La verdad y su gemela, parte 2: Mendacium en su plenitud

Por James Sale
25 de febrero de 2021 7:58 PM Actualizado: 03 de agosto de 2021 11:35 AM

En la primera parte analizamos los orígenes mitológicos de la Verdad (Veritas) y la Mentira (Mendacium). Determinamos que eran como las gemelas: a veces resultaba muy difícil distinguir entre una y otra. Y señalamos también que Mendacium, al no tener pies, era inmóvil y también desequilibrada. Si pensamos en lo que significa esta imagen —teniendo en cuenta que los mitos nos dicen verdades psicológicas o incluso espirituales profundas— nos damos cuenta que estar sin pies, estar inmóvil, significa que no somos libres. La esencia de ser libre es que somos libres de movernos, donde y cuando queramos. Si en algún momento de nuestra vida no podemos movernos, no se puede decir que seamos verdaderamente libres.

Aunque la verdad y la mentira podrían parecer iguales, son como gemelas idénticas, pero muy diferentes, como sugiere el cuadro Un detalle de «Las gemelas, Kate y Grace Hoare» (1876), de John Everett Millais. Museo Fitzwilliam. (PD-US)

A nivel religioso, por ejemplo, Cristo dijo que al conocer la verdad, la verdad nos haría libres, y esta idea estuvo acompañada por su curación de los enfermos físicos —algunos de ellos ni siquiera se podían mover—. Al sanarlos, no solo al curar sus cuerpos, los liberó. La verdad tiene esta notable cualidad: Nos libera.

Cuando curó al cojo, Cristo manifestó el principio que la verdad libera. «Cristo curando al cojo en el estanque de Betesda», década de 1640, por Pieter van Lint. Óleo sobre tabla,
Kunsthistorisches Museum. (Dominio público)

Pero no solo a nivel espiritual, sino también a nivel político. Si no podemos movernos, por ejemplo, durante un cierre, un toque de queda, un embargo, etc., entonces no somos libres políticamente. Que no se malinterprete: Puede haber buenas razones para restringir la libertad en un cierre, como la salud pública, pero, sin embargo, la restricción niega la propia libertad.

Por tanto, esta cuestión es realmente importante. De cierto modo, lo que estoy diciendo es que la aceptación de Mendacium —mentira o error— es el precursor de la pérdida de libertad. No es necesario ni inmediato que perdamos nuestra libertad, pero si una cantidad suficiente de personas se adhieren colectivamente a Mendacium, entonces, tan seguro como que la noche sigue al día, nuestras libertades se erosionan y quedamos esclavizados por ideologías falsas y mentirosas.

Las reglas de Mendacium

Hoy en día estamos siendo asaltados por todas partes por una ideología mentirosa de este tipo, Mendacium, que amenaza con socavar todas nuestras libertades. Para identificarla, el escritor inglés Theodore Dalrymple quizá captó su esencia cuando escribió: «Él [Stefan Zweig] habría visto con horror la cacofonía de monomanías —sexuales, raciales, sociales, igualitarias— que marca la vida intelectual de nuestras sociedades, cada monomaníaco exige la restricción legislativa de la libertad de los demás en nombre de un supuesto bien colectivo mayor».

Obsérvese la fuerza del sentimiento en esa afirmación: no personas, sino monomaníacos que exigen ¿qué? Nuestra libertad en nombre de un «supuesto bien mayor y colectivo».

Y para que no pensemos que el peligro solo puede venir de los monomaníacos evidentes (y de los comunistas declarados) —por muy visibles que sean algunos de ellos, protestando agresivamente en nuestras calles—, el peligro de Mendacium puede ser mucho más sutil. Puede ser una mentira generada por una contradicción interna difícil de detectar.

Camille Paglia comenta, en su libro «Sexual Personae», sobre el liberalismo moderno y su conexión con el feminismo: «El liberalismo moderno sufre contradicciones no resueltas. Exalta el individualismo y la libertad y, en su ala radical, condena los órdenes sociales como opresivos. Por otro lado, espera que el gobierno provea materialmente a todos, una hazaña manejable solo por una expansión de la autoridad y una burocracia hinchada (…) En otras palabras, el liberalismo define al gobierno como padre tirano pero exige que se comporte como madre cuidadora (…) El feminismo ha excedido su misión propia de buscar la igualdad política para las mujeres y ha terminado por rechazar la contingencia, es decir, la limitación humana por naturaleza o destino».

La académica Camille Paglia en 2015. (Fronteiras do Pensamento/CC-SA BY 2.0)

¿No es ésta la esencia de Mendacium? Está tan cerca de Veritas. Seguramente, todos estamos de acuerdo en que es correcto que las mujeres sean tratadas en igualdad de condiciones que los hombres, pero en el camino, esta «verdad» se ha transformado —a través del liberalismo moderno— en una mentira. Es una mentira que niega la «limitación humana», que es la diferencia real entre hombres y mujeres, o su naturaleza.

El feminismo moderno también ha negado el destino. Tal vez queramos usar otra palabra para esto: destino, providencia, el Tao. Pero sea cual sea la palabra que utilicemos, nos daríamos cuenta, si la entendemos, que los resultados en la vida nunca han sido, ni serán, iguales. La lucha por la igualdad de resultados es utópica, inútil y, en última instancia, contraria a la libertad.

