Más de la mitad de la población mundial (4.200 millones de personas) vive en ciudades. Se espera que este número aumente, con un 68 por ciento de la población mundial que se estima que viva en áreas urbanas para 2050.
Entre las megaciudades del mundo, que son definidas como áreas urbanas con más de 10 millones de habitantes, Tokio, Japón, es la más grande, con 37 millones de ciudadanos. Le siguen Delhi, India (29 millones) y Shanghai, China (26 millones). En el Reino Unido, después de varias décadas de migración de las zonas rurales a las urbanas, el 83 por ciento de las personas viven en entornos urbanos, y Londres se ha convertido en la primera megaciudad europea.
Los efectos perjudiciales de la vida urbana en la salud física se han reconocido desde hace mucho tiempo, incluidas las tasas más altas de enfermedades cardiovasculares y respiratorias. Sin embargo, más reciente se ha encontrado que la vida urbana también puede tener efectos adversos en la salud mental.
El riesgo de desarrollar depresión, el trastorno mental más frecuente en el mundo, caracterizado por un bajo estado de ánimo y sentirse impotente, es un 20 por ciento más alto en los habitantes urbanos que en los que viven fuera de la ciudad.
Mientras tanto, el riesgo de desarrollar psicosis, un trastorno psiquiátrico grave asociado con alucinaciones, delirios, paranoia y pensamiento desorganizado, es 77 por ciento más alto en los habitantes urbanos que en los rurales.
El riesgo de desarrollar un trastorno de ansiedad generalizada, un estado mental caracterizado por sentirse ansioso y una sensación de peligro inminente o pánico, también es un 21 por ciento más alto en los habitantes urbanos que en los rurales.
Críticamente, cuanto más tiempo pase en un entorno urbano durante la infancia y la adolescencia, mayor será el riesgo de desarrollar una enfermedad mental en la edad adulta. Esta asociación entre «exposición-respuesta» proporciona apoyo indirecto para una relación causal entre la vida urbana y la enfermedad mental.
Ciencia del cerebro
El apoyo a estos hallazgos epidemiológicos proviene de las ciencias del cerebro. En un estudio pionero en 2011, los investigadores midieron la activación neuronal durante una tarea que induce estrés.
Como era de esperar, todos los participantes mostraron una mayor activación neuronal dentro del sistema límbico, una red de regiones que juega un papel clave en nuestra regulación diaria de la emoción. Dentro de esta red, la activación neuronal en la amígdala, el centro del cerebro responsable de la «lucha o huida», se correlacionó con el tamaño de la ciudad en la que residía un individuo en el momento del experimento. Y la activación neural de la corteza cingulada anterior perigenual, una región implicada en el procesamiento del estrés social, se correlacionó con el tiempo que un participante había vivido en una ciudad durante su infancia.
Curiosamente, otros estudios han demostrado alteraciones similares en personas que tienen un alto riesgo genético de desarrollar trastornos psiquiátricos. Esto apoya la noción de que la vida urbana provoca cambios dentro de una red de regiones implicadas en el desarrollo de enfermedades mentales.
Factores subyacentes
En conjunto, los estudios epidemiológicos y neurocientíficos proporcionan evidencia convergente de que, de hecho, las personas que viven en áreas urbanas tienen un mayor riesgo de problemas de salud mental. Entonces, ¿qué factores específicos dentro del entorno urbano aumentan el riesgo de desarrollar tales problemas?
Los estudios epidemiológicos han identificado una gran cantidad de factores. Algunos de estos resaltan problemas potenciales en el entorno construido, como la reducción del acceso a espacios verdes y altos niveles de ruido y contaminación del aire. Otros factores se relacionan con entorno social, como la soledad, la delincuencia percibida y real, y las desigualdades sociales.
Estos estudios se basaron en la recopilación de un solo vistazo por participante y, por lo tanto, no pudieron capturar los entornos múltiples y diversos que la mayoría de las personas experimentan durante el día. Pero algunos nuevos estudios están utilizando tecnologías de teléfonos inteligentes para recopilar múltiples mediciones a medida que las personas realizan su vida diaria. Urban Mind, por ejemplo, es un proyecto de ciencia ciudadana que utiliza una aplicación del teléfono inteligente para medir la experiencia de la vida urbana o rural en tiempo real.
Es importante reconocer que aquellos factores dentro del entorno urbano que aumentan el riesgo de enfermedad mental no son aspectos intrínsecos ni inevitables de la vida urbana. En cambio, son el resultado de una planificación, diseño y gestión deficientes, y podrían revertirse. Lo que nos lleva a la siguiente pregunta: ¿podría la vida urbana ser buena para nuestra salud mental?
El lado brillante
Si bien la investigación existente se centra en los impactos negativos de la vida urbana en la salud mental y enmarca la urbanización acelerada que tiene lugar en todo el mundo como un desafío para la humanidad, es una simplificación excesiva decir que esto es lo que significa vivir en una ciudad, por al menos tres razones.
Primero, la vida urbana es un fenómeno complejo, contradictorio y difícil de definir, con poco en común entre el residente de un suburbio privado y el de una ciudad jardín; o entre los procesos de gentrificación y los del declive del centro de la ciudad. De acuerdo con esta noción, la incidencia de depresión en las áreas urbanas es menor cuando las personas tienen acceso a viviendas de alta calidad y espacios verdes.
En segundo lugar, sabemos que toda la salud, y la salud mental, en particular, depende tanto de la naturaleza como de la crianza. Por ejemplo, la evidencia emergente de la epigenética, que examina cómo el medio ambiente afecta la expresión de nuestros genes, sugiere que el impacto de la vida urbana depende de nuestra composición genética preexistente.
Tercero, para muchas personas, la vida urbana puede aportar grandes beneficios a la salud mental a través de mayores oportunidades de educación, empleo, socialización y acceso a atención especializada. Mudarse a una ciudad puede ser el primer paso hacia la realización de todo el potencial y una condición necesaria para obtener acceso a comunidades con intereses y valores similares.
En última instancia, las ciudades ofrecen una franja de obstáculos y oportunidades, libertad y cautiverio, que pueden desafiarnos y nutrirnos, a menudo al mismo tiempo.
Andrea Mechelli es profesor de intervención temprana en salud mental en el King’s College de Londres. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
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