La forma en que William-Adolphe Bouguereau afrontó el dolor

La historia del arte: Lo que podemos aprender de la vida de los artistas

Por ERIC BESS
05 de junio de 2021 2:10 PM Actualizado: 05 de junio de 2021 2:10 PM

Como seres humanos, nos esforzamos por lidiar con el dolor de la muerte. Hoy veremos cómo uno de los más grandes artistas del siglo XIX, William-Adolphe Bouguereau, abordó la muerte a través de sus pinturas.

Evolución artística de Bouguereau

Bouguereau nació en 1825 en La Rochelle, Francia, y desde muy joven ingresó en la escuela local, donde impresionó a sus compañeros con los dibujos que hacía en sus cuadernos y textos escolares. Sin embargo, el negocio de su padre estaba fracasando, y su situación económica a menudo generaba discusiones entre sus padres. Al poco tiempo, los padres de Bouguereau enviaron a sus hijos a casa de unos parientes.

El joven Bouguereau se alojó en casa de su tío, quien le mostró cariño y afecto y fomentó la inclinación del niño por la cultura clásica. En 1839, cuando Bouguereau tenía 14 años, su tío lo inscribió en el colegio de Pons para estudiar religión y literatura clásica, lo que influyó en gran parte de su obra artística posterior.

En Pons, Bouguereau recibió algunas de sus primeras lecciones de dibujo de un profesor llamado Louis Sage, alumno del gran pintor neoclásico Jean-Auguste-Dominique Ingres.

Pasados varios años, el padre de Bouguereau empezó a probar suerte en el comercio del aceite de oliva y quiso que su hijo le ayudara en el negocio familiar. Así, a los 17 años, Bouguereau regresó a su casa, a pesar de su voluntad de continuar sus estudios de arte.

Sin embargo, su talento artístico era innegable, y su familia y amigos ayudaron a convencer a su padre para que el chico se inscribiera en los cursos de arte de la escuela de arte municipal, donde ganó el premio a la mejor pintura histórica. Luego, con la bendición de su padre, Bouguereau decidió estudiar arte a tiempo completo.

Como necesitaba dinero para estudiar en París, se ganaba la vida pintando retratos, mientras su tío le proveía alojamiento.

En París, Bouguereau entró en el estudio del artista francés François Picot. Como nuevo estudiante, fue objeto de novatadas, se le obligó a comprar bebidas y se le obligó a realizar tareas de poca importancia. Estas tareas serían su responsabilidad hasta que llegara un nuevo alumno.

Sin embargo, Bouguereau amaba a Picot, y lo soportó para convertirse en el mejor artista posible bajo su tutela. En 1846, Bouguereau fue admitido en la École des Beaux-Arts, una prestigiosa escuela para el aprendizaje de las bellas artes tradicionales.

En 1850, gracias al trabajo duro y a la perseverancia, logró ganar el Gran Premio de Roma, que era el mayor premio competitivo de la École des Beaux-Arts. La obtención del Grand Prix le permitió a Bouguereau disfrutar de un viaje de un año a Roma, donde estudió el arte de los grandes maestros.

Cuando regresó a Francia, rápidamente se convirtió en uno de los pintores más populares y demandados. Se estabilizó, se casó en 1866 y tuvo hijos. Y aquí es donde la historia de Bouguereau se convierte en una pérdida reiterada. Tuvo cinco hijos con su primera esposa, Marie-Nelly Monchablon; cuatro de estos hijos y su esposa murieron antes que él.

Pintando el dolor

La pintura se convirtió en la forma en que Bouguereau afrontaba sus pérdidas. Crear lo aliviaba. Decía: «Cada día voy a mi estudio lleno de alegría; por la noche, cuando me veo obligado a parar a causa de la oscuridad[,] apenas puedo esperar a que llegue la mañana siguiente (…) si no puedo entregarme a mi querida pintura[,] me siento miserable».

¿Y qué pintó después de la muerte de sus hijos? ¿Cómo enfrentó su dolor? ¿Cómo conmemoró a sus hijos?

Varios de sus cuadros nos dan una idea de estas cuestiones.