Porque, ¿qué significa ser libre? Significa que asumimos nuestra propia responsabilidad y, en consecuencia, cada uno de nosotros consigue resultados diferentes para sí mismo. A nivel individual, esto es obviamente cierto, pero hemos visto en la historia muchos esfuerzos colectivos para revertir esta situación. Como dijo Jordan B. Peterson: «Si había alguna excusa para ser marxista en 1917, ahora no hay absolutamente y finalmente ninguna excusa».

La invasión de Mendacium en el dominio de Veritas parece empezar a menudo con cosas pequeñas. En el Reino Unido, por ejemplo, el político e historiador militar Robert Oulds, en su libro «Moralitis», comenta sobre los sindicatos de estudiantes que «garantizan la libertad para expresarse a través de ‘no-platforming’ (Sin plataformas) y ‘espacios seguros'». Nótese el ingenioso «libertad para expresarse», no «de expresión». Casi parece gracioso hasta que uno reflexiona que estamos hablando de la joven generación universitaria que pensábamos que iba a la universidad —como nosotros— para ampliar y expandir sus mentes.

Mientras las utopías prometen el paraíso fundado en la igualdad terrenal, entregan infiernos distópicos. «Escapando de la cúpula», 2014, fotomontaje de imágenes de Eric Perrone y yumikrum. (yumikrum/CC SA-BY 2.0)

¿No eran las universidades lugares que tenían famosas cámaras de debate? Parece que ya no. La mayoría de los estudiantes de hoy no pueden soportar una idea que contradiga sus prejuicios desinformados. Y aún peor, esta intolerancia es como un cáncer insidioso, que se extiende de tal manera que en poco tiempo todo el cuerpo está plagado de él.

Citando de nuevo a Dalrymple, acabamos con «una sociedad de ‘mentirosos emasculados’ que son muy fáciles de controlar».

Nuestro camino de regreso a la verdad

¿Cómo resistir a este insidioso debilitamiento de todo lo que apreciamos? Es evidente que no hay una respuesta fácil, porque si la hubiera, no tendríamos el problema. Pero hago dos sugerencias que parecen pertinentes.

Una es el periodismo honesto del tipo que propugna The Epoch Times. Tiene que haber una resistencia a las noticias falsas y al control de las redes sociales que se da actualmente. En cierto modo, esto es algo inmediato y de primera línea.

Pero lo más profundo y a largo plazo está relacionado con el tipo de cultura en la que vivimos y los valores que esta adopta, o que dice adoptar, ya que a menudo las acciones desmienten los valores adoptados. En particular, siento que nuestras artes son de importancia primordial en esta batalla por los corazones y las almas de la gente, especialmente de la generación más joven. ¿Por qué? Porque son las artes —la literatura, el teatro, la música y las artes visuales— las que más afectan nuestras emociones. En ausencia de una tradición espiritual o religiosa dominante, nuestro sentido de lo creativo solo puede emanar de estas fuentes.

Estatua de Veritas, de Walter Seymour Allward. En el exterior del Tribunal Supremo de Canadá, Ottawa, Ontario, Canadá. (D. Gordon E. Robertson/CC BY SA 3.0)

El problema es que gran parte del «arte» actual es totalmente nihilista o no es arte en absoluto. John Habgood (antiguo arzobispo de York) observó hace algún tiempo: «El hecho de que hoy en día no haya mucho arte que parezca inspirarse en temas explícitamente religiosos puede ser, sin embargo, un reflejo de la trivialización y desorientación del propio arte».

El arte inspirado en lo divino, como lo fue en el pasado, puede influir en nosotros de manera profunda. John Habgood, Arzobispo de York, creía que si gran parte del arte actual está divorciado de la religión podría reflejar la «trivialización y desorientación del propio arte». «Manos orando», alrededor de 1508, de Alberto Durero. Museo de Arte Albertina de Viena, Austria. (PD-US)

El problema es que la gente ya no cree en nada, incluso en algo tan básico como la propia forma. En poesía, ahora tenemos el «verso libre», es decir, generalmente poesía sin ninguna estructura. Y sin forma, muy poca belleza, o verdad. Lo que sucede con la poesía actual también ocurre con las demás formas de arte. Todos sabemos esto sobre las artes pero, como con el traje nuevo del emperador, nos gusta fingir lo contrario.

Por lo tanto, tenemos que ejercer presión para que el arte redescubra los mitos de antaño, pero para una generación contemporánea. El gran crítico Northrop Frye dijo: «Un mito está diseñado no para describir una situación específica, sino para contenerla de manera que no restrinja su significado a esa única situación. Su verdad está dentro de su estructura, no fuera».

Esta es la verdadera gemela, Veritas, que obliga a asentir porque su verdad está dentro, es interna, y es la única que puede sostenerse realmente.

La primera parte de «La verdad y su gemela» explica el mito de Veritas y Mendacium.

James Sale ha publicado más de 50 libros, el más reciente «Mapping Motivation for Top Performing Teams» («Mapeo de la motivación para los equipos de alto rendimiento»), Routledge, 2021. Ganó el primer premio en el concurso anual de The Society of Classical Poets 2017, presentándose en Nueva York en 2019. Su colección de poesía más reciente es «HellWard». Para más información sobre el autor, y sobre su proyecto Dante, visite TheWiderCircle.webs.com


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