Las dietas de moda no son una obsesión del siglo XXI. De hecho, también fueron una forma popular de adelgazar y mejorar la salud durante el siglo XX. Aunque muchas cosas han cambiado desde entonces ―incluido lo que sabemos sobre las dietas y la pérdida de peso―, muchas de las dietas de moda que seguimos hoy en día comparten similitudes con las que se siguieron en el siglo XX.
Los primeros años del siglo XX
La regulación del peso corporal se convirtió en una preocupación importante en la década de 1900, gracias a la evidencia emergente sobre los vínculos entre la obesidad y la mortalidad. Al igual que muchas de las dietas actuales, las de principios del siglo XX hacían hincapié en el bajo consumo de carbohidratos y la ausencia de azúcar.
Una de las dietas más populares a principios del siglo XX fue la dieta Banting, inventada en 1863 por el empresario de servicios de asistencia funeraria, el inglés William Banting, que había utilizado la dieta para ayudarle a perder peso cuando era obeso. La dieta apareció en muchos manuales de salud y revistas femeninas, recomendando a la gente seguir un plan rico en proteínas y bajo en carbohidratos que evitaba el cerdo, la cerveza, las patatas y el pan.
El hecho de que la dieta Banting se centrara en evitar los carbohidratos marcó la tendencia de otras dietas populares de la época. Por ejemplo, la dieta seca indicaba a los usuarios que consumieran únicamente medio litro de líquido al día, sin sopas, salsas ni alcohol, y que evitaran los pasteles, pudines, pan blanco, patatas y azúcar. Otro plan de dieta publicado en la revista Home Science Magazine en 1905 indicaba a los lectores que debían evitar los carbohidratos, el exceso de líquidos y los postres, y que debían caminar 6 kilómetros al día.
Hasta la década de 1920, la pérdida de peso no era un ámbito exclusivamente femenino. Pero en el periodo de entreguerras (años 20 y 30), la preocupación médica por el peso corporal se vio igualada por las nociones populares de belleza que exigían la delgadez, lo que hizo que muchas dietas se comercializaran exclusivamente para mujeres.
La aparición del ideal femenino de la «Nueva Mujer» de los años 20, con su silueta esbelta, junto con el aumento del poder adquisitivo de las mujeres, también pudo haber impulsado la popularidad de las dietas durante esta época. Tal y como detalla la revista Woman’s Outlook, la «moda de la reducción de la grasa» estaba muy extendida en Gran Bretaña en 1926. También se habían generalizado las básculas domésticas, que permitían a la gente controlar fácilmente su peso. Todo esto dio lugar a una gran cantidad de planes y libros de dietas, como la dieta Hay (inventada por el médico William Hay), que abogaba por evitar ciertas combinaciones de alimentos para mantener el equilibrio del cuerpo, y «Adelgazar por un millón», de Eustace Chesser, que eliminaba los carbohidratos.
Evitar los carbohidratos siguió siendo el centro de la mayoría de las dietas populares en la Gran Bretaña de entreguerras. Pero algunas dietas ―como la de los días de ensalada o la de los días de ayuno― se centraban en limitar las calorías. Por ejemplo, la dieta de 18 días, publicada en 1929 por el Daily Mail, sugería evitar los carbohidratos y seguir una dieta estricta. Los lectores debían comer solo media toronja, un huevo, una rebanada de pan tostado Melba, seis rebanadas de pepino y té o café para el almuerzo. Para la cena, se limitaban a dos huevos, un tomate, media lechuga y media toronja.
Los 50 y los 60
Si bien, como era de esperar, las dietas para adelgazar no desempeñaron casi ningún papel durante la guerra y el racionamiento, los años que siguieron fueron testigos de una explosión de soluciones comerciales para perder peso, todo en nombre de cultivar un cuerpo delgado y hermoso.
A fines de la década de 1950 y principios de la de 1960, cultivar el cuerpo a través de la dieta se había convertido firmemente en un dominio femenino, y las personas que estaban a dieta podían elegir entre una plétora de regímenes para reducir el peso corporal, que había aumentado en promedio como resultado del boom de consumo de la posguerra. Como antes, dominaron los enfoques bajos en carbohidratos, incluida la dieta de choque, la dieta del tercer día y la dieta del narciso, que afirmaba que «le daría la figura esbelta de un narciso de primavera».
Hacia fines de la década de 1960, los regímenes de pérdida de peso comenzaron a centrarse en limitar el tamaño de las porciones y consumir la menor cantidad de calorías posible. La dieta líquida de tres días de 1968, publicada en Woman’s Own, sugería que los lectores solo consumieran dos huevos, dos pintas de leche fresca, el jugo de dos naranjas grandes y una cucharada de aceite de oliva como postre, y todo el té de limón o café que quisieran (sin azúcar). Esto fue para ayudar a los seguidores a «olvidarse la dulzura».
La aparición de clubes de adelgazamiento, soluciones comercializadas para bajar de peso y dietas de moda durante este período fue impulsada en parte por el reconocimiento de los vínculos entre la obesidad y la mala salud. Pero también es en parte el resultado de ideales de belleza construidos culturalmente para las mujeres que estaban vinculados a un peso corporal más bajo.
Los 70 y 80
Los regímenes populares de pérdida de peso se convirtieron en algo más que dietas para adelgazar y, en revistas femeninas como Woman’s Own, se promocionaron cada vez más como herramientas de autoayuda para la mujer emancipada. Alcanzar el éxito y el equilibrio interior requería el control del cuerpo mediante la dieta y, cada vez más, el ejercicio.
Los vínculos entre el estado físico y la salud dieron como resultado la aparición generalizada de estudios de fitness con clases de ejercicio populares como los aeróbics ―un término acuñado por primera vez por Kenneth Cooper en la década de 1960, que recomendaba entrenamientos de gimnasia y movimientos de alta energía. Los regímenes de la década de 1980 enfatizaron los alimentos bajos en grasa, lo que resultó en la introducción de pautas dietéticas destinadas a reducir la ingesta de grasas a finales de los años 70 y 80.
La dieta del plan F fue una de las más populares en esta era, enfatizando el consumo alto de fibra y pocas calorías, y aconsejaba que las personas comieran alimentos como muesli para el desayuno, ensalada con legumbres para el almuerzo y carnes magras para la cena. A finales del siglo XX, dietas como la de Atkins o la dieta de South Beach volvieron al énfasis de Banting en reducir los carbohidratos para perder peso.
A pesar del conocimiento que tenemos ahora sobre la pérdida de peso a través de la dieta, los regímenes de moda continúan siendo populares. Las dietas modernas como la cetogénica o la paleo incluso comparten muchas similitudes con las dietas bajas en carbohidratos y restrictivas en calorías, populares durante todo el siglo XX. Sin embargo, la investigación muestra que las dietas de moda pueden conducir a un aumento de peso y trastornos alimenticios.
Entonces, si bien el atractivo de las dietas de moda es comprensible, la evidencia muestra que una dieta balanceada con muchas verduras y frutas y hacer más ejercicio son las mejores formas de perder peso.
es profesora de historia del siglo XX en la Universidad de Liverpool en el Reino Unido. Este artículo se publicó por primera vez en The Conversation.
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