A lo largo de la historia, han habido momentos en los que la gente reconoce que todo se está desmoronando, y parece que la civilización se desmorona a su alrededor. La gente empieza a organizarse en grupos y a atacar a los que no están en su círculo; se hace difícil discernir la verdad cuando la gente se enfoca en atacar a los que piensan diferente.
Sin embargo, la verdad suele ir más allá de los confines de nuestra limitada comprensión. El grabado de Gustave Doré «Baruc escribiendo las profecías de Jeremías» puede darnos una idea de cómo discernir la verdad en tiempos de gran disentimiento.
Jeremías, el profeta
Jeremías fue un profeta y reformador entre el 650 a.C. y el 570 a.C. en el Cercano Oriente. Durante su vida hubo un período de gran transición: El imperio asirio dominante cayó ante los babilonios, y llegó al poder un imperio neobabilónico.
Jeremías profetizó que los babilonios atacarían al pueblo de Judá. El rey de Judá, Josías, decidió instaurar nuevas reformas religiosas, pero estas reformas se referían sobre todo a los rituales religiosos. Jeremías trató de advertir al pueblo que la reforma de los rituales religiosos no iba a salvarlos de los desastres venideros que profetizó.
En cambio, Jeremías exclamó que la gente necesitaba arrepentirse de sus malas acciones y, desde su interior, comenzar una verdadera reforma ética. La gente necesitaba seguir el camino de Dios y aceptar sus destinos en la vida, independientemente de lo difíciles que parecieran. Sin embargo, este mensaje no sentó bien a la autoridad del Templo de Jerusalén, y Jeremías fue amenazado y encarcelado.
Más tarde, Jeremías dictó sus profecías a su escribano Baruc, y éste las leyó en el Templo. Después de la muerte de Josías, su hijo, el rey Joaquín, escuchó a Baruc leer las profecías de Jeremías en un pergamino y ordenó que lo cortaran en pedazos y lo quemaran. Jeremías se escondió, pero no dejó de dictar la palabra de Dios a Baruc, animando al pueblo de Judá a confiar en Dios y a ser buenas personas.
«Baruc escribiendo las profecías de Jeremías»
Doré, en su grabado para el Antiguo Testamento, representó a Jeremías dictando a Baruc. El tamaño y el contraste entre la luz y la oscuridad en el retrato de Jeremías lo convierten en el punto focal. Está de pie en medio de lo que parece ser una cueva, lo que sugiere que Doré representó a Jeremías escondido. Su túnica con capucha le cubre la cabeza mientras mira hacia la luz que desciende sobre él.
Jeremías se lleva una mano al pecho y pone la otra sobre la cabeza de Baruc. Baruc se arrodilla frente a Jeremías. Mira hacia arriba y escucha diligentemente a Jeremías mientras su mano se prepara para anotar las palabras del profeta.
El fondo parece oscuro y aislado. La textura de las paredes y del suelo de la cueva contrasta con las vestimentas lisas y fluidas de las figuras. El contraste de las figuras con su entorno reitera su importancia en la composición.
Mentes y corazones hacia la luz divina de la verdad
Doré nos dice mucho en su representación de Jeremías. Jeremías tiene una luz que le ilumina desde arriba como un foco. Mira hacia arriba como si quisiera recibir y aceptar la luz. Por supuesto, la luz representa la palabra de Dios.
La luz se dirige a la cabeza de Jeremías, lo que sugiere su influencia en sus pensamientos. La cabeza suele simbolizar el pensamiento crítico y racional. Así, podemos suponer que las facultades críticas y racionales de Jeremías están llenas de la luz de Dios.
No solo los pensamientos de Jeremías están influenciados por Dios. Al poner la mano de Jeremías en su pecho, Doré puede sugerir que su corazón —un lugar que a menudo simboliza las emociones— también está influenciado.
Todo el mundo interior de Jeremías está influenciado por Dios. Sus pensamientos y sentimientos se ven afectados por Dios. Estos pensamientos y sentimientos son la verdad para él, y comparte esta verdad con Baruc arrodillado frente a él.
Jeremías comparte esta verdad no solo con sus palabras, sino también con la mano que pone sobre la cabeza de Baruc. Para mí, las palabras de Jeremías representan los pensamientos y sentimientos que se correlacionan con el mensaje de Dios, pero su mano sobre la cabeza de Baruc representa la acción. Esto sugiere que Jeremías no debe limitarse a hablar de Dios, sino que debe actuar de acuerdo con la voluntad de Dios.
Por último, Doré no representó a Jeremías recibiendo la luz de Dios desde el mundo material. En cambio, el artista puso a Jeremías en una cueva sin nada a su alrededor. El ambiente apagado queda en segundo plano y tiene poca influencia en Jeremías. Lo único que importa es la luz que cae sobre él.
Jeremías compartía la verdad de Dios, una verdad más elevada y profunda que la del mundo que ocupaba, y no le importaba si no era política o culturalmente popular hacerlo. A él no le preocupaban las ideas del Templo o del rey, sino la verdad misma, que estaba más allá de los confines de cualquier grupo.
Tal vez, si dirigimos nuestras mentes y nuestros corazones hacia la verdad, en lugar de hacerlo contra algo o alguien, nosotros también podemos recibir la luz de Dios.
Las artes tradicionales a menudo contienen representaciones y símbolos espirituales cuyo significado puede perderse en nuestras mentes modernas. En nuestra serie «Llegar al interior: Lo que el arte tradicional ofrece al corazón», interpretamos las artes visuales de manera que puedan ser moralmente perspicaces para nosotros hoy en día. No pretendemos dar respuestas absolutas a preguntas con las que han luchado generaciones, pero esperamos que nuestras preguntas inspiren un viaje de reflexión para convertirnos en seres humanos más auténticos, compasivos y valientes.
Eric Bess es un artista representativo activo y estudiante de doctorado en el Instituto de Estudios de Doctorado en Artes Visuales (IDSVA).
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