Lobas que amamantan gemelos, fratricidios o legendarios reyes… Los orígenes de Roma están impregnados del mito; pero ahora una muestra arqueológica los explora para tratar de arrojar luz a los albores de una urbe que se convirtió en imperio.
La exposición, en los Museos Capitolinos hasta el 27 de enero de 2019, lleva por título «La Roma de los Reyes: El relato de la arqueología» y se compone de cerca de 840 objetos recuperados en excavaciones de la ciudad, muchos jamás mostrados al público.
El superintendente de Cultura Claudio Parisi Presicce indicó en una rueda de prensa, que el objetivo es comprender «la formación y la afirmación» de Roma en la región del Lacio, imponiéndose a otros pueblos como los etruscos, pero también en el Mediterráneo.
Articulada en 8 secciones con una «enorme cantidad de objetos», la exposición «permite recomponer un cuadro de la sociedad entre el siglo X y el V a.C», en la fase más arcaica de la ciudad.
La tradición establece que Roma fue fundada en el año 753 a.C, en concreto el 21 de abril por Rómulo, que se convirtió en su primer rey tras asesinar a su hermano Remo, ambos huérfanos que sobrevivieron al abandono al ser amamantados por una loba en el río Tíber.
Los organizadores de la exposición explican que poco se sabe aún de los siglos previos al surgimiento de esta importante ciudad, así como de su primera forma de Gobierno, una monarquía por la que se sucedieron siete reyes hasta el 509 a.C, el inicio de la República.
Esto se debe a que los orígenes de Roma a menudo «están confinados por los mitos», por un mayor interés hacia su época imperial y por «la dificultad de encontrar» restos de las fases previas a su fundación, alegan.
Por esto se dirige especial atención al período anterior al nacimiento de la urbe, desde el año 1.000 a.C, con información sobre sus ritos sepulcrales o los intercambios comerciales.
Las urnas demuestran que cuando surgió la ciudad, la práctica más extendida era la incineración, aunque pronto se asumió también la inhumación en nichos o sarcófagos con toda una serie de ritos para cumplir el «deber» de dar sepultura a los muertos.
Se sabe asimismo que en aquellos tiempos los habitantes de las fértiles tierras del Lacio ya comerciaban con los pueblos micénicos y también con las colonias helénicas en la costa del mar Tirreno, sobre todo bienes de lujo y preciadas cerámicas.
La época regia de Roma, que concluyó con Tarquinio el Soberbio en el 509 a.C, queda ilustrada con una didáctica maqueta en la que se aprecia que Roma solo era una pequeña villa al margen izquierdo del Tíber, entre la colina del Palatino y la del Aventino.
Gracias a los hallazgos en el área sagrada de Sant’Omobono, en el Foro Boario, se conservan esculturas de dioses y héroes en terracota y lastras del mismo material con procesiones y animales fantásticos que decoraban los edificios, por entonces austeros y de madera.
Destacan una vasija con asa de origen griego (askos) y que servía para contener pequeñas cantidades de líquido como vino o aceite, datado en torno al 630 a.C, así como una fíbula de bronce decorada (800-730 a.C) que servía para sujetar los ropajes y capas.
La exposición se cierra con una representación de los objetos de lujo arcaicos y adornos funerarios de la necrópolis del Esquilino, en las inmediaciones de la actual estación ferroviaria de Termini, que ha perdido gran parte de su patrimonio con el paso del tiempo.
Se desconoce el uso de esas piezas pero «hacen comprender cuánto se ha perdido y cuántos son los objetos que siguen sin tener connotaciones históricas», explicó Parisi Presicce, pues algunos restos no fueron clasificados en el pasado con una correcta metodología.
Pero la muestra cuenta con algunas piezas localizadas hace poco en yacimientos explorados el pasado año, lo que arroja un soplo de esperanza, pues el suelo de Roma «continúa devolviéndonos» material que podrá contribuir a comprender su pasado y el de sus reyes.
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