Sun Simiao es una estrella brillante en la historia de la Medicina Tradicional China. Sus logros fueron conmemorados y admirados durante más de 1,000 años. El emperador Taizong de la dinastía Tang una vez lo elogió:
«Abriendo un camino y pavimentando el sendero,
eres el mejor maestro de medicina.
Provees asistencia a los seres divinos,
equilibras el yin y el yang de las cuatro estaciones.
Guiando dragones e instruyendo tigres,
ayudas a los necesitados y salvas a los que están en peligro.
Grandioso y magnífico,
eres un ejemplo para seguir más de cien generaciones»
Cultivando la virtud para su propia salud, Sun también ayudó a la sociedad con medicinas y no persiguió la fama ni el interés material. En su libro, Qianjin Yaofang (Fórmulas Esenciales para Emergencias [que valen] Mil Piezas de Oro), enfatizó fuertemente la importancia de los altos valores morales, «Un gran doctor es dedicado y sincero». Sun Simiao es un verdadero rey de la medicina en todas las épocas.
A continuación hay dos ejemplos en los que las buenas obras de Sun fueron recompensadas.
Un regalo inesperado
Un día, Sun estaba caminando por un pequeño sendero en las montañas cuando vio a un tigre más adelante. No tenía por dónde escapar, así que se quedó ahí parado. En vez de correr hacia él, el tigre se arrodilló sobre sus patas delanteras y se inclinó ante él. Entonces abrió la boca como para mostrarle algo.
El tigre era muy delgado y mostraba acciones tan inusuales que Sun sospechó que necesitaba atención médica. Se dirigió hacia la bestia y vio que la garganta del tigre estaba muy hinchada. Al examinarlo más de cerca, encontró un trozo de hueso alojado a ambos lados de su garganta. Tomó una barra de metal de su cartera médica para mantener la mandíbula de la bestia abierta y evitar que lo mordiera. Luego se acercó para sacar el hueso. También extirpó parte del músculo infectado donde se había alojado el hueso y le aplicó algún medicamento. Sun le quitó la barra de metal de la boca y el tigre huyó.
Era una gran montaña por la que caminaba y Sun no viajó muy lejos y apenas había pasado el medio día. Mientras seguía caminando, un tigre corrió hacia él. Antes de que se diera cuenta de lo que estaba pasando, el tigre se detuvo. Colocó sobre el suelo algo que había estado llevando en su boca y bajó la cabeza unas cuantas veces, como si estuviese saludando a Sun Simiao. El tigre entonces comenzó a alejarse, pero después de cada pocos pasos, miraba hacia atrás por encima de su hombro. Sun recogió lo que el tigre había dejado caer y descubrió que se trataba de crema de placenta de venado, un ingrediente raro y precioso para la medicina. Sabía que el tigre entendía el principio de devolver la bondad.
Sobrevivir a una inundación
En otra ocasión, Sun estaba caminando cuando empezó a llover a cántaros. Con un fuerte sonido, un dragón gigante apareció en el aire y aterrizó en el suelo frente a él. Sorprendido por esta escena, Sun entonces, vio al dragón abrir su boca hacia él, mientras le señalaba con una garra.
La tormenta se detuvo. Sun sostuvo la cabeza del dragón y miró dentro de su boca. Vio una hinchazón del tamaño de un bollo al vapor en su garganta, y estaba infectado. Sun mantuvo la boca del dragón abierta con una barra de metal y cortó la carne podrida con un cuchillo. Luego le aplicó una pomada antes de sacar la barra.
El dragón abrió y cerró la boca varias veces y claramente parecía sentirse mucho mejor. Asintió a Sun y se fue volando con la llegada de otra tormenta torrencial.
Pasó más de un mes y Sun se preparaba para cruzar un río. El agua era clara y solo de medio pie de profundidad, pero el río tenía dos li (un kilómetro) de ancho. Sun enrolló sus pantalones y comenzó a vadear el río con los pies descalzos. Cuando llegó al centro, una inundación repentina comenzó a surgir hacia él. El agua corría por el río como una enorme avalancha que bajaba corriendo por una montaña. No había tiempo para escapar.
Sun estaba aturdido y no podía moverse. De repente, un fuerte ruido vino del cielo y un dragón gigante aterrizó río arriba, bloqueando la corriente de orilla a orilla. El agua siguió subiendo, pero no se acercó más. Sun no tuvo tiempo de pensar más mientras tropezaba para llegar a la otra orilla del río.
Sun miró hacia atrás a la enorme presa formada por el dragón y vio que el agua era tan alta como una montaña. Mientras el dragón se elevaba por encima del agua, la enorme marea se precipitó por el río. Sun llegó a comprender que, como antes había salvado al dragón, ahora el dragón lo había rescatado a cambio.
(Continuará…)
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