La oposición rusa, desde comunistas hasta liberales, se debate entre votar «Niet» (No) y el boicot al plebiscito constitucional que permitiría al líder, Vladímir Putin, permanecer en el poder después de 2024.
«Esto no es un referéndum constitucional, sino un gran sondeo sociológico (sobre Putin) financiado con dinero estatal», aseguró a Efe Dmitri Nóvikov, vicepresidente del Partido Comunista de Rusia.
Votar «no» a la reforma
Los comunistas son el único partido con representación parlamentaria que votó en contra tanto de la reforma presentada por Putin en enero como de la propuesta para que el jefe del Kremlin, en el poder desde hace 20 años, pueda ejercer un nuevo mandato presidencial.
Aunque han sido muy críticos con la gestión del partido del Kremlin, habían respaldado siempre a Putin en asuntos importantes como la guerra en Osetia del Sur, la intervención en Siria o la anexión de Crimea.
«Hay que hacer una reforma constitucional profunda, por eso llamamos a votar No. Estamos en contra de que se elimine la limitación de dos mandatos presidenciales consecutivos», explica el comunista.
Nóvikov criticó la ausencia de un amplio debate en la sociedad.
«No sólo estamos en contra del contenido, sino también de la forma. Esto no es un referéndum. Eso demuestra que el Kremlin no estaba seguro de que lograría, en condiciones normales, el resultado requerido», apuntó.
No reconocer los resultados
Entre la oposición extraparlamentaria, el partido liberal Yábloko ha sido el único que ha presentado una reforma constitucional alternativa contra lo que llama «golpe constitucional» de Putin.
Propone reducir de seis a cuatro años los mandatos presidenciales, aumentar el número de escaños en la Duma para dar cabida a partidos minoritarios, recortar la permanencia de los diputados en sus puestos y restituir las elecciones directas de gobernadores y alcaldes.
«Yábloko nunca ha llamado al boicot», aseguró a Efe uno de sus dirigentes, Lev Shlosberg.
Al contrario, ha dado plena libertad a sus partidarios para que elijan la postura que crean conveniente, lo que ha abierto un agitado debate en sus filas, al que se han sumado populares figuras del periodismo, el arte y el espectáculo muy críticas con Putin.
«La votación es anticonstitucional, por lo que no reconoceremos los resultados. No tiene sentido participar desde el punto de vista político o jurídico», señala Shlosberg.
Pero admite que son muchos en el seno del partido y fuera de él los que quieren votar en contra, aduciendo que «cuantos más voten, más difícil será falsificar los resultados».
Shlosberg, cuya esposa trabaja en un hospital en el noroeste del país, precisa que «todo sería diferente» si no hubiera una pandemia del virus del PCCh, comúnmente conocido como nuevo coronavirus.
«Como sé lo que está ocurriendo, no puedo llamar a la gente a votar. No puedo enviar a la gente a la muerte como hace Putin. Todo el poder de Putin no vale la vida de una sola persona en Rusia», subraya.
Abierto boicot
La oposición radical tiene clara su postura. La única opción posible es el boicot. Su principal líder, Alexéi Navalni, cree que aquellos que quieren que Putin no siga en el poder «eternamente» no pueden participar en esa farsa.
«Llamar a acudir las urnas durante una pandemia es amoral y el mismo procedimiento de votación es un sinsentido. Putin hará todo lo posible para que nuestro voto no tenga ningún valor, afirmó.
Denuncia que el Kremlin se inventó la votación por adelantado, tanto en colegios electorales como por internet, para manipular el resultado y no para evitar aglomeración y un posible rebrote de la COVID-19.
«La comisión electoral dice que un 30 % de los electores ya han votado. Como persona que ha visto muchas campañas electorales, descarto que hayan podido votar por adelantado más de un 7-12 %. Eso es imposible», denunció.
Navalni y otros partidos prefieren llevar la lucha a las calles, como ocurriera hace un año cuando las autoridades negaron el registro a casi todos los candidatos opositores en las elecciones municipales en Moscú, escenario de las mayores protestas antigubernamentales desde 2012.
La diferencia es que las autoridades han aprovechado la prohibición de celebrar actos públicos debido a la pandemia para rechazar cualquier solicitud opositora.
Fragmentación opositora
El director del Centro Levada, Lev Gudkov, cree que «la fragmentación» de la oposición juega en favor de Putin.
«Si hubiera una postura común entre los comunistas y Yábloko, habría alguna oportunidad de que el No ganara el miércoles. En cambio, ahora mucha gente cree que, como la falsificación será tan grande, no merece la pena votar, explicó a Efe.
Recordó que tanto la confianza de los rusos en la gestión de Putin como su popularidad se encuentran en su momento más bajo desde 2008, lo que sumado al descontento por la pandemia y la mala situación económica han creado un explosivo cóctel para el Kremlin.
«El 60 % de los rusos han sufrido una caída de sus ingresos y un 25 % o está en paro o en vacaciones no retribuidas. Por eso, el Kremlin convocó el plebiscito ahora y no después del verano. Están con prisas», explica.
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