Según «William Bouguereau: Su vida y sus obras», de Damien Bartoli y Frederick Ross, Bouguereau «se sumergió en su arte, su único paliativo eficaz contra el dolor». Tras la muerte de su hijo mayor, George, «Bouguereau deseaba completar un proyecto que ahora le rondaba constantemente por la cabeza, uno que de hecho lo perseguía, pues deseaba fervientemente, por medio de su arte, rendir un último y sublime homenaje a su desafortunado hijo George».

Este proyecto sería su versión de la «Pietà», que es una palabra italiana que significa «piedad» o «compasión». En la «Pietà», Bouguereau representa a la Virgen María vestida de negro para llorar la muerte de su hijo, al que ahora sostiene fuertemente en sus brazos.

La Virgen María parece mirarnos directamente, aunque puede estar mirando hacia arriba. En cualquier caso, su mirada nos pide que compartamos su pérdida. Tanto ella como Jesús están adornados con un halo dorado, que sugiere su divinidad.

Nueve ángeles rodean a las dos figuras centrales y, en contraste con el negro de la Virgen y el blanco de Jesús, los nueve ángeles llevan los colores del arco iris. Junto con el negro de la Virgen y el blanco de Jesús, el arco iris representa todos los colores posibles para pintar una imagen.

Según Kara Ross, del Art Renewal Center, en esta pintura «el arco iris simboliza que el sacrificio de Jesús fue completo y que el alma humana puede nacer de nuevo y ascender a Dios después de la muerte».

«Pietà», 1876, de William-Adolphe Bouguereau. Óleo sobre lienzo, 87.7 pulgadas por 58.7 pulgadas. Colección privada. (Dominio público)

El consuelo del arte

¿Bouguereau se limitó a pintar una imagen con la que pudiera identificarse en su momento de sufrimiento? ¿O también pidió al espectador que sintiera su dolor? ¿O tal vez creía que la creación de imágenes divinas podía aliviar su sufrimiento y ayudar a que su alma naciera de nuevo?

Poco después de la muerte de su hijo, la esposa de Bouguereau, Nelly, enfermó gravemente. Acababa de dar a luz a un hijo al que llamaron Maurice. Al cabo de unos dos meses, tanto Nelly como Maurice murieron.

Esta vez, Bouguereau plasmó su dolor en dos cuadros: «La Virgen de la Consolación» y «Un alma en el paraíso».

«La Virgen de la Consolación» representa a una madre dolorosa vestida de negro que se ha arrojado sobre el regazo de la Virgen María por la muerte de su hijo. La Virgen María está sentada en un elegante trono y tiene un halo de oro. Levanta las manos y mira hacia arriba como si dijera que estas cosas están en manos de Dios.

«La Virgen de la Consolación», 1877, de William Bouguereau. Óleo sobre lienzo, 80.3 por 57.8 pulgadas. Museo de Bellas Artes de Estrasburgo, Francia. (Dominio público)

«Un alma en el paraíso» representa a dos ángeles que llevan a una joven desde la oscuridad de abajo hasta la luz amarilla del cielo, que representa la silueta del ángel en la parte superior derecha de la composición.

En este caso también, Bouguereau usó las imágenes divinas para sugerir que estas dolorosas circunstancias de la vida están fuera de nuestro control, que están en manos de Dios, y que la luz divina del cielo está potencialmente abierta para todos nosotros.

«Un alma en el paraíso», 1878, de William Bouguereau. Óleo sobre lienzo, 70.8 por 108.2 pulgadas. Museo de Arte y Arqueología del Périgord, Francia. (Dominio público)

El arte puede proporcionar consuelo y confort, no solo para el artista sino también para quienes lo ven. El arte también puede fomentar la compasión. Al mostrar el sufrimiento de otros seres humanos, las obras de arte pueden invitarnos a compartir ese sufrimiento. Por último, el arte puede animarnos a reflexionar sobre lo que puede haber más allá de nuestras vidas humanas.

La historia del arte es una historia que se desarrolla eternamente. También es nuestra historia, la historia de la raza humana. Cada generación de artistas afecta sus respectivas culturas con sus obras de arte y sus decisiones en la vida. Esta serie compartirá historias extraídas de la historia del arte que nos animan a preguntarnos cómo podemos ser seres humanos más sinceros, solidarios y pacientes.

Eric Bess es un artista representativo activo y es aspirante a doctorado en el Instituto de Estudios de Doctorado en Artes Visuales (IDSVA).


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