La fauna antártica está amenazada por los patógenos dispersados por los humanos en latitudes polares, según un estudio del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de la Universidad de Barcelona y del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA-CReSA).
El estudio, que ha identificado bacterias del género Salmonella y Campylobacter de origen humano en aves marinas de los ecosistemas antárticos y subantárticos, explica que estos agentes zoonóticos, que causan infecciones frecuentes en las personas, son adquiridos por las aves marinas carroñeras en contacto con humanos o con el ganado, y se dispersan a lo largo del océano sur.
El trabajo, que publica la revista «Science of the Total Environment», también alerta de que cada vez es más fácil introducir agentes infecciosos en regiones remotas que podrían originar mortandades masivas en los ecosistemas más extremos del mundo.
Los expertos que han liderado la investigación, Jacob González-Solís (IRBio-UB), y Marta Cerdà-Cuéllar (IRTA-CReSA), recomiendan en su trabajo que hay que potenciar medidas de bioseguridad más estrictas para limitar los impactos humanos en la Antártida.
Según el estudio, exploradores, balleneros, científicos -y más recientemente, también turistas- son ejemplos de colectivos humanos que se han desplazado hasta los puntos más remotos del extremo sur del planeta y que están provocando casos de zoonosis inversa, es decir, infecciones que son transmitidas por la especie humana a otros seres vivos.
«La cronología y las vías potenciales para la zoonosis inversa en estos ecosistemas son complejas y difíciles de estudiar, pero parece que se pueden relacionar claramente con la proximidad de la fauna en zonas subantárticas habitadas y con la presencia de bases científicas antárticas», advierte González-Solís.
El trabajo ha confirmado las primeras evidencias de zoonosis inversa relacionada con la presencia de bacterias Salmonella y Campylobacter de origen humano en la fauna polar, y una de las señales de alerta ha sido, en concreto, la identificación de cepas de Campylobacter, que son resistentes a la ciprofloxacina y la enrofloxacina (antibióticos de uso habitual en medicina y veterinaria).
«El descubrimiento de genotipos de Campylobacter habituales en la especie humana o el ganado nos dio la pista definitiva para confirmar que el hombre puede estar introduciendo patógenos en estas regiones tan remotas», detalla Cerdà-Cuéllar.
«Estas cepas de Salmonella y Campylobacter, que son causa habitual de infecciones en los humanos y el ganado, no suelen provocar brotes de mortalidad en la fauna salvaje. Ahora bien, los nuevos patógenos emergentes o invasores que llegan a poblaciones altamente sensibles -como la fauna antártica y subantártica- podrían tener consecuencias devastadoras y causar el colapso local y la extinción de algunas poblaciones», avisan los biólogos.
El estudio muestra que el riesgo de zoonosis inversa es más elevado en áreas cercanas a las zonas geográficas más habitadas, como las islas Malvinas o el archipiélago Tristán da Cunha.
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