizado como un lugar sagrado por los mayas. Sin embargo, no fueron los primeros en emplearlo.
En la cueva se encontraron restos óseos que, en su mayoría, pertenecen a mayas del periodo clásico tardío (600-900 d.C.), pero hay otros tres individuos mucho más antiguos.
Uno pertenece, según los análisis, al periodo preclásico temprano (2500-1200 a.C), y los otros dos corresponden al periodo arcaico (8000 al 2500 a.C).
Por ello, se infiere que, para los mayas, Puyil «debió ser como una cueva de los ancestros», por lo que respetaron los restos óseos que ya había allí y dejaron los suyos, explicó en una conferencia el arqueólogo Luis Alberto Martos, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Los exámenes establecieron que los individuos del periodo arcaico guardan relación con aquellos que atravesaron un puente terrestre que existió en lo que hoy es el Estrecho de Bering hace miles de años (algunos cálculos indican que hace casi 28.000 años) y migraron desde Asia hacia el continente americano.
En la actualidad, los pobladores del lugar siguen utilizando la cueva con fines rituales.
Unos días después del 3 de mayo, si hay sequía, la cueva se convierte en un espacio de peregrinación y allí se depositan ofrendas como veladoras, aguardiente y comida.
Esto indica que el sitio «sigue estando vivo», opinó el arqueólogo.
En marzo de 2004, un grupo de exploradores se adentró en la cueva con el permiso de la comunidad, y reportaron al INAH la presencia de restos óseos.
El Instituto realizó su primera visita en 2005, encabezada por Martos, pero tuvieron que pasar dos años más para que comenzaran los trabajos sistemáticos en el lugar, que consta de una decena de cámaras.
Martos relató que la primera pregunta que se hicieron los investigadores fue si se trataba de una cueva maya o zoque.
El lugar se encuentra en la sierra zoque, pero también se sabe que grupos de esta etnia fueron desplazados por los mayas.
Hoy en día se indaga en el posible vínculo entre Puyil y el sitio arqueológico de Tortuguero, que se ubica a unos 25 kilómetros de la cueva.
«Es posible que la gente de Tortuguero haya utilizado esta caverna» con fines político-religosos, señaló Martos.
Uno de los indicios que apoya esta teoría es una inscripción que aparece en uno de los monumentos de Tortuguero. El texto hace referencia a la entrada del gobernante Ajaw Ajpu Bajlum en «la casa del maíz, la casa preciosa, su casa subterránea».
La inscripción podría hacer referencia a una formación que se encuentra en el interior de Puyil y que ha sido bautizada como «la mazorca», por su semejanza con este producto.
La cueva tiene pasillos estrechos que han implicado dificultades para los investigadores. Además, por su forma -que se asemeja a la de un caracol- hace que, cada vez que llueve desciendan flujos de agua y lodo.
Tras atravesar todos los espacios de la cueva se localiza la última cámara, donde fueron encontrados nueve individuos cuyos restos se ubicaban en relación anatómica; es decir, con sus diferentes elementos en contacto entre sí.
Allí también se descubrieron vestigios que podrían ser parte de una ofrenda mortuoria, como hachas de piedra verde, conchas, cinabrio y una punta de proyectil de pedernal.
El pasaje que permite acceder a esta última cámara es conocido por los investigadores como «el parto», por lo complicado que es atravesarlo, debido a que no hay apenas espacio.
Pasar por él es como «entrar a las mismas entrañas de la tierra», resaltó Martos.
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