Tras el apaciguamiento de la pandemia del virus del PCCh (Partido Comunista Chino), comúnmente conocido como nuevo coronavirus, las palabras «patriotismo, unidad y optimismo» ahora impregnan la Internet china, ya que la maquinaria de propaganda del Partido Comunista Chino invierte tiempo y energía para «remediar» la protesta pública inicial relacionada con el mal manejo del brote por parte del régimen.
El 18 de febrero, la Comisión Central de Asuntos Políticos y Jurídicos del PCCh emitió un aviso en el que exigía «introducir más ‘noticias emotivas’ y positivas con historias humanas y conmovedoras» para crear «una energía positiva». Desde entonces, los medios de comunicación estatales cambiaron la narrativa de presentar al virus del PCCh como «prevenible y controlable» por la de elogiar a los que están en primera línea y alardear de la labor llevada a cabo por el régimen para contener el brote.
La «energía positiva» se ha convertido en el lema del PCCh desde que el líder Xi Jinping comenzó a utilizarla en el discurso político de China, tanto a nivel nacional como internacional. La misma también ocupa un lugar fundamental en los esfuerzos del régimen tendientes a censurar Internet y controlar a la opinión pública.
Varias personas que participaron en la creación de «energía positiva» en medio del brote, comparten sus experiencias con Bitter Winter.
Propagandistas contra su voluntad
Yingzi (seudónimo), una trabajadora médica que fue enviada a trabajar a Wuhan, no ha tenido demasiado tiempo para descansar desde que regresó a su hogar hace dos meses. Supervisada por funcionarios gubernamentales, está ocupada propagando «energía positiva» mientras comparte su experiencia de lucha contra el virus. Se ve obligada a escribir artículos, los cuales son revisados y pulidos por expertos en propaganda, para reflejar los logros del PCCh, y a dar discursos sobre su labor en el epicentro del COVID-19.
A fines de enero, el hospital donde trabajaba Yingzi le ordenó que fuera a Wuhan. En contra de su voluntad y a pesar de la fuerte objeción de su familia, firmó una «solicitud para unirse a la batalla». La mujer no tenía otra opción: si se negaba a ir, habría sido castigada.
Los medios de comunicación estatales utilizan estas solicitudes para crear «noticias emotivas», enfatizando que el personal médico de toda China viajó a Wuhan voluntariamente, o para retratar «los gloriosos sacrificios» de aquellos que fallecieron a causa del virus mientras intentaban combatirlo. Artículos titulados «Un médico octogenario redacta una solicitud para unirse a la batalla para apoyar a Wuhan, afirmando: ‘Por favor, envíenme a la batalla’» o «Leer las solicitudes para unirse a la batalla siempre me hace llorar», inundaron Internet durante los primeros meses del año. Pero numerosos trabajadores médicos revelaron que las solicitudes de envío a Wuhan no siempre eran voluntarias.
Antes de su partida, a Yingzi le dijeron que debía concederle una entrevista a un medio de comunicación estatal para hablar sobre su decisión «voluntaria» de ir a Wuhan y le entregaron un texto elaborado por el Gobierno municipal, el cual tuvo que memorizar. «Si me hubiera negado, habría sido castigada y habría perdido la oportunidad de ascender o de que me aumentaran el salario», afirmó Yingzi.
En el momento en el que llegó a Wuhan, se dio cuenta de que la epidemia era más grave de lo que había imaginado. «Los suministros médicos en los hospitales eran insuficientes», recordó Yingzi. «La vestimenta de protección era de una calidad extremadamente inferior y se deshizo poco después de que me la puse. Lo que es aún peor, una de las correas de mi máscara facial se cayó poco después de que me la colocara. Vi vehículos del crematorio entrando y saliendo del lugar a diario, pero la cifra real de personas fallecidas no fue reportada en las noticias».
A los trabajadores médicos se les prohibió revelar cualquier clase de información de ese tipo, la cual era considerada como «energía negativa», incluso a sus familiares. Si lo hacían, podrían llegar a ser acusados de «divulgar secretos de Estado».
Tras su regreso de Wuhan, Yingzi fue alojada en un hotel para que cumpliera allí su autoaislamiento. Se le prohibió hablar con los medios de comunicación sin permiso, y cuando se concertaron entrevistas, le dijeron que solo debía transmitir «energía positiva».
«Nuestro futuro está en manos del Gobierno», concluyó Yingzi. «Solo está garantizado si seguimos al Partido».
Al igual que Yingzi, una mujer procedente de la provincia central de Henán se convirtió en una «heroína de las noticias emotivas» en contra de su voluntad.
Cuando un miembro de su familia regresó de Wuhan, la misma tuvo que aislarse junto a él en su hogar. El régimen colocó en la entrada de su hogar una pancarta que decía: «Por favor, manténgase alejado, un miembro de esta familia regresó de Wuhan». Cada vez que amigos o vecinos dejaban comida u otros suministros fuera de la puerta, los funcionarios tomaban fotos y las publicaban en las redes sociales, alardeando de que el Gobierno había proporcionado los artículos por «amor y para cuidar al pueblo».
Amenazados para ocultar la verdad
Un trabajador de la construcción que fue reclutado «para brindarle apoyo a Wuhan» en uno de sus hospitales en el mes de enero, padeció una experiencia similar. Cuando él y sus compañeros de trabajo se enteraron de la asignación, se negaron al sentirse preocupados por su seguridad. Pero tuvieron que cambiar de opinión luego de que los funcionarios los amenazaran con incluir en una lista negra los registros de hogar de todos sus familiares.
«Todos los días ingresaban nuevos pacientes en el hospital, mientras los cuerpos de las personas fallecidas eran retirados», recordó el trabajador, añadiendo que tanto sus compañeros de trabajo como él vivían constantemente aterrorizados en Wuhan.
En ocasiones, al sentirse abrumados por el duro trabajo y la presión mental, la gente se derrumbaba y lloraba. Sin tener en cuenta dicha situación, el director de su empresa les pedía que transmitieran «energía positiva» y que hablaran favorablemente sobre el Gobierno durante las entrevistas concertadas con los medios de comunicación estatales, o «se meterían en problemas» por cualquier error. Debido a ello, los trabajadores les dijeron a los medios de comunicación que «le brindarían apoyo a Wuhan incluso si no recibían ningún tipo de paga».
Luego de que los trabajadores regresaran a sus hogares, el director les volvió a advertir que no le revelaran la situación real imperante en Wuhan a nadie, ni siquiera a sus familiares. Si «llegaban a divulgar secretos de Estado, todos los miembros de su familia serían incluidos en una lista negra».
Este artículo fue publicado originalmente en Bitter Winter, una publicación sobre libertad religiosa y derechos humanos en China.
